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Capítulo III: Un Infiltrado en el "Proyecto Irión"

Crear seres humanos, esa era su tarea en medio de tanta desolación, si bien era necesario que los seres humanos volvieran a poblar la tierra para que la raza intentara sobrevivir a la Guerra Civil Global, yo creo que esa no era la mejor manera de solucionar el problema, por lo que pensé que el Doctor Sanders estaba perdiendo la razón, no en el aspecto de la locura, sino que al dejar que la Doctora Jhonson tratara de llevar a cabo un proyecto tan ambicioso, que seguramente lo había absorbido completamente y por ese motivo, no pudo decir que no.

Yo personalmente creo que no fue una buena decisión, independientemente de que sea una de las personas que defienden la procedencia natural de los seres humanos, pues nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos, nada más. Ese era y sigue siendo mi punto de vista sobre ese asunto tan engorroso, como lo es el manipular ADN humano y “Jugar a ser Dios” para poder salvar a una raza en extinción y que se estaba autodestruyendo, a mi parecer.

No volví a hablar con el Doctor Sanders o con la Doctora Jhonson, a la que creo que no podré llamar por su nombre de pila nunca, ni ella a mí, creo poder saber eso por todo lo que pasó antes y después de que su proyecto se diera inicio. Ese era el “Proyecto Irión”, que como lo dije antes o me lo dijo la Doctora Jhonson, sería utilizado para crear seres humanos de forma artificial, pero ¿De qué manera? Yo no lo sabía, eso era algo que no me tocaba saber o a lo que no estaba autorizada para saber, podía llamarlo un “Archivo confidencial” realmente.

Pero yo sabía quién podía darme toda esa información: Stuart Langley.

Lo abordé mientras iba a la oficina de su “jefa”, pues ella -obviamente la Doctora Jhonson- había pedido ayuda a todos los que formaban parte del departamento de Farmacología y que quisieran formar parte del “Proyecto Irión”, además de algunos de mis colegas del departamento de Robótica, menos a mí. ¿Por qué habrá sido?

Yo me respondo sin vacilar: fue por metiche y, seguramente porque el Doctor Sanders le contó algunas cosas sobre mí, como que no me gusta nada lo que tenga que ver con experimentos y seres vivos, ¡es asqueroso! Por eso mismo prefiero trabajar con robots, hasta me parece más sencillo.

Stuart es mi mejor amigo, nos conocemos desde que tengo memoria y nosotros sabemos muy bien como es el otro, que es lo normal en una amistad. Fue el único que me apoyó cuando decidí desviarme de la carrera familiar e irme por la rama de la Robótica, lo que me parece lo mejor, porque si eso no hubiese ocurrido, yo sería una versión joven y mejorada de la Doctora Jhonson, lo que no me gustaría para nada.

—¿Qué pasa, Megan? —fue la pregunta que me hizo al verme.

—Quiero que me hagas un favor —le dije, con un tono algo meloso.

—Tus favores me asustan, amiga mía —me respondió, advirtiendo que el favor que le pediría no sería nada sencillo para él.

—No es nada del otro mundo —comenté, tratando de calmarlo, porque sabía que estaba asustado—. Es muy sencillo, créeme.

—No te creo —me dijo, un poco reacio, porque sabía muy bien que solamente lo estaba endulzando antes de soltarle la bomba—. Dime qué quieres.

—Bueno, quiero que me digas todo lo que hace tu jefa en su proyecto —le dije, sin anestesia, como siempre—. Creo que es lo más indicado, amigo mío.

—¿Aún piensas en ayudar a tu familia? —me cuestionó—. Para ellos ya no existes desde que decidiste estudiar Ingeniería Robótica, Megan.

—Es verdad —le comenté, algo desanimada—. Pero es mi familia después de todo.

Stuart me decía todo eso porque sabía muchas cosas sobre mí, como el que yo era la heredera universal directa de Industrias Knox, una de las empresas más reconocidas en el área de Ingeniería Genética y Manipulación Genética, por lo que mi familia quería que yo estudiara lo mismo que ellos y fuese una genetista reconocida. Pero como lo mencioné, esa carrera no era lo mío y me enamoré de la carrera en la que me desempeño ahora, a pesar de que mis padres, al enterarse de ello, me excluyeran de “su familia” porque no haría lo que ellos deseaban.

—Está bien, lo haré —fue lo que me dijo, convencido, pero luego me advirtió—. Si me atrapan, diré que tú me lo pediste.

—Sí, ya —le dije, ignorando lo ultimo—. ¡Eres el mejor amigo del mundo!

Después de eso, me fui a mi oficina, para celebrar mi triunfo, pequeño, pero importante a la vez, aunque Stuart tomó el asunto de otra forma, aunque sí tenía ciertas intenciones de ayudar a mi familia, sabía que ellos no me escucharían.

Continuará…




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