La vez que hui de ti

Capítulo 11

Hola. Bueno, ya sé que estaba desaparecida, la verdad es que tuve con la soga al cuello con la universidad y los parciales, fue un mes complicado y no tuve mucho tiempo ni aminos para escribir. Siempre intento traer algo que me tenga satisfecha, no cualquiera cosa, y es por eso que no actualice. Así que ahora en las vacaciones voy a aprovechar para traer algunos capitulos más antes de empezar el proximo cuatrimentre. Esperó que lo disfruten tanto como yo.

Saludos. 

. . . . .

—¿Te sientes mal? ¿Quieres tomarte el resto del día?

Decirle a Lola lo que había pasado solamente sirvió para que comience a tratarme como un enferma y a vigilar cada paso que daba como si se tratara de un anciano. Y era irritante porque yo solamente quería trabajar e ignorar que Eliot se fue tres días antes, ya no respondía mensajes o llamadas y que estaba embarazada. Gideon dijo que no me preocupe, él sabía lo que hacía y nosotros deberíamos enfocarnos en mantener un perfil bajo para huir, pero yo tenía un mal presentimiento y cada vez que pensaba en ello las nauseas me derrumbaban.

—Estoy bien—repetí por milésima vez, sentándome en una silla que dispusieron para mí del otro lado de la barra. Lola y Samanta me miraron extrañadas, y suspiré quitándole importancia con la mano—. Okey, no estoy bien, estoy cansada pero solo faltan dos horas y…

—Vete a casa—dijo Samanta y Lola asintió con los labios apretados.

—No hay muchos clientes y no creo que aparezcan el resto de la noche—concedió—. Vete.

Sentí mi corazón oprimirse, ese era mi ultimo día de trabajo, solo Gideon y yo lo sabíamos, y la idea de no volver a verlas, de no disfrutar esas horas finales juntas, me ponía un poco triste.

—Puedo hacerlo…

Lola dio un paso hacia mí y me tomó la mano con cariño.

—Lo sabemos pero tienes que descansar, mañana es la boda y pasarás todo el día en vestido con zapatos, apenas podrás respirar. Disfruta que hoy podrás dormir.

Solté una mueca. Tenía razón, la idea de usar zapatos todo el día era infernal aún sin estar embarazada, no quería pensar como me sentiría luego de unas largas horas. Ademas, podría despedirme en la boda, esa era la razón por la que Gideon me permitió asistir.

Me levanté con las piernas temblorosas, observé a Cameron en la cocinando del otro lado de la ventana, le sonreí en despedida porque sabía que él si no iría a la boda y luego miré el enorme lugar que me dio la bienvenida hace tantos años. Fue mi primer trabajo. Me volteé hacia el salón donde varios clientes comían y miré en dirección a la puerta con el corazón en la gargnata. Todos los días hacia lo mismo, en el departamento también y en cada lugar en el que entraba esperaba que Eliot aparezca como si nada, fingiendo que solo se fuer unas horas. Quería que entré, me miré y me diga “cariño, todo estará bien”. Él solucionaría todo, no deberíamos irnos si él aparecía, o sí pero no importaba. Lo extrañaba, extrañaba su “cariño”, la fina mueca molesta de sus labios, sus ojos fríos e irritados, extrañaba todo de él y por las noches imaginaba que entraba y yo dejaba de lado mi orgullo para abrazarlo.

Me cambié el uniforme tomándome mi tiempo, saludé a todos prometiendo vernos en la ceremonia y volví a casa caminando bajo el cielo gris y húmedo. La tormenta calmo por varios días y el frío también, pero tener el cabello constantemente pegajoso no era mejor. Lo odiaba.

Llegué al edificio y sentí el celular vibrar en mi abrigo. Gideon me enviaba mensajes cada hora para saber cómo estaba y cuando le dije que iría a casa le llamó preocupado.

—Estoy bien —refunfuñé haciendo malabares para buscar las llaves y no tirar el móvil o el bolso—. Me dieron el día porqué mañana es la boda y cerrarán temprano.

Hubo un prolongado silencio que aproveche para encontrar las llaves y abrir la puerta con un giró de muñeca y una patada en la madera.

—Emily, no creo que debas ir—murmuró al cabo de un rato.

—¿Por qué?

—No lo sé, siento que es peligroso.

Rodé los ojos y solté una mueca lanzando el bolso encima de la mesa, dejé el móvil a un lado, me quité el abrigo con dificultad y volví a apoyar el aparato en mi oído.

—Entonces ven conmigo —sugerí caminando hacia la cocina.

Silencio.

Tomé un vaso para servirme agua. Miré la pantalla para comprobar que la llamada no se cortó y suspiré cuando los segundos pasaron sin respuesta. Bebí agua, busque algo de comer en la heladera esperando con paciencia y puse algunas papas en el microondas con un poco de pollo que sobró de la noche anterior. Esperé mirando los números del aparato avanzar, volví a corroborar que la llamada no se haya cortado cuando sentí la exasperación brotar en mi estomago.

—Oye, no es necesario que me digas que sí, solamente pensé que como dijiste que era peligroso podrías acompañarme. —El timbre sonó en la puerta principal y miré el microondas una vez más antes de encaminarme y responder al silencio de Gideon con los ojos en blanco—. Yo iré quieras o no, es mi última noche con Lola y quiero disfrutarla, puedes venir conmigo o sino iré con… ¿Tanner?

—¿Tanner?—preguntó mi hermano del otro lado del móvil y yo asentí mirando por la mirilla de la puerta mi ex novio parado en medio del pasillo con las manos en los bolsillos de su campera deportiva y el ojo morado—. ¿Por qué llevarías a Tanner?

Negué bajando la voz y me aparté de la mirilla.

—Tanner esta aquí.

—¿Qué hace ahí?

—No lo sé. —Volví a negar y abrí la puerta con cierta incomodidad, tomando por sorpresa a la persona del otro lado que abrió los ojos como si no me esperara. Parpadeó, bajó la mirada arrepentido y dio un paso hacia mí antes de ver mi estomago.

—¿Emily, podemos hablar?—preguntó y mis alertas se encendieron cuando alzó las manos en mi dirección.




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