La Verdad Sobre Iepcom 2: La Rebelión de los Oprimidos

Capítulo XIII: Una Llamada

"Narrado por Ian"​

Habían pasado algunos días desde aquella plática que tuve con Van Slyke, en la que le dije que no había asesinado a su hijo, desobedeciendo su orden, por lo que me puse en peligro y debía afrontar las consecuencias de mis actos. En este momento, estoy escondido en una pequeña casa abandonada -yo no pienso volver pisar una prisión nunca más-, para evitar ser capturado por los oficiales de la Policía Central.

Me gustaría hacer que el mundo descubriera las cosas que hace Van Slyke, pero la verdad es que yo no conozco a nadie en este país, y dudo mucho que pueda encontrarme de nuevo con el hijo de ése hombre -si es que sigue vivo-, porque no sé en dónde está. Pero mientras pienso en eso, mi teléfono comienza a sonar, por lo que lo reviso y veo que tengo una llamada entrante; dudaba entre responder o no, eligiendo unos segundos después apretar el botón de "contestar" y entonces pregunté, precavido:

—¿Quién rayos habla?

—Es mejor que me responda, pues este número es nuevo y no tengo registrado a nadie en mis contactos.

—Siempre tan seco, Ian —respondió una voz masculina—. Soy Alfred, tu amigo de la isla, llamo de parte de Louie, que supo que estás en América y quiere reunirse contigo.

—¿Louie? ¿Él está en el país?

—Sí, amigo—le confirmó ése sujeto, muy serio—, después de que te encarcelaron se fue a vivir a Colorado.

—¿Sigue con sus negocios?

—No, me dejó a cargo —aclaró Alfred, un poco más relajado—. Ahora solo se dedica a vivir como cualquier hombre allá, pero a veces ayuda con sus contactos.

—Bien, pero yo no estoy en Colorado. Creo que deberíamos concretar una cita o algo así.

—No te preocupes, ya el jefe sabe dónde estás —comentó Alfred, un momento después.

Al escuchar las palabras de mi viejo amigo, me sorprendí mucho y dije para mis adentros: ¿Cómo es posible que Louie ya sepa eso, si hace años que no hablamos? Sin embargo, lo que me dijo luego, fue aún más desconcertante para mí:

—Siempre ha estado al pendiente de ti.

—Entonces creo que le puede interesar algo de lo que me enteré mientras estaba acá —le comenté, pues sabía muy bien que esa información podría llamar mucho su atención.

—¿Es algo importante? —me preguntó él, un poco intrigado.

—Eso queda a criterio de Louie, él dirá si es importante o no.

—Bien, entonces Louie te buscará un día de éstos —dijo Alfred, para luego colgar.

"Eso era justo lo que necesitaba, Louie me puede ayudar con lo que quiero hacer", fue lo primero que se me vino a la mente. ¿Por qué? Porque él era enemigo de Van Slyke desde siempre y lo que yo sabía de él me serviría de mucho para convencerlo de que me ayudara. La verdad es que odio tener que hablar de alguien sin algo que demuestre lo que sé -sin embargo, tendré que explicarle todo-, pero éste caso lo ameritaba.

Me quedé dormido unas horas más tarde, nervioso por lo que iba a suceder después, cuando hablara con él. Hace cinco años que dejamos de hacerlo, pues me encarcelaron en aquella prisión y no pudo ir a visitarme, porque si lo hacía, lo encerrarían también, además de que yo le pedí que no lo hiciera, por la misma razón.

Me desperté muy exaltado, pues comenzó a oírse el sonido del claxon de un vehículo afuera y salí rápidamente de esa casa, para ver quién hacía tanto escándalo. Era un auto grande, de color plateado y bien cuidado; me acerqué hacia donde se encontraba y vi que el vidrio de una de las puertas traseras bajó lentamente, mientras un hombre maduro, de unos cincuenta años, de tez blanca, ojos grises, cabello castaño oscuro, pero canoso, al que le pregunté, con algo de curiosidad:

—¿No podías esperar al menos unos días, Louis Mc Keller?

—No —respondió él, muy serio, con voz firme—, eres mi hijo y necesitaba verte, Ian.

—Te recuerdo que me adoptaste, Louie.

—¿Y eso qué? —me preguntó él, indiferente ante mi comentario—. Eres mi hijo y ya, fin de la discusión.

Abrió la puerta del auto y subí a él, sentándome a su lado, como solía hacerlo hace mucho tiempo. Entonces el auto se puso en marcha, hacia un lugar en el que pudiésemos hablar más tranquilos, después de todo, teníamos muchas cosas de qué platicar y mucho tiempo sin hacerlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.