Van Slyke estaba muy enojado después de la noticia que le diera Ian la última vez que se vieron las caras, en las instalaciones de la Comandancia de la Policía Central, un par de días atrás, eso lo había sacado de sus casillas -él odiaba que sus planes no salieran como lo tenía planeado, ya que era alguien sumamente meticuloso y calculador-, no obstante, trataba de mantenerse calmado, porque no se permitía a sí mismo ser débil en situaciones como esa. Se encontraba almorzando en uno de los mejores restaurantes de la zona, pues era un hombre muy rico y nunca dejaría de darse lujos, porque eso era parte de él y no renunciaría a hacerlo.
Sin embargo, se encontraba muy pensativo, por lo que Jacob -a quién había citado en ése lugar, con la intención de planear una nueva estrategia, para acabar con.el chico- le preguntó:
—¿En qué piensa, señor? ¿En alguna forma de deshacerse de ése chico?
—Naturalmente, Fitzpatrick —le respondió, muy serio—. Y más ahora que sé que McKeller no lo mató.
—La mejor manera de acabar con él es que lo mate una chica —aseveró el Jefe de la Policía Central, con voz firme.
—¿Por qué estás tan seguro de eso, Fitzpatrick? —le preguntó el hombre, extrañado.
—El que lo conoce soy yo, sé de lo que hablo —respondió el policía, que esbozó una sonrisa maliciosa mientras lo decía, ya que estaba totalmente seguro de su aseveración—. Recuerde que fuí quien le enseñó todo lo que sabe, señor.
—Explícate —le ordenó Van Slyke, un poco molesto por lo que el hombre acababa de decir, pues sintió que aquello era una especie de reproche de su parte—, ¿a qué te refieres con eso exactamente?
—Él nunca le ha hecho daño a ninguna mujer.—le comentó Fitzpatrick, muy seguro, con voz cortante—. En todos los años que lo entrené en el “criadero”, no pude quitarle eso, es algo raro, porque es uno de los mejores sujetos a los que he entrenado, sin embargo, esa es una de sus debilidades más notables.
—¿Hablas en serio? —le preguntó él, mientras en su rostro se dejaba ver un gesto de incredulidad, pues pensaba que su socio tal vez exageraba acerca del muchacho.
—Si no fuese bueno… ¿Hubiese podido cortarme el brazo? —Le preguntó Jacob, furioso, al mismo tiempo que le mostraba la prótesis robótica que debía usar, después de perder dicha extremidad, en aquella oportunidad en que luchó contra el chico, en IEPCOM—. Me cuesta aceptarlo, pero es muy bueno en lo que hace.
—Bueno, ¿pero conoces a alguien eficiente que pueda borrarlo del mapa? —volvió a preguntar su jefe, con más cautela, ya que comenzaba a dimensionar las capacidades del hijo al que había abandonado a su suerte, cuando era apenas un recién nacido.
—Por supuesto, yo me encargaré de que ése chico se muera —le aseguró Fitzpatrick, muy serio.
Después de eso, el Jefe de la Policía Central se marchó de ese lugar, para ir a la Comandancia de su cuerpo policial y encargarse de las cosas que tenía pendientes en ése recinto por el momento. Pero en su mente ya rondaba el hecho de llamar a Irina para encomenarle dicha tarea pues ella era la más experimentada de los sicarios que estaban a su servicio, y sabía muy bien que la rubia aceptaría máscque gustosa el acabar con el “Pequeño Zorro”, como solía llamar a Troy, desde que llegó al "criadero", cuando tenía cinco años.
Mientras tanto, se suscitaba una reunión entre los miembros del grupo de Megan, pues Garrett -desde que supo que Fitzpatrick y su jefe estaban tras la cabeza de su amigo- se había dedicado a buscar toda la información que le fue posible, acerca de Van Slyke, y en ése momento, tenía la intención de hacerles saber todo lo que había podido encontrar sobre ese hombre, o al menos, lo que le parecía de mayor importancia para su investigación, que era lo que se relacionaba con el Jefe de la Policía Central y con la Doctora Jhonson. Lo primero que hizo fue darle a sus compañeros unos documentos y fotografías del padre de Troy, por lo que Stuart le preguntó, con algo de curiosidad:
—¿Qué tiene que ver esto con nuestra tarea?
—Muy sencillo, es cosa de conocer a este sujeto para saber lo que puede llegar a hacer —fue la explicación que les dió Garrett—. Además, ¿no tienen curiosidad por saber más de él?
—No realmente, eso es un demás —respondió Stuart, empleando un tono cortante en su voz..
—¿Ni siquiera que él es el que le proporciona las armas a Fitzpatrick, las cuales usa en su Policía Central? —le preguntó, mirando a todos con una sonrisa pícara.
Apenas escuchó las palabras que dijera el hacker de su equipo, Megan, presa de la más honda frustración, al empezar a conocer el peso de ése hombre en los planes de sus socios; por su parte, Cloe abría los ojos exageradamente, a causa del desconcierto que se apoderaba de ella en ese momento. Fue Stuart el que, en medio de su incredulidad, pudo preguntar:
—¿Alguna otra cosa?
—De hecho, sí —dijo el hacker, mientras seguía sonriendo—. Otra cosa es que él es director de una prisión de máxima seguridad en la Isla de Santa Leah y que es más rico que todos los que estamos en ésta casa.
—Pero aún falta algo, Garrett... ¿No es así? —intervino Sanders, quien había guardado silencio hasta ese momento.
—No sé cómo lo van a tomar, muchachos, pero aquí les va —le advirtió el moreno a todos los presentes, para después tomar un respiro y seguir con su alocución, a la vez que en su cara se marcaba un semblante mucho más serio—. No sé si llegaron a revisar la información que les envié en su momento acerca de San Ángelo, chicos, pero allí se menciona que, hace ya unos quince años, se dió un bombardeo en la Isla de Santa Esperanza, autorizado por el Gobierno de ése país, para acabar con los criminales que se encontraban escondidos en ése lugar.
—Disculpa, Garrett... ¿Dijiste San Ángelo? —le preguntó el mayor, visiblemente preocupado al escuchar el nombre de ése país.
—Sí, así es —le confirmó su pupilo, un poco.extrañado, por lo que aprovechó para preguntarle—. ¿Acaso lo conoce, Doctor Sanders?
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Editado: 26.06.2025