—¿Por qué tengo que ir yo?—pregunté sentada junto a Eliot aún con mi informe y el celular agarrado encima de mis piernas. Lola viajaba atrás mensajeándose con sus padres, quienes ya casi habían llegado al aeropuerto, y nos lanzaba miradas indiscretas con sonrisas extrañas.
Eliot me miró de reojo.
—Porqué accedí a hacer esto por ti.
Parpadeé.
—¿Por mí?
Encogió los hombros y giró el volante.
—Tú lo pediste.
—Yo lo pedí porque...—Sentí un golpe en la parte baja del asiento y callé. Miré a Lola fruncir el ceño a través del espejo y rodé los ojos cruzando los brazos sobre el pecho. Eliot no insistió y se dedicó a manejar con la mandíbula y los hombros tensos.
El viaje al aeropuerto era largo y teníamos que salir del pueblo. La niebla, aunque menor, dificultaba mucho la visión y teníamos que ir a baja velocidad con los faros altos. Aunque Eliot no parecía tener problemas y eso me tranquilizaba.
Exhalé recostando la cabeza sobre la ventana y cerré los ojos. Estaba cansada y me dolían las piernas, quería dormir pero era incapaz de hacerlo. No había desayunado y sentía un vacío profundo en el estómago. Me abracé y suspiré profundo, si pudiera dormir un poco, solo un poco, sería mejor y podría sobrevivir el resto del día. El día siguiente no trabajaba por la prueba de vestidos de Lola, podría descansar unas horas más y eso me haría bien.
Oí a Eliot moverse y entreabrí un ojo para verlo encender la calefacción. Me miró un momento, apretó los labios y volvió al frente. Volví a acomodarme, cerré los ojos y mi cuerpo se relajo por completo al sentir el calor que despedía el tablero frente a mí. Me quite los zapatos y moví los dedos de los pies para que reciban parte de ese calor, el peso del cansancio se hizo peor y me hundí en el asiento con los ojos cerrados y respiraciones profundas.
. . .
Me estremecí al sentir una ráfaga de aire frío en los hombros y al intentar abrazarme me percaté de que había algo grueso y pesado sobre mí. Olían bien y no pude evitar acomodarlo para contener el calor. Abrí los ojos hacia la luz y miré el cielo gris y los autos estacionados del otro lado del parabrizas. Volteé la cabeza hacia los lados, Lola no estaba y la calefacción comenzaba a llenar el frío que entró en cuanto abrieron la puerta.
Giré la cabeza hacia Eliot detrás del volante y suspiré al verlo jugar con su móvil. Me enderece mirando alrededor de nuevo, comprendí que aquello pesado sobre mí era su chaqueta y lo aparté un poco para limpiarme los ojos y bostezar sobre mi mano.
Eliot me miró con una ceja alzada y sonrió divertido.
—Ya era hora de que despertaras...
—¿Ya llegamos?—murmuré con voz ronca y él asintió—. ¿Dónde está Lola?
—Fue a buscar a sus padres.—Me volteé para buscarla entre los autos estacionado alrededor—. No quiso despertarte.
Exhalé y me dejé caer sobre el asiento agotada. Gracias a la calefacción había dormido una buena parte del trayecto y mis neuronas funcionaban tanto como podían, pero mi cuerpo aún se resistía a moverse.
Revisé el móvil para tener algo qué hacer y miré los mensajes de Gideon y de Brian pidiéndome disculpas porque Lola era insoportable. Rodé los ojos y lo ignoré. Tanner también me había enviado algo pero lo borré sin mirarlo y bloqueé su número. Estaba harta de que no comprendiera. Bloqueé la pantalla, deje el aparato sobre mis piernas y miré a Eliot observar su celular su mucha atención. Estaba en redes, vislumbre desde mi lugar. Subía y bajaba en el inició de Instagram y logré ver algunas fotos de mujeres antes de ver una pagina peculiar que hizo que mi estomago gruñera de hambre. Era un postre de chocolate, con relleno de dulce, crema y... la pantalla se puso en negro.
—¿Quieres ir con tu amiga?—preguntó Eliot girándose hacia mí y casi automáticamente respondí.
—Quiero chocolate.
Abrí la puerta sin pensarlo. La imagen del chocolate seguí impresa en mi mente, el dulce derramándose sobre el plato y la crema encima, dulce, brillante. El estomago me dolía por recordarlo.
Baje de la camioneta colocandome el abrigo sobre los hombros y guardé el móvil en el bolsillo. Volví a colocarme los zapatos ante la mirada atónita de Eliot, cerré la puerta y me volteé hacia el enorme edifició de donde salían y entraban personas con valijas.
Di varios pasos y me detuve a abrocharme la chaqueta. El frío era punzante y me hacía temblar, el cielo gris comenzó a tornarse oscuro y por experiencia sabía que eso signficaba lluvia. Exhalé, terminé con todos los botones y continué.
Oí una puerta cerrarse, pasos rápidos y alguien se detuvo a mi lado.
—¿Dónde vas?—preguntó Eliot.
—Tengo hambre—confesé abrazandome el estómago—. Lo último que comí fue la cena de anoche.
Él me miró fijo, tenía los labios apretados y parecía querer decir algo, pero lo contuvo y me siguió hacia el interior del aeropuerto. Entramos por las puertas de cristal y caminamos por los alrededores en busca de algun negoció de comida. Casi todos estaban llenos. Seguimos durante unos minutos más, deteniendonos en el mapa en una de las paredes y, cuando él encontró un legocio de regalos en a unas escaleras de donde estabamos nos pusimos en marcha.
El estómago me gruñía y la cabeza me daba vueltas con cada paso que daba. Tenía hambre, sí, pero ademas estaba cansada y me dolía la cabeza. Iba a llorar si no encontrabamos algo para comer con la mano y sin tener que esperar demasido apra comprarlo, Eliot sugirió y a la cafetería por pastel y café pero me negué. Quería chocolate, la tonta imagen de su móvil no abandonaba mi mente.
—Allí—señaló cuando llegamos al un segundo conjunto de puertas que daban a un patio de comidas con mesas, sillas y comida rápida. Al fondo habia un negoció pequeño con cajas de caramelos y chocolates con dedicatorias y formas dignas de regalo.