La vez que hui de ti

Capitulo 2

—¿Qué haces aquí tan temprano?—preguntó Brian aburrido mientras abría la cafetería.

No respondí y me levanté del cantero reseco donde estuve la última media hora. Esa mañana huí del departamento tan temprano que dudaba que Gideon se hubiera dado cuenta. Usualmente me quedaba durante unos minutos para desayunar y él limpiaba lo que quedaba antes de que parta para el trabajo, pero esa mañana desperté temprano luego de una larga (en serio larga) noche de sueños extraños con la única intención de no volver a ver a Eliot, tomé mis cosas y salí. Sin bañarme, sin comer y sin peinar.

Era una tonta por pensar que él se iría por su cuenta o que Gideon le diría que se vaya a un hotel, pero tenía esperanzas de que alguno de los dos se de cuenta de mis evasivas.

Entré en el local detrás del gerente y corrí hacia los vestuarios sacando el cepillo y el jabón del bolso. No había duchas pero sí un pequeño baño con un espejo y un lavamanos que por una vez fueron realmente útiles. Ignoré las ojeras bajo mis ojos, coloqué un poco de rubor y me até el cabello en una coleta alta.

Okey, Emily, es un día nuevo y tienes que superarlo—le dije a mi reflejo cansado y ojeroso que me miraba no tan convencida—. Él no estará cuando lleguemos, sabe que no lo queremos, tú cálmate.

Asentí, ella asintió y salí.

La mañana estuvo más concurrida que otras veces. Una mujer llegó con su club de lectura, una pareja con un niño pequeño y gritón y dos hombres se sentaron a conversar por lo bajo antes de salgan. Hubo alrededor de tres cumpleaños y muchas personas que solo vino un por un café antes de que toquen las doce.

—Emily—llamó Brian desde la caja, lo miré por encima del hombro mientras tomaba el pedido de una mujer con su hija—. Ve a ayudar a Cameron.

Asentí y miré a Lola salir del despacho con el rostro lleno de lágrimas y suplirme en el salón. Intercambiamos miradas, hablaríamos luego, asentí y entré en la cocina.

—¿Podemos hablar de la escena que tuvimos ayer?—preguntó Cameron al cabo de un rato mientras yo pelaba mi segundo kilo de papas con los dedos adoloridos.

—¿Qué escena?

—No lo sé... La escena de tu novio llegando a los gritos para hablar contigo. —Le lancé una mirada de reproche y él río alzando las manos enguantadas con inocencia—. Oye, te vi toqueteandote con él en el callejón de aquí a la vuelta.

—¿Y eso qué?

—Nadie que no quiera a otra persona deja que la toqueteen en un callejón.

Lo miré irritada para saber qué sonreía satisfecho.

—Eres un pervertido.—Pele dos papas más y suspiré al oírlo sacar las bandejas con carne del horno y pincelarlas con salsa—. Rompí con Tanner, pero él sigue insistiendo porque al parecer no entiende que no es no.

Estuve muy cerca de arrancarme la uña dos veces antes de pasar a la siguiente papa.

—Hizo enojar a Brian—señaló Cameron devolviendo una bandeja del horno—. Lo oí gruñir que nadie viene desde el escándalo.

Lancé una carcajada.

—Eso fue ayer.

Asintió y rió.

—Eres la culpable de todas las desgracias que suceden en ese lugar... ¿Oye, me vienes a ayudar aquí?

Asentí, deje las papas a un lado y comencé a tenderle los platos para servir la carne y las verduras durante 15 minutos antes de que Samanta asome la cabeza por la puerta.

—Emily—llamó con una sonrisa brillante—, hay un tipo alto y guapo que pregunta por ti.

Cameron reprimió una sonrisa extraña mientras terminaba de servir y asintió a que me vaya aunque faltaban tres platos. Rodé los ojos lanzando a un lado el trapo con el que limpiaba, bufé y salí de la cocina siguiendo a Samanta hacia el salón.

—¿Quién es?—susurró con entusiasmo y seguí su mirada hacia el “tipo alto”. Fruncí el ceño y tomé una cartilla con el anotador gruñendo por lo bajo:

—El mejor amigo de mi hermano.

—Es sexy.

La ignoré caminando hacia él con los hombros tensos y me detuve junto a su mesa con un suspiro que lo hizo sonreír.

—Hola, Emily.

—Hola, ¿qué quieres?

—¿Hoy no dirás eso de "Bienvenido al país de Alicia"?

—Es "La casa de Alicia" y no porque tú no eres nuevo. —Su sonrisa se ensanchó y aparté la mirada hacia los alrededores con un revoltijo en el estómago—. Oye, me dijeron que un tipo alto y guapo vino a verme, ¿sabes quién es?

—Ja, ja, muy graciosa. —Rodé los ojos y observé cómo se inclinaba y sacaba algo del bolsillo de su chaqueta—. Olvidaste tu móvil cuando huiste.

—No huí—bufé tomándolo—, vine a trabajar. Algunos hacemos eso para sobrevivir. Ahora, ¿qué quieres?

Chasqueó la lengua.

—Tu hermano se sorprendió al no encontrarte allí, dijo que siempre desayunan juntos.— Fruncí el ceño molesta y él miró la cartilla entretenido—. Entonces, donas...Bien, quiero donas de chocolate y... ¿Un late?

—Bien. —Anoté el pedido y lo miré—. Para llevar, ¿no?

Me sonrió.

—Siempre eres tan sugerente... No, Emily, es para tomar aquí.

—Bien.

Volví a la cocina colocando el pedido junto a la caja para que Brian lo pase a la máquina. Tomé un plato con una dona de chocolate, lo dejé sobre la bandeja y fui por una taza ignorando la mirada de Samanta hasta que hablo.

—Oye, él es lindo.

—¿Si?—Serví el café. Eliot no era lindo, era algo superior a eso, era consciente de sus encantos aún luego de tanto tiempo, pero también era inmune. Me volteé hacia la bandeja, deje el café y miré a mi compañera—. ¿Quieres llevarle su pedido?

Parpadeó comprendiendo que le hablaba a ella.

—¿Qué?

—Llévale el pedido—insistí—, habla con él. Es agradable. Puedes pedirle el número y eso.

—¿En serio?

Asentí y la miré tomar la bandeja con duda, caminar entre las mesas hasta detenerse a su lado. Le dijo algo, él alzó la cabeza para mirarla asombrado y luego me busco. Sonreí y vi el desafío encenderse en sus ojos cuando me imitó y continuó hablando con Samanta.

Rodé los ojos y fui por un trapo a la cocina ignorando esa vieja molestia que se encendía en mi estomago cuando lo veía conversar con alguien. No debería importarme. No me importaba. Tomé el trapo con Cameron mirándome curioso y volví al salón para limpiar las bandejas y las cartillas con calma Brian seguía contando dinero, Lola no estaba a la vista y el lugar parecía al fin vaciarse. Un descanso leve. Me senté a comer una dona y evité mirarlos hasta que Samanta volvió saltando a mi lado.




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