La Verdad Sobre Iepcom

Capítulo XVII: La Tarea del Espía

"Este capítulo lo narra el 'guardaespaldas' de Megan"

Me desperté repentinamente, un poco exhaltado, por la pesadilla que acababa de tener. Miré alrededor y ví que estaba en una de las habitaciones con las que contaba la empresa que sería mi sitio de trabajo, al menos por un tiempo, completamente absorto en el aburrimiento crónico que sentía en ese momento. Le dí un vistazo rápido al reloj de pared que estaba colgado en una de las paredes de dicho dormitorio: eran las cuatro y media de la mañana. Traté de volver a dormirme, sabía que se venía un día largo y complicado en ése lugar, no obstante, por más vueltas que di en la cama individual en la que estaba acostado, no lograba conciliar el sueño -algo que ya era normal para mí-, lo único en lo que podía pensar era en el por qué tenía tanta mala suerte en la vida, y en nada más que eso.

Había tenido un pésimo primer día de trabajo en dicha compañía, donde tendría que dedicarme a cuidar la integridad de la señorita Megan Knox, ya que era el objetivo por el cual el Doctor Sanders , el Director de dicho lugar, me había "contratado". El pobre hombre ni siquiera se imagina que todo aquello era parte del plan de una persona, que no podía ser más despreciable para mí: Jacob Fitzpatrick. La razón por la que estoy aquí en verdad, es para cumplir con mi " misión" en ésa empresa, que era el evitar que la joven no se entrometa en la realización de la investigación, experimento o... ¿qué se yo? En fin, del trabajo que está llevando a cabo Karen Jhonson en éste lugar, desde hace un tiempo.

No veo necesario el procedimiento, yo no creo que ella sea peligrosa realmente para sus planes; aunque a ellos no les importa para nada lo que yo piense, para ellos soy una cosa, un peón en un tablero de ajedrez que ellos han organizado y no ahora, sino hace mucho tiempo. Lo más probable es que todo éste asunto les puede llegar a ser provechoso en un futuro, pero lo que no alcanzo a comprender es... ¿en qué? No tengo ni la menor idea de lo que se pueden traer entre manos ésos dos desalmados.

Sabiendo ya que no iba a poder dormir mucho más ésa noche, me quedé pensando en qué podría ocuparme, al menos por un rato. Le dí una mirada al traje que usé cuando llegué a la empresa, así como también a la katana que había traído conmigo, con la inyención de usarla si se llegaba a presentar alguna situación de peligro para ella, y recordé lo que me dijo el Doctor Sanders la noche anterior. El hecho de que la señorita Knox le tuviera tanto miedo a las armas, hasta el grado de llegsr a desmayarse, me hacía ver que ésa idea quedaba totalmente descartada, y que tendría que cumpir con mi trabajo a mano limpia, aunque ése no era un impedimento real para mí.

—Si me vuelvo a aparecer frente a la Doctora Knox con ése traje, tendré problemas —me digo a mí mismo, en voz alta—. Ella parece ser alguien muy cercana al Doctor Sanders, y la conoce muy bien. Con el carácter que se gasta, es muy capaz de ir a quejarse con él si lo hago.

Busqué la maleta que traje conmigo para mi salida, entre las pocas cosas que habían en mi equipaje, me decidí por usar unos jeans de color azul oscuro, una franela blanca, una chaqueta de color marrón claro y unas botas negras, de botas altas, que me llegaban a la mitad de la pantorrilla. Dejé la ropa encima de la cama, mientras tomaba una ducha, y luego me vestí, porque ví en el reloj de pared que colgaba en una de las blancas paredes de dicha habitación que ya eran casi las seis de la mañana. Me sentía mucho más cómodo y relajado con ésa ropa que con el traje, por lo que me dí cuenta de que el consejo del Doctor Sanders era válido.

Antes de salir de allí, recuerdo algo, que aunque para otros parezca insignificante, para mí es la marca que había determinado mi destino, mis ojos. Así que revisé por encima mis cosas, buscando algo que me sirviera para cubrirlos, hallando unos lentes oscuros, los cuales tomé y me coloqué, mientras me decía, para animarme un poco:

—Ya está, espero que esto sirva, al menos mientras esté aquí.

Iba caminando por los pasillos de la compañía IEPCOM, con rumbo a la oficina de la señorita Knox, porque tenía que estar al pendiente de lo que hacía. Sin embargo, no pude evitar sentirme incómodo cuando pasé al frente de una de las oficinas de la empresa.

Pensé en pasar de largo, pero antes de poder dar un paso más, escuché la voz de la mujer a quien más odio en el mundo: Karen Jhonson. Había alcanzado a verme pasar seguramente, por lo que se asomó por la puerta de su oficina, y se limitó a llamarme, diciendo:

—Hey, tú, por fin te veo. Ven aquí, tenemos que hablar.

—Disculpe, señora, pero no puedo —me negué, aunque trataba de no ser descortés, ya que no estábamos en nuestro ambiente "habitual" —. Tengo que ir a la oficina de la señorita Knox, es la orden que me dió Fitzpatrick antes de venir... ¿No es así?

—Escucha bien, mocoso —espetó la mujer, enojada —. O me obedeces y entras a mi oficina ahora, o me voy a ver en la penosa necesidad de aconsejarle al Doctor Sanders que contrate a alguien más para que se ocupe de "cuidar" de su ahijada. Y si eso pasa, tú volverás al hoyo de donde te saqué... ¿Entendido?

—Como digas, Jhonson —respondí, fastidiado por lo que había dicho.

Entré a ése lugar un momento dspués. Se trataba de un sitio espacioso, con unos ventanales muy bonitos, que aprovechaban la entrada de la luz del sol en el día, para iluminar el sitio de forma natural. No había muchos muebles, pero contaba con lo necesario para hacerla una oficina bastante cómoda. Estaba tan concentrado en ver todo aquello, que apenas pude darme cuenta de que mi "jefa" me estaba preguntando algo:

—¿Te gusta mi oficina? Antes era utilizada por la Doctora Knox, espero hacerle unos cambios después, más acordes a mi estilo.

—La verdad, me da igual, Jhonson —bufé, haciéndole ver que no tenía ganas de nada, aunque pensé: "Llegó y, apenas pudo se instaló en la oficina que era de la señorita Knox. Siempre tan chocante, Jhonson".




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