—¿Y qué tenías que decirme, Cloe? —proseguí con mis preguntas, pues recordé que ella le había dicho eso al espía de la Doctora Jhonson antes del incidente.
—Ah, bueno —dijo ella—. Lo que pasa es que Garrett me envió un correo hace un rato. Y quería que lo vieras conmigo.
—¿En serio? —le pregunté, algo sorprendida, ya que Garrett solamente se comunicaba de noche con nosotros—. ¡Pues enséñame lo que te envió!
Un segundo después ella me mostró su tableta electrónica -cosa rara, pues las sacaron de los mercados globales en el año 2028, así que el que la tuviera podría ser considerado un friki, ya que eran muy costosas- y abrió el correo de Garrett, el cual decía:
"Hola:
Me parece una locura lo del guardaespaldas de Megan, pero vamos a ver cómo avanza todo, porque ya creo que la Doctora Jhonson es capaz de todo con tal de fastidiar a la jefecita.
Ah, ahora debemos ser más cuidadosos al momento de comunicarnos, eso puede ser peligroso para todos y, sobre todo para mí, que soy el que tendrá más problemas del grupo, aunque eso no me importa.
Otra cosa: encontré más videos en los que los "socios" hacen de las suyas, los adjunté a este correo por si quieren verlos.
Hablamos en la noche:
Garrett."
—¿Qué hacemos? ¿Vemos los videos? —fue lo que me preguntó Cloe, después de que leímos el correo que nos envió el hacker.
—Yo no quiero —le dije, haciéndole ver que aquello se me hacía muy incómodo—, ya fue suficiente tortura para mí al ver el primero.
—Entonces lo haré más tarde, en mi oficina —me dijo, resignada—. Alguien tiene que hacerlo.
Ella tenía razón en algo: Alguien tenía que ver los videos, por si aportaban algo importante a nuestro objetivo final, que era sacar a la Doctora Jhonson de la compañía. Después de eso, le dije a Cloe:
—Voy a averiguar lo que pasa con el jefe y mi "guardaespaldas".
—Anda, tranquila —dijo ella—. No tienes ni que decírmelo.
Salí de mi de habitación rápidamente, rumbo a mi oficina. ¿Por qué allá? Porque allí tenía todo lo necesario para hacerlo -gracias al favor que me hizo Garrett hacía poco-: monitores de vigilancia, acceso a las cámaras de la compañía y todo gracias a mi computadora. Al llegar, configuré la cámara de la oficina del Doctor Sanders, para ver todo lo que estaba ocurriendo.
Vi al Doctor Sanders, sentado frente a su escritorio, con el espía frente a él, de pie, tal como lo haría un empleado cualquiera frente a su patrón, mientras el jefe le preguntaba:
—¿Por qué vino aquí?
—El motivo de mi presencia es claro —dijo el espía—. Necesito algunas indicaciones de su parte sobre la señorita Knox.
—¿No se las dio el señor Fitzpatrick?
—Muy pocas, realmente —dijo el espía—. Pero lo que me interesa es conocer su carácter.
—Ella es una chica muy amable.
—No conmigo —dijo el chico.
—Es muy arisca y grosera con los guardaespaldas, no le va a ser fácil lidiar con ella. ¡Y no se le ocurra usar armas para cuidarla! Megan tiene Hoplofobia desde hace algunos años.
—¿Qué es eso? —preguntó ése espía, un poco intrigado, tal vez porque no tenía conocimiento de lo que significaba ésa palabra.
—Es una fobia poco común. Ella le teme a las armas de cualquier tipo.
—Comprendo...—dijo el sujeto, al descubrir cuál fue el motivo de mi desmayo hacía un momento, en mi oficina.
—Tampoco le gusta tener a una persona a su lado todo el tiempo. Siente que no le dan libertad para hacer lo que quiere.
—Pero ella debe entender que mi trabajo en este lugar es protegerla —argumentó el espía—. Y que para poder hacerlo, mi deber es estar al pendiente de todo lo que hace.
—Ella lo entiende, pero nunca estará de acuerdo con nada de eso. Es más, creo que me va a odiar por lo que he hecho.
¿Odiar al tío Jhon? ¿Yo? Eso nunca va a pasar, es como mi segundo padre, siempre ha estado al pie del cañón para ayudarme, además de ser el mejor amigo de mis padres y mi padrino de bautizo. Aunque meta la pata mil veces -como ahora con lo del dichoso guardaespaldas-, nunca lo odiaría, porque lo hace para cuidarme.
—¿Otra acotación? —preguntó el espía.
—Nunca le lleve la contraria, nunca. Ella va a ser su jefa y no debe objetar sus órdenes, o se las va a ver negras.
—De acuerdo —dijo ese sujeto.
—¿Puedo preguntarle algo?
—Adelante, Doctor Sanders —dijo el espía.
—¿Por qué usa esa ropa tan llamativa y ese casco tan extraño?
—Es el... uniforme de la empresa en la que yo trabajaba —respondió ese sujeto, algo nervioso, quizá hasta dudoso.
—Pues es mejor que deje de usarlo. Primero, porque esta no es la empresa en que trabajaba; segundo, porque Megan odia los uniformes raros y, por último, porque aquí no lo necesitara.
—Si no se le ofrece nada más, me retiro —dijo el espía, para después salir de la oficina.
Cuando ese sujeto salió de la oficina de mi jefe, reconecté la cámara a la oficina de la Doctora Jhonson, que era mi objetivo principal y pensé en alguna manera de librarme del espía que ella había ordenado infiltrar para saber todos mis movimientos en IEPCOM. Después de eso, me senté en mi escritorio, como si nada, con la intención de esperar a que mi “guardaespaldas” viniera a mi oficina.
Un momento después, Stuart entró a mi oficina, algo nervioso “se le escapó a Jhonson”, pensé al verlo, por lo que le pregunté:
—¿Qué ha pasado con el “Proyecto Irión”?
—Ya los sujetos de prueba se desarrollaron por completo y hoy los liberaron de sus cápsulas— me dijo él, nervioso.
—¿Viste todo? ¿Cuantos son?
—Nueve —dijo él—. Y ni me recuerdes como fue, aún siento asco por eso.
—Pobrecito... no has cambiado nada.
—Bueno, me voy —dijo él, para después salir "como alma que lleva el Diablo" de mi oficina.
Solo pasaron unos minutos para que se escucharan los golpes secos que le dio mi "guardaespaldas" a la puerta, para después preguntar:
—¿Puedo entrar, señorita Knox?
—Sí, adelante —dije, algo nerviosa.
La puerta se abrió lentamente y mi empleado entró a mi oficina con sumo cuidado, como si no quisiera que me diera cuenta de su presencia. "Tenía que ser un espía", pensé al verlo entrar de esa manera y le dije, en un aparente tono de broma, porque en realidad iba muy en serio:
—Se supone que cuando yo lo deje entrar a mi oficina, debe entrar como alguien normal, no como un ladrón. Téngalo en cuenta.
—Lo haré —dijo él, serio—. Y siento lo de hace rato, no sabía de...
—Que no vuelva a ocurrir.
Aproveché para ver su rostro, aunque usaba lentes oscuros, cosa que no me gustaba, pues los ojos eran algo primordial para conocer a una persona según mi opinión; pero me fijé en otros rasgos: era pálido, mucho; tenía la nariz perfilada, pero pequeña, ademas de algunos rasgos infantiles, quizás por la edad. Entonces vi su cabello, de color rubio claro, pero no platinado, le llegaba hasta la nuca y tenía un flequillo al frente, lo que lo hacía ver aún más añiñado.
Continuará...
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Editado: 20.05.2025