Al otro día, me levanté casi a las once de la mañana, una hora que para mí era terrible, además de que tenía un hambre que me estaba matando, ya que no había comido nada en la noche anterior, eso se lo debía a tres cosas: a mi impaciencia, a la indecisión de mi amigo Stuart y a Garrett.
Fui a ducharme, para ver si lograba calmarme un poco y, cuando el agua de la regadera comenzó a recorrer todo mi cuerpo, me sentí mucho más relajada, no por nada decían que la medicina más fuerte contra el estrés era una buena ducha. Me vestí un momento después, no me puse la bata de laboratorio de IEPCOM, porque yo no tenía trabajo en el “Proyecto Irión”, a lo que todos mis colegas estaban volcados a cumplir, por su “jefa”.
Lo que hice a continuación fue dirigirme al comedor, para “desayunar” y pedí un poco de pollo frito con arroz, porque ya a esa hora el almuerzo estaba listo en ese lugar. Pero después de terminar con mi comida, el Doctor Sanders hizo acto de presencia allí:
—Buenos días, Megan. ¿Dormiste mal anoche?
—Un poco —respondí, porque eso era más que evidente para él.
—Vamos a mi oficina, allá ambos podremos hablar más cómodamente.
—De acuerdo —le dije, para después ponerme de pie y seguirlo hasta su oficina.
Al llegar a su oficina, el Doctor Sanders me abrió la puerta, como todo el caballero que era y entramos. Está de más decir que esa era la oficina más grande de la compañía, espaciosa y con muchos muebles, pero lo que más me gustaba era el “Mural de Premios”, en el que se encontraban todos los títulos y reconocimientos que él había tenido a lo largo de su carrera.
Estaba tan concentrada viendo ese mural, que no me di cuenta de lo que ocurriría después:
—Traté de hablar con tus padres ayer —dijo él, con tono serio.
—¿Y qué fue lo que le dijeron, Doctor Sanders? —ke pregunté, pero como no hubo respuesta de su parte, continué con mi pensamiento sobre ese tema—. Seguramente que yo ya no soy parte de su vida, que desde que comencé a estudiar Ingeniería Robótica, ellos decidieron sacarme de ella y darme la espalda.
—No pude hacerlo —fue lo que me dijo, un poco desanimado, algo que no era muy común en él y por eso me pareció muy extraño.
—¿Ya ni quieren hablar con usted? —le pregunté, haciendo caso omiso al tono que pude notar en su voz—. Realmente están enojados conmigo por lo que hice, Doctor Sanders.
—Será mejor que te sientes y te pongas cómoda —me dijo, sin cambiar el tono, mientras tomaba el periódico que estaba en su escritorio y lo ponía en mis manos, para que leyera el encabezado del mismo.
Yo pensaba que era una cosa superflua o algo que habían hecho en las Industrias Knox para llamar la atención, como buena competencia de IEPCOM en el área de Genética, pero cuando leí el titular, me entró un escalofrío y sentí que me zarandeaban el mundo una y otra vez y la impotencia se apoderó de mi ser completamente, por lo que comencé a llorar desconsolada, eso era lo único que podía hacer en ese momento. El titular decía:
“Bombardeo en la Ciudad de Nueva York de Parte de la Policía Central en la Búsqueda de Rebeldes
Ayer, a las tres de la tarde, un pelotón de la Policía Central comandó un bombardeo contra los rebeldes en la Ciudad de Nueva York, como una de las medidas tomadas para combatir al continuo crecimiento del crimen en ese lugar, uno de los más peligrosos del país.
En medio del ataque a los rebeldes, se vieron afectadas las instalaciones de las Industrias Knox, una de las empresas más conocidas en el área de Genética. Los daños materiales ascienden a más de 50 millones de Dólares, en un primer vistazo a los daños de la infraestructura de la empresa, pero son mucho mayores. En el evento, se produjo el lamentable fallecimiento de Vincent y Margaret Knox, directores de la empresa de Genética.
Las autoridades se refirieron al hecho como un “Mal Necesario”, ya que por medio de ese ataque, lograron acabar con la gran mayoría de los rebeldes que habitaban en la zona y apresar al resto, lo cual fue muy importante para poder recuperar esa zona estratégica tan importante del país.”
Mientras lloraba, sentí que Jonathan recostaba mi cabeza sobre su pecho y me decía, tratando de consolarme:
—Megan, yo sé que esto es muy difícil para ti. Tus padres son las personas más importantes de tu mundo, todo lo que haces, lo haces para que ellos se sientan orgullosos de ti…
—¿Por qué hablas de ellos en tiempo presente? —pregunté, un poco extrañada—. Están muertos, Jonathan.
Yo no acostumbraba llamar al Doctor Sanders por su nombre de pila, por costumbre, pero esa ocasión lo ameritaba, además de que él era una de las personas a las que más admiraba en el mundo y mi familia lo conocía desde hace mucho tiempo, era muy buen amigo de ellos. Lo que me dijo fue:
—Hablo de ellos en tiempo presente porque realmente no están muertos, ellos siguen vivos en tu corazón y en tu memoria. Eso es lo importante, Megan.
—Tienes razón —le dije, pero no estaba convencida del todo—. Esto se me tiene que pasar, a ellos no les gustaría verme llorando como magdalena, lamentándome por los rincones y volviéndome una amargada poco a poco.
—¡Esa es la Megan que estoy acostumbrado a ver! La que no se deja vencer ni amedrentar por nada, aunque sea lo más terrible del mundo.
Después de eso, Jonathan me abrazó. ¡Realmente lo necesitaba en ese momento! Era como si me dieran un espaldarazo, un empujón, un motivo para continuar con mi vida, sobre todo después de una noticia como esa, que era capaz de destruir el mundo de cualquier persona. Me fui a mi oficina, para pensar en lo que estaba pasando o esperar alguna noticia de Stuart o de Garrett sobre el hackeo a la base de datos de IEPCOM o sobre los avances del “Proyecto Irion”, que era lo que me interesaba hacer.
Continuará...
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Editado: 20.05.2025