Lo primero que hice al dirigirle la vista al que sería mi “guardaespaldas”, fue mirarlo de pies a cabeza, detenidamente. El objetivo de esto fue el conocer a ésa persona, crear mi primera impresión y saber un poco sobre él o ella. Era lo menos que podía hacer ante alguien que era completamente desconocido para mí.
Usaba botas militares, de color negro y bota alta, que llevaba atadas fuertemente y llegaban hasta la mitad de sus pantorrillas. Sus pies me parecieron pequeños y algo delicados, no sé, pero no me los imaginaba de otra manera, aunque no le presté mucha atención a ese detalle.
—Señor Fitzpatrick, permítame darle la más cordial bienvenida a IEPCOM —dijo el Doctor Sanders, tan amable y servicial como acostumbraba—. Si se le ofrece algo, no dude en que estaremos a su entera disposición.
—Gracias, Doctor Sanders —dijo el Jefe de la Policía, cortésmente—. Vine a su compañía a cumplir con mi palabra.
"¡Qué cumplidor!" dije para mis adentros, ante el comentario del Jefe Fitzpatrick. No me cabía en la cabeza como podían hacer eso sin que ningún remordimiento azotara sus mentes, eso era simplemente horrible. Estaban aprovechándose de la buena voluntad de mi padrino para poder tenerme vigilada, pero... ¿Por qué razón? ¿Acaso la Doctora Jhonson tenía miedo de que yo llegase a descubrir cuáles eran sus planes para la compañía en verdad? No lo sé, pero no pienso detenerme hasta averiguar qué es lo que está buscando.
Después de escuchar las palabras de esos dos, volví a concentrarme en observar a la persona que me “cuidaría”, el espía de la Doctora Jhonson le había pedido infiltrar en IEPCOM. Un traje de cuerpo entero, algo ajustado, que dejaba ver que era un chico, delgado, pero con muy buena condición física; dicho traje era de color plateado.
El traje era de mangas largas en su parte superior; sus manos estaban descubiertas, eran blancas y, no sé por qué razón, pero no creí que fuera un adulto. El motivo de esa suposición fue que pude notar que sus manos no eran muy grandes y, al compararlas con las de Stuart- que estaba junto a mí en ese momento-, lo confirmé, pues las de mi amigo eran de mayor tamaño.
—¿Ya viste lo que lleva ese tipo en el cinto? —me preguntó Stuart, de repente.
Me fijé en el cinturón que llevaba ese sujeto, que era de color negro, en el que se destacaba una vaina, lo que me hizo pensar: “¿Acaso lleva una espada consigo? Si es así, desde ahora ya me considero una mujer muerta”
—Eso no me gusta —le respondí, tensa—. No me gusta nada, Stuart.
—A mi tampoco— dijo él, muy preocupado por todo lo que estaba pasando allí.
Lo observé de nuevo, pues lo que me hizo ver mi amigo Stuart me desconcentró mucho, ya que yo quería ver su rostro… pero me quedé con las ganas.
Usaba una especie de casco, que cubría toda su cabeza, el cual era de color plateado también, pero en la parte frontal tenía un visor negro, muy amplio.
—Bueno, es hora de irme —dijo Fitzpatrick, muy serio—. Espero que la Doctora Knox quede conforme con los servicios que prestará su nuevo “guardaespaldas”.
Dicho esto, el Jefe de la Policía Central se marchó de la compañía, rumbo a su trabajo. Ya había cumplido con lo que su socia le había pedido y ahora nosotros… yo debía lidiar con el espía, ¡un espía al que ni siquiera le había visto la cara! ¡Dios, esto no pinta nada bien!
Entonces noté que el tipo se acercaba hasta el lugar en donde estábamos Stuart y yo, con un ritmo algo pausado en su andar y se plantó a mi lado, como cualquier otro “guardaespaldas”, pero yo sabía que no era como los demás.
Sinceramente, yo odiaba a todas y cada una de las personas que se hicieran llamar así, pero en este caso, como era una situación impuesta por mi “querida Doctora Jhonson”, sentía que mi espacio se minimizaba totalmente; eso era algo que nunca iba a tolerar. Me fui a mi oficina en ese preciso instante, buscando librarme de alguna manera de la “sombra” que debía protegerme del peligro. ¡Irónico desde todo punto de vista! Ése tipo era un espía que trabajaba para mi peor enemiga, nada más.
Logré entrar y cerrar la puerta antes de que el “guardaespaldas” pudiese entrar, lo que para mí fue un gran respiro, un momento de calma para analizar la situación en que me encontraba y tratar de hallar alguna solución a mi problema. O eso creía…
De repente, comenzaron a escucharse golpes constantes en la puerta, secos y fuertes. “¡Ahí está ése molesto espía! ¿Qué querrá?”, fue lo que pensé al escuchar todo ése alboroto frente a mi oficina, y ví que ése sujeto era alguien persistente. Me armé de valor y un momento después le pregunté, fastidiada:
—¿Qué es lo que quieres?
—¿Podría dejarme entrar, señorita Knox? —me preguntó, con tono sereno.
—No, quiero estar sola, no me gusta que me molesten cuando estoy trabajando.
—No es por contradecirla, pero para poder protegerla, necesito estar cerca de usted —me dijo, sin perder el temple de voz.
—Pues yo quiero estar sola, ¿me entendiste?
Todo pareció haberse calmado un momento después, ya que el sonido de los golpes en la puerta había cesado, eso me calmó un poco. Hasta que comenzaron a tocar de nuevo; esta vez eran golpes suaves y rápidos, que parecían ser de otra persona, pero yo me limité a escuchar, y saber qué ocurría después de eso, porque también podría tratarse de una treta de parte de ése espía:
—Disculpe, pero la señorita Knox se encuentra indispuesta por el momento —dijo el sujeto, explicándole la razón por la que yo no quería salir de mi oficina.
—Necesito hablar con ella —dijo ésa persona, que era una chica—. ¡Es algo urgente!
—Me temo que será en otro momento —dijo él, muy serio.
—¿Y a mí qué? —le preguntó la chica, para después seguir tocando la puerta de mi oficina.
Un momento después, no se oyó nada más. Eso me había preocupado un poco, pues no escuché a nadie, pero luego de un par de minutos volví a escuchar voces desde allá afuera.
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Editado: 20.05.2025