La Verdad Sobre Iepcom

Capítulo IXL: Plan de Fuga

"Este capítulo es narrado por Cloe"

​Cuando yo me fuí de donde aquel chico estuvo a punto de matarme, no dejé de correr, porque quería encontrarme con Megan y con Stuart en su oficina, para fugarme de aquí con ellos. En medio de todo lo que ocurría, pasé frente al lugar en el que se encontraban los XR y pude ver a una chica, por lo que pensé: "No sabía que una de ellos se había quedado aquí".

Revisé la cerradura de la puerta de esa zona de la compañía, pero me di cuenta de que necesitaba de una tarjeta de acceso para poder abrir y comencé a buscar una en los alrededores. Casualmente, veo a un guardia tirado en el piso, con una herida muy profunda en el pecho, que tenía una tarjeta de acceso en uno de los bolsillos del pantalón, me acerqué a él -debo decir que no fue nada agradable- y la saqué con sumo cuidado, para después pasarla por la ranura de la puerta, con todas mis esperanzas puestas en que la abriera y así lo hizo, por lo que me dije:

—¡Estás de suerte, Cloe!

Entré rápidamente en ese lugar y me dirigí a la habitación en la que se encontraba la chica, para revisar la cerradura que tenía y darme cuenta de que no sería nada sencillo hacerlo: Tenía contraseña electrónica y no tengo idea de cuál es. Recordé en ese momento que no traía mi tablet conmigo y pienso: "Si tuviera mi tablet, me conectaría con Garrett y él abriría la puerta, pero la dejé en mi oficina". Miré la puerta y me dije:

—No tienes otra opción, Cloe. Ojalá no hayas olvidado las clases de tiro que tu madre te obligó a tomar, antes de venir a estudiar a Los Ángeles.

Me paré frente a esa puerta y apunto a donde está la cerradura, respiré lentamente, con la intención de calmarme y disparé. Desde ahí vi que la chica se escondió por el estruendo que causó ese balazo.
Cuando la puerta de abrió, le dije:

—¡Vámonos de aquí! Estamos en peligro.

—Tengo miedo —me dijo la chica, que aun estaba escondida.

—Yo también, pero salgamos de aquí. No te haré daño.

Aunque la chica temía por lo que estaba pasando -no suelo hacer cosas así, pero no tuve opción- y no parecía muy segura de hacerlo, me hizo caso y salimos a buscar a los chicos a la oficina de Megan. Pero lo que más me extrañaba era que a pesar de no saber que era lo que yo quería hacer, me seguía.
Llegamos a la oficina de Megan y encontramos a una chica rubia, de ojos grises, piel blanca, de metro sesenta y nueve de estatura y vestida de rojo, que estaba apuntando a Stuart con una Nodachi. Él estaba muy asustado y Megan se había desmayado, pero yo dije, animada:

—Creo que alguien necesita ayuda aquí.

—¿Te volviste loca, Cloe?— preguntó Stuart, muy extrañado por mi actitud.

—Ése alguien eres tú —dijo la chica, mientras volteaba a verme, empuñando su arma.

Entonces le apunté con el arma -en éstas circunstancias, ya no tenía nada que perder- y la encaré, decidida:

—No te tengo miedo, loca.

—¿Cómo te atreves a decirme eso, estúpida? —me preguntó la rubia, muy enojada.

Alzó su arma, dispuesta a cortarme con ella, para hacerme pagar por mi osadía, pero sucedió algo que no me esperaba en lo absoluto: De repente, mi acompañante le dio una patada en las manos a esa chica, haciendo que la rubia soltara su espada, pero ella sacó un Jo de su cinto y se dispuso a atacarla, mientras exclamaba:

—¡Una niña no va a vencerme!

Entonces ocurrió algo que no esperábamos: En una de las paredes de la oficina acabó clavado un Kunai, por lo que esa chica exclamó, furiosa:

—¡Ésos tontos no sirven para nada! ¿Por qué Fitzpatrick no...

No pudo acabar la frase, por que mi acompañante le dio un puñetazo y acabó inconsciente. Un momento después, vimos al Doctor Sanders acercarse velozmente hacia nosotros, por lo que Stuart le preguntó:

—¿Cómo llegó aquí, Sanders?

—Un chico me trajo— respondió, pero se notava un tanto desorientado—. ¿Megan se encuentra bien?

—Sí, se desmayó de la impresión, por la espada de ésa sicaria, Doctor Sanders.

Mientras Stuart y el Doctor Sanders hablaban, yo vi a Troy cerca de allí, pero no se movía de donde estaba, lo que me hizo pensar el algo y preguntarme, al recordar lo último que dibera aquella mujer, antes de ser neutralizada por la niña que había rescatado : "¿Fitzpatrick estaba aquí en la compañía?", por lo que le digo:

—Troy, ven con nosotros. No vale la pena lo que quieres hacer.

En vez de hacerme caso, él cerró la compuerta de entrada a ésa parte del edificio, lo que me dejó muy claro que su decisión ya estaba tomada.

Salimos de allí, buscando una salida de emergencia que estaba cerca de esa zona. Era un ascensor viejo y casi inutilizado por los empleados de la compañía, pero del que Sanders sabía todo- tenía que saberlo- y en unos pocos minutos, ya estábamos fuera de IEPCOM. Stuart llevaba cargada a Megan y el resto íbamos a pie, pero antes de que se me ocurriera preguntar cómo saldríamos de allí Sanders buscó una camioneta y subimos en ella rápidamente.

Stuart estaba en el asiento del conductor e hizo andar el motor un momento después, por lo que pudimos avanzar hacia la inmensidad de la ciudad, sola y abandonada- a simple vista, porque habían personas ocultándose de los criminales que rondaban la zona para ver si podían hacer de las suyas. Entre el desconcierto del Doctor Sanders, la ignorancia que mostraba la chica que estaba a mi lado, el mutismo de Stuart y mi temor por lo pudiese ocurrir en las horas siguientes, fue pasando el tiempo.

Lo único que me preocupaba era la reacción que tendría Megan- aún seguía desmayada- al saber lo que había ocurrido con Troy en la compañía...




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