Cloe, Stuart y yo estábamos en mi oficina, comiendo el pastel que mi amiga me había traído sin avisar, pues era mi cumpleaños -de lo que no me acordaba hasta que lo hizo, tenía muchas cosas en las que pensar- y Stuart me dijo, en voz baja:
—Si Cloe no me hubiese regañado como si yo fuese un niño chiquito, no tendrías regalo, Meg.
—Entonces debo agradecerle —le respondí, riendo—. Así te acuerdas de mí más seguido.
Al escuchar lo que dije, la cara de mi mejor amigo cambió de tener una sonrisa, leve, pero así sonreía, a una de pesar, quizá por el hecho de que él no solía regalarme nada en mis cumpleaños; pero yo sabía sus motivos- como buena mejor amiga- y nunca le cuestioné nada por no hacerlo. Stuart es mi amigo desde que tengo memoria, su madre trabajaba en mi casa como ama de llaves y su padre era el chofer de la familia, aunque eso me importó un comino al momento de comenzar nuestra amistad y siempre lo traté como mi amigo.
Pero, a pesar de todo, hicimos todo juntos: fuimos a la misma escuela, pasábamos casi todos los días en mi casa, compartiendo y estudiando, además de muchas otras cosas que hicieron que mi infancia fuese genial. Lo único malo- según él- fue que nunca me pudo regalar algo en mis cumpleaños, por no tener dinero para comprarme un regalo decente.
—¡Era broma! —le dije, estallando en risas, para distraerlo.
Creo que Cloe no se dio cuenta de nada, pues estaba tan concentrada en comerse su trozo de pastel, que no nos vio; lo que hizo fue decirme:
—Ya llegó tu "guardaespaldas", Megan.
—¡Ay, no! —exclamé, algo desanimada—. ¿Qué no tiene algo mejor que hacer que molestarme?
—Voy a llevarle una rebanada de pastel.
¿Acaso se había vuelto loca?, ¿cómo iba a hacer algo así? Se supone que es un espía enviado por la Doctora Jhonson y que buscaría cualquier excusa para poder enterarse de todos nuestros planes e irle con el chisme a su jefa, ¿en qué estará pensando?
—¿Por qué? —fue lo que le pregunté finalmente.
—Se supone que es tu "guardaespaldas", ¿no? Además, creo que no debe quedarse sin probar esta delicia.
—Voy contigo...
—Vamos contigo —dijo Stuart, decidido.
Salimos de la oficina tranquilamente, aunque yo estaba muy nerviosa por lo que creía que iba a ocurrir. Allí lo encontramos, recostado al lado de la puerta, muy tranquilo y, al vernos, soltó su pregunta:
—¿Qué se le ofrece, señorita Knox?
—A mi nada —dije, con tono cortante—. Pero a mi amiga Cloe sí.
—¿Y qué será?
Ella le dio el plato con su rebanada de pastel y después, él le preguntó:
—¿Qué se supone que haga con esto?
—Comerlo —dijo ella, un poco aburrida, creo que porque no esperaba su respuesta.
—¿Acaso no sabes lo que es un pastel? —preguntó Stuart—. Se supone que debes comerlo, o eres un pobre bruto que no lo sabe y por...
Mientras mi amigo hablaba, mi "guardaespaldas" le entregó el trozo de pastel a Cloe y, cuando escuchó que él lo llamó "bruto", lo tomó por el cuello, enroscándolo con su brazo derecho -cual Boa Constrictor en su presa-, por lo que a Stuart comenzó a faltarle el aire en pocos segundos.
—¡Suéltalo! —le ordené al espía, pues estaba muy angustiada por lo que estaba haciendo.
El espía acató la orden que le di, soltando a mi amigo casi de inmediato y, después de eso, él y yo volvimos a entrar a mi oficina rápidamente. Por su parte, Cloe le devolvió el trozo de pastel y se fue de allí, no sin antes decirme:
—Tengo cosas que hacer, nos vemos después, Megan.
Creo que fue a ver lo de los videos que Garrett le envió -dijo que los vería-, aunque no estoy muy segura de ello, seguramente tiene otras cosas que hacer aparte de eso. Al entrar a mi oficina, le ofrecí asiento a mi amigo, pues lo necesitaba, uno no se recupera de algo así en solo segundos. Pero luego me dijo:
—Megan, esto esta tomando un rumbo muy extraño y no sé si salgamos bien de ésta.
—No te preocupes tanto por eso —le dije, para calmarlo un poco—. Todo esta ocurriendo como debe ocurrir, no me voy a dejar vencer por eso.
—¿Y si ése salvaje te hace algo?
—Yo sé cuidarme —le dije, un poco fastidiada—. No te preocupes tanto por mí.
—Bueno, mejor me voy. Es mejor que descanses un poco de todo este asunto.
Acto seguido, mi amigo salió de mi oficina rápidamente quizás para no encontrarse de nuevo con el espía y no tener un nuevo roce con él. Yo también salí, porque iba a mi habitación a descansar un poco, tal vez dormir, con tantas cosas en la cabeza era difícil hacerlo. Pero vi al "guardaespaldas" en el mismo sitio que antes, me acerqué y le reclamé, muy enojada:
—¡Si vuelve a ocurrir algo así, te arrepentirás! No sabes de lo que soy capaz, imbécil.
—No volverá a ocurrir, señorita Knox —dijo el chico, muy serio—,. Haré todo lo posible por no molestarla.
Y me fui a mi habitación, no quería saber nada más de esto, al menos por la noche de hoy.
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futuro cercano, experimentos geneticos humanos, misterio e investigación
Editado: 10.06.2025