La Verdad Sobre Iepcom 2: La Rebelión de los Oprimidos

Capítulo III: La Fugitiva

Mi vida se podía resumir claramente en una frase: mi destino había sido decidido por otros siempre. Para ser más precisa, por mi padre, pues el ser la hija de alguien tan influyente como lo era Alden Van Slyke, en un lugar tan vacío y movido por los títulos de las personas, como lo era Santa Leah, para mí ha sido algo asfixiante y no deseo otra cosa que no sea salir de aquí.
Mi nombre es Nolee, tengo veintitrés años de edad, soy rubia, de ojos verdes, tez blanca pálida, mido un metro ochenta y dos de estatura y soy rica, en cuanto a nivel social se hace referencia. Muchas personas quisieran estar en mis zapatos, pero no tienen ni la menor idea de lo que es para mí el hecho de gozar de la "suerte" que me ha tocado vivir.
Odio con toda mi alma a la gente superficial, pero los que me ven por primera vez creen que lo soy, pues debo mantener ese perfil por mi padre, porque él se complacía en hacerme ver como alguien así. Pero una cosa es lo que él quiere que haga y otra es lo que yo quiero hacer con mi vida.
¿Algún familiar o algo así además de mi padre? Pues la verdad es que no lo sé, porque según mi padre, mi madre murió cuando yo tenía tres años y no tuvo más hijos además de mí, en parte le creo, pero algo me dice que no me ha dicho toda la verdad sobre eso.
A pesar de que nunca he desobedecido una orden suya, he decidido hacer algo que tal vez haga que me odie toda la vida, pero igual lo haré: me iré de viaje a los Estados Unidos de América y no me interesa lo que diga al respecto. Me ha dicho que es un lugar peligroso y que debo cuidarme mucho de la gente que vive allá, pero yo sé Artes Marciales y puedo defenderme sola. Además, no creo que me pase nada malo si soy cuidadosa mientras haga mi tour en el país.
Me acerco a la taquilla de boletos del aeropuerto de la ciudad, para comprar mi pasaje de ida y le digo a la vendedora, con algo de prisa:
—Señorita, un pasaje de ida a Estados Unidos, por favor.
—¿Está segura, señorita? —me preguntó ella, con un dejo de preocupación en sus palabras.

No me hacía falta preguntar el porqué de sus reservas en relación a realizar un viaje a los Estados Unidos, eso yo lo sabía muy bien. A raíz de los bombardeos que se han realizado paulativamente en ése país, al menos en San Ángelo, se le considera como un destino muy poco recomendado para visitar, y eso genera como consecuencia que muy pocas personas quieran conocerlo. En resumen: Casi nadie quiere viajar allá, pero deben ofrecer la ruta, ya que fue una de las condiciones que colocara el Gobierno de ése país en el acuerdo que se negoció con el Consejo de San Ángelo, así como el establecimiento de una sede de la Policía Central, para cooperar en temas de seguridad en el país. O eso es lo que se supone...

—Por supuesto.
—El pasaje es para hoy, ¿no? —volvió a preguntar, para verificar la información.
—Sí.
—Bien, aquí tiene —dijo la vendedora, mientras me extendía su mano, con un boleto—. El vuelo sale en una hora.
Me dispuse a chequear mi equipaje en su respectivo sitio, lo que no tardó mucho, pues no llevaba nada que fuese sospechoso y después, me fui a la sala de espera, para esperar a que dieran el aviso para subir al avión. Cuando lo hicieron, tomé mi maleta y fui al pasillo que habían indicado, hasta llegar a la puerta que me llevaría al área de abordaje y luego subí al avión por fin. Busqué mi asiento y me puse cómoda, porque no sabía cuánto iba a durar el vuelo, entonces cerré los ojos, pues sólo me quedaba esperar a llegar a ese país.
Y aunque mi padre me odie por lo que estoy haciendo, eso no es algo de lo que me vaya a retractar. Es un sueño que tengo desde hace mucho tiempo y lo pienso cumplir a toda costa, así me convierta en una fugitiva para él y comience a buscarme por todas partes después.
Entonces el avión despega... ya no hay marcha atrás.




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