La viajera

CAPITULO DOS

Al llegar a su casa me encontré con una grata sorpresa. Espero y se entienda el sarcasmo. Su pareja esperaba en el sillón y al verme entrar quedó sorprendida, por mi apariencia parecía una chica de 18 años, es cambio, no era así. Y, por el otro lado, Beck parecía de 28 o 30 años, lo cuál ante otros, el que anduviéramos juntos acumulaban muchas dudas. Beck ya tenía una idea, ya que le dijo que yo era su hermana que había llegado desde muy lejos para entrar a la preparatoria con él ya que no tenía a dónde ir. Le creyó.

No sé si por voluntad propia o si Beck tuvo que ver algo en ello. Si ella sospechaba algo extraño, no lo demostró.

Salió del salón y nos dejó solos y fue cuando lo obligué a qué me contara porque se escondió y me abandonó.

Su novia desapareció y no nos volvió a interrumpir en ningún instante.

—Me iban a matar, Mad— se excusó, y esas palabras me sonaron muy cobardes — Si me quedaba contigo, ninguno de los dos se iba a salvar.

—Pudimos salir ambos, lo hemos hecho miles de veces.

Huyó de mi mirada.

La viajera — murmuro con burla— Hubieron muchas cosas que no me contaste.

—No necesitabas saberlo— respondí en cambio.

—¿Qué no necesitaba saberlo?— exclamó, enojado —Madeline, asesiné junto a ti . Fui tu compañero. Lo único que pedía era conocerte un poco, pero tú te rehusabas.

—¿Qué querías que dijera? — reniego— La mayoría de las personas piensan en que soy una asesina solo porque sí. Piensan que yo no tengo motivos ni sentimientos Hace años hice una promesa, prometí vengarme de todos los que me hicieron daño y cuando decía eso, los demás solo se burlaban. —guardamos silencio unos instantes y él se debatía entre hablar y no hablar.

—Tuviste mucho tiempo para contarme.

—Tal vez tenía miedo de que me detuvieras. Siempre fui conocida como la chica asesina del pueblo. Maté a cientos de personas solo para salvarme y también hubiera matado a miles de personas por salvarte. En este mundo a las personas como nosotros las mandan a la hoguera, ¿Qué crees que pensará tu novia cuando se de cuenta de que no envejeces?— guardó silencio—¿Qué pensará cuando sepa que eres un hábil asesino?

Su mirada me recorría de manera furiosa y se abstenía a decir todas las palabrotas que pasaban por su mente.

—Vine hasta a ti para que me ayudes.

—Viniste hasta mí solo porque no has podido con tu fracaso— siseó con furia.

Antes de que pudiera decir algo más. Saqué mi daga.

—Yo cumplo mis promesas —advertí mientras ponía la daga en su corazón, amenazando con enterrarla en él.

—¿Por qué siempre me amenazas?— inquirió con fastidio.

—Verás, hay algo que se llama paciencia y es algo que tengo muy pocas veces, pero, desgraciadamente, tú me haces perderla a los pocos segundos.

—Si soy sincero, desconozco las razones por las que me quieres asesinar.

—No te he matado porque te necesito.

—No lo harás…

—No me hagas reír, Beck— sonreí, irónica.

—No lo harás — repitió mirándome a los ojos. Comencé a bajar la daga lentamente y me crucé de brazos.

Lo miré indignada.

—Conmigo no necesitas el control mental.

—Podría controlarte de otras maneras.

—No creo que estés en la capacidad de hacerlo— sisee en respuesta.

Él solo sonrió burlón y salió del salón dejándome sola.

—Hay una habitación arriba, puedes dormir ahí — gritó desde donde quiera que se encontraba.

—Por supuesto que dormiré ahí — susurré para mí misma.

Escuché un ajetreo, pareció que estaba buscando cosas entre un montón de basura, y en efecto, así era. En cuanto regresó me tendió dos objetos que conocía demasiado bien. 

—No los voy a usar— me negué inmediatamente.

Ni siquiera necesitaba preguntarle que era, porque yo lo sabía perfectamente. Eran brazaletes, se habían creado durante una guerra que sucedió hace unos cuantos años en Wysand, mi antigüo hogar, reprimían el poder de las personas como yo y habían muy pocos en aquel lugar, pero cuando la guerra terminó los ocultaron y muy pocos sabían de ellos, pero al parecer Beck logró encontrarlos. 

—No te estoy preguntando, si vas a vivir conmigo tendrás que reprimir tu poder. No quiero que espantes a Elisa.

—¿Tu noviecilla? — murmuré con burla.

—No lo digas así — murmuró en respuesta.

—¿Así cómo?

—Simplemente no te vayas a meter con ella. No causes problemas. — su rostro estaba contrariado, no sabía si estaba enojado o triste, pero me importaba muy poco lo que él sintiera en ese instante.

—No me has contado de ella. —

—Será porque no te había visto en dos siglos.

—Puedes ponerme al corriente. — sugerí, lo único que quería era hablar con él, me importaba un bledo su novia, pero si era un tema de interés de él, no tendría problema hablar de ella.

—Lo menos que quiero es ponerte al corriente. Y ahora que finges ser estudiante de preparatoria tienes que parecer como tal.

—Jamás me gustó ser estudiante.

—Créeme que lo sé.

—Pero, a veces hay que correr riesgos. — tomé los brazaletes y me los puse en cada mano, para después ir a mi habitación. Miré todo el espacio y después comencé a hacer nada.

Cuando supe donde estaba Beck, ni siquiera tomé nada de mis pertenencias.

Sabía que si no actuaba pronto, la ubicación de él desaparecería.

¿Cómo supe donde estaba? Simple, hace 200 años, cuando aún estábamos juntos una vieja anciana del pueblo dónde nací me había dicho que cuando tienes a tu compañero podrás saber dónde está por el uso de su magia, don o poder. Así que, había dicho que cuando él lo usará lo sentiría, sentiría esa atracción a dónde el estaba.

Cuando sentí ese pulso no perdí tiempo. Beck sería mi única salvación. Habían pasado tantos años sin sentir nada, absolutamente nada, que cuando sentí su poder, cuando lo sentí a él, no dejé que eso desapareciera porque por fin había vuelto a respirar.

Salí de mi escondite con rapidez y no lleve nada.




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