La Verdad Sobre Iepcom

Capítulo XXXV: Antes de los Problemas

"Este capítulo es narrado por Troy"

​Después de que los chicos descubrieran los planes de la Doctora Jhonson y el imbécil de Fitzpatrick, decidí volver a mi habitación, no para descansar, sino porque no quería que Megan o Cloe - que estaban muy angustiadas- se preocuparan más por mi causa. Cuando llegué, lo primero que hice fue buscar el maletín que traje cuando Fitzpatrick me trajo a IEPCOM, para ver si hallaba algo que me sirviera para detenerlo a él y a los asesinos del "criadero" -por mínimo que fuera- si venían a este lugar a atacarnos.

Encontré un Nunchaku, un Kunai, un par de Tonfas, las infaltables Shurikens y un Tantō- lo demás era ropa-, pero en ese momento recordé que Megan le tenía fobia a las armas: "Ese es un problema para mí, pero ya veré qué hago", fue lo que se me cruzó por la mente cuando comencé a meditarlo. Mi espada ya no era una opción pues es un arma visible y no quiero que se note que las llevo, por eso mismo me había dedicado a buscar armas más pequeñas desde un principio.

"¿Y dónde las escondo?", me pregunté, un poco intrigado, pero después se me ocurrió algo. Busqué entre mis ropa una chaqueta que tenía bolsillos internos, me serviría para eso y, al encontrarla, guardé todas las armas que pude- las Tonfas y muchas de las Shurikens no podían ir en ella- y luego me cambié de ropa, porque estaba en pijama y, un momento después de ponerme la chaqueta y de cerrar el maletín, escuché que llamaban a la puerta, por lo que me dispuse a abrir.

Al hacerlo, vi que era Cloe, que traía consigo una bandeja de comida, pero tenía un gesto de sorpresa muy notorio y no dejaba de mirarme, por lo que le pregunté, un poco extrañado por aquello:

¿Qué pasa, Cloe?

No hizo falta que ella me respondiera, pues solo me tomó un instante el darmr cuenta del "pequeño gran descuido" que había cometido: no traía puestos mis lentes, por lo cual, era más que obvio que había visto mis ojos. Tomé la bandeja, para que no se cayera al piso -pues me parecía que iba a ocurrir, por su reacción aparente-, y la hice pasar a la habitación, para luego hacerle una pregunta, llevado por la curiosidad:

—¿Por qué viniste? Deberías estar descansando, o con los chicos ahora.

—¿Descansar ahora? —me preguntó la castaña a su vez, un poco sorprendida—. Con todo lo que está pasando, dudo que pueda pegar un ojo... Y vine porque Megan me pidió que te trajera algo para que desayunes.

—No te hubieses molestado, gracias.

Vi los lentes en una mesa y los tomé para ponérmelos, pero ella no me dejó y me dijo, con voz serena:

—Ya no necesitas esconderlos de nadie.

—Soy un fenómeno —le dije, mientras bajaba la mirada—. No inspiro otra cosa que lástima o que las personas se burlen de mí.

—No digas esas cosas, tú no eres un "bicho raro", si la gente te ha llegado a discriminar por tus ojos, es porque son unos idiotas, que sólo se dejan llevar por la apariencia... Créeme, sé de lo que hablo.

—En mi país, te iría muy bien —comenté, con la intención de evitar el tema de mi color de ojos—. Las personas que tienen ojos verdes viven en la isla principal y tienen todas las comodidades posibles.

—No creo que me agrade vivir en un lugar donde te hayan tratado mal, Troy... No olvides que todos en éste mundo somos valiosos, de un modo u otro.

—No lo creo, Cloe —dije, dejándole claro a ésa chica qur estaba reacio a creer eso—. En mi vida, casi toda la gente que he llegado a conocer, solo me ven como una cosa, algo que les puede ser de utilidad.

—Pues yo no soy así. Yo veo en ti a un chico dulce, tierno, que se toma en serio lo que hace, que es precavido cuando debe, un poco impulsivo, sin llegar a ser violento y muy tímido a la hora de contar tus intimidades; por último, muy listo... Eso me gusta.

—¿En serio soy todo eso, según tú?—le pregunté, bastante sorprendido—. No creo que sea para tanto, estás exagerando.

—Claro que no, Troy, hablo en serio. Pero come algo, que debes tener hambre.

Le hice caso, porque no quería tener problemas con ella o con Megan por no comer y la comida estaba muy rica. Eran emparedados de atún, le ofrecí uno a Cloe, pero me dijo:

—No quiero, literalmente, Megan me hizo comer dos de esos y no quiero comer más.

Esa Megan a veces parece una mamá -la mía era así, pero no tan terca-, espero que no sea tan mandona con sus hijos cuando los tenga. Al pensar en eso, suelto una carcajada, pero dejo de reír cuando veo a Cloe con una de las Tonfas en la mano, mientras me pregunta, muy curiosa:

—¿Desde cuándo las porras son armas peligrosas o letales, Troy?

—Esa no es una porra —fue mi respuesta—. Es una Tonfa y es muy peligrosa.

—¿Cuál es la diferencia?

—Está hecha de madera muy resistente, solían usarlas los policías japoneses, pero ahora son armas comunes y corrientes, nadie excepto un experto las sabe usar —le expliqué, ya que era una de las cosas que tuve que aprender en el "criadero"

—Es genial, ¿no lo crees?

—Sí —agregué, más serio—, pero si no las sabes usar, se vuelven mucho más peligrosas, porque te puedes lastimar.

—Entonces de lejitos se ve más bonita. Y ya me voy, a ver qué están haciendo Megan y el desconfiado de Stuart.

Y justo después, ella hizo justamente lo que había dicho, se marchó, dejándome allí, listo para lo que se pudiera presentar en la compañía y, tal vez, algo de diversión venga con eso.




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