Caminaba rápidamente, pues quería saber la razón por la cual el Doctor Sanders me había llamado, fuera lo que fuese, no estaba dispuesta a hacerle ningún desaire, él era una persona muy importante en mi vida y no lo haría sentir mal nunca. Troy iba a mi lado, a paso ligero, podía verse a leguas que estaba un poco más tranquilo, a pesar de que aún tenía que fingir ante todo el mundo que sólo era un guardaespaldas más del montón, pero creo que eso no le molestaba.
Lo miraba de reojo algunas veces, dejándome llevar por una creciente curiosidad, porque yo quería ver sus ojos, pues llegaba a parecerme raro que siempre usara lentes oscuros. Al llegar a la oficina de Sanders, le dí la siguiente orden, aunque con voz serena, para que no llegara a pensar que yo no confiaba en él, aunque tuviese dudas acerca de su lealtad hacia mi causa contra Jhonson en IEPCOM:
—Espérame aquí, las platicas con el Doctor Sanders suelen ser largas, pero haré lo que pueda para no tardar tanto. ¿Entendido?
—No se preocupe, señorita Knox —acordó él, con voz serena—, esperaré lo que sea necesario.
Entré a la oficina un momento después, y fue entonces que descubrí el motivo de todo aquello: me encontré al loco del tío Jhon con un pastel de chocolate, toda clase de adornos y güilindajos, lo que me dio a entender que él también tenís pensado celebrar mi cumpleaños y le dije:
—Jhonathan, mi cumpleaños fue ayer.
—Ya lo sé, Megan —me dijo, despreocupado—. ¿Acaso no podemos celebrarlo ahora?
—Entonces será la segunda celebración.
—¿Quién se me adelantó? —me preguntó, con un gesto claro de desilusión en su rostro.
—La Doctora Hatthaway, me sorprendió con un pastel anoche y lo celebramos con Stuart.
—¿El Doctor Langley en esas? —se preguntó, más que extrañado por lo de Stuart, porque sabía bien que mi amigo no era amante de las fiestas—. Bueno, entonces te daré un pequeño obsequio por tu cumpleaños.
Yo sabía muy bien como eran los "pequeños obsequios" del tío Jhon: pulseras, anillos y relojes de oro o plata, que casi siempre tenían piedras preciosas. Solía regalármelos porque no tuvo hijas y yo, al ser su ahijada, tenía que recibir lo mejor de lo mejor, además de que él me consideraba como si fuera su propia hija.
De una de las gavetas de su escritorio sacó un pequeño estuche rectangular, de color negro, el cual colocó entre mis manos, mientras me decía:
—Espero que te guste, es un regalo especial, porque ya eres mayor de edad y no quería quedarme sin hacer algo especial para ti en éste día.
—¡Gracias, tío Jhon! —casi nunca lo llamaba así, pero la emoción me ganó en ese momento.
—¡Pero ábrelo!
Levanté la tapa del estuche y me encontré con un collar de plata: una cadena fina, con un dije en forma de corazón, en el que estaba incrustada una piedra de zafiro, una de las piedras preciosas que más me gustaba. No era demasiado llamativo en cuanto a su diseño, sin embargo, yo sabía muy bien que ésa joya era de un valor económico considerable, sobre todo por la piedra que tenía.
—No te hubieses molestado —le dije, realmente apenada, porque no me esperaba un regalo como ése de su parte.
—Póntelo, quiero que lo uses, no como todos los demás, que no los usas para no alardear, Megan. Es más, yo mismo te lo pondré.
¿Podría decirle que no? Por supuesto que no, fue por lo mismo que me recogí el cabello con las manos, con la intención de que él me lo pusiera, rodeando mi cuello con la cadena del mismo, que aseguró con el pequeño broche que tenía, y que quedaba justo a mi espalda, cuando terminó, dejé caer el pelo sobre mis hombros nuevamente. Lo que me dijo después de eso fue:
—Se te ve hermoso, ¿ves que tengo buen gusto?
—No digas eso —le dije, pues sabía que lo que él buscaba era animarme un poco.
—Es lo menos que te mereces, Megan. ¿Pruebas el pastel o hace mal para la dieta?
—Sabes muy bien que yo no hago dietas —comenté, entretanto esbozaba una sonrisilla pícara—. Pero debes darme tres trozos más.
—¿Para quienes?
—Para Stuart, la Doctora Hatthaway y para mi guardaespaldas —respondí, aún sonriente, pero en voz baja—. Lo tengo allá afuera esperándome.
—Por cierto... ¿cómo te está yendo con tu nuevo guardaespaldas? ¿Rompió la mala racha?
—Es muy pronto para decir eso, necesito pasar más tiempo con él —fue la respuesta que le dí, para después agregar—. Me cae bien, por ahora, no obstante, a Stuart no, no le tiene confianza.
—¡Por fin! Aunque no lo creas, ése ya es un gran avance, Megan. Y que el Doctor Langley se aguante la tirria que le tenga.
Después de eso, comimos un poco del pastel que él me había preparado, que estaba delicioso, además de que tomé los trozos que había apartado para los chicos y los puse en un plato. Me despedí de Sanders y me fui a mi oficina, pero antes le dije a Troy:
—Perdón por la tardanza, es que Sanders me tenía una sorpresa por lo de mi cumpleaños.
—No se preocupe, señorita Knox —me dijo, sereno—. Se podría decir que son... ¿Gajes del oficio?
Entonces aproveché para decirle algo que se me había pasado por alto antes de todo aquello:
—Ya no me digas señorita Knox. Mi nombre es Megan, sólo dime Megan.
Continuará…
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Editado: 20.05.2025