Día de porquería.
Día maldito.
Día apestoso.
- Hola. – Dijo él con sonrisa digna de los ángeles, no, de habitante del Olimpo. Ella no contestó, el miedo a ser "olfateada" le atenazaba la garganta y todo musculo habido y por haber. - ¿Va al lobby? – Preguntó cortés. Ella solo asintió con la cabeza. Las puertas se cerraron junto con cualquier posibilidad de no ser descubierta. De pronto lo supo, supo el momento exacto en que él lo sintió, se quiso morir, ahora sabía con todas las fibras de su ser lo que implicaba querer ser tragada por la tierra o por el ascensor. El volteó a verla y con una sonrisa nada angelical pero si muy divertida le dijo- Huele a ajo.
Sip. Día apestoso.
Huele a ajo.
Ajo.
Ungüento.
La mezcla de ambos...
Piso 13.
- Sí, así es. – Dijo después de carraspear, aferró con fuerza el asa de su bolso y quiso trepar por la pared o algo así en un esfuerzo para alejarse y él ya no sintiera el olor. Dio un paso a un lado.
- Y también a algo más... - Insistió él y con toda la naturalidad del mundo elevó esa bella nariz y aspiró con fuerza.
De adolescente había pasado por infinidad de situaciones desagradables. En una ocasión por sus prisas al salir del baño, parte de su falda había quedado atrapada en su ropa interior, se paseó un buen trecho hasta que un alma bendita se lo había dicho. El daño estaba hecho pero después la chica más popular del salón había vomitado encima del profesor de biología y ella y su trasero al aire habían quedado relegados al olvido. Pero una cosa son las ridiculeces que todos cometen en la adolescencia y otras las que te pasan de adulto. Iba matar a Nat se dijo con convicción aunque sabía que todo era culpa de ella y de nadie más. Recurrió al enojo para intentar salir airosa.
- ¿Es usted un vampiro o alguna especie de ser sobrenatural?
- ¿Perdón, como dice? – Preguntó con el asombro reflejado en su bella cara.
Casi al instante se arrepintió de soltarle eso, recordó al vampiro transparente, escuálido y romántico por el que babeaban millones de jovencitas y pensó que el espécimen a su lado no podía ser calificado bajo esos estándares. Así que lo comparó con Brad Pitt en "entrevista con el vampiro" y Brad Pitt salía perdiendo y sin exagerar. O quizás se debía a que a ella no le iban los rubitos. Le gustaban morenos, de espaldas anchas, sonrisa perfecta, ojos oscuros aunque los verdes de él no desmerecían en nada. Él tenía todo eso y más. Es como si hubiera llamado a la fábrica de hombres ideales y su pedido estuviera frente a ella. Vio la mirada de interés y curiosidad y se acordó del por que le había lanzado esa pregunta.
- Si no lo es, no tiene nada que temer. Lo digo por lo del... ajo.
- No me diga, es usted una cazavampiros... - Contestó con la diversión marcando cada palabra.
Debería ser pecado sonreír así, deberían multarle por acelerar corazones. ¿O es que ella andaba hormonal? ¿Cuándo le había venido su periodo? Mmm....
Un momento.
- ¿Osea que me está diciendo que yo soy la que huele a ajo?
- No, no... pero bueno, yo no soy y solo estamos usted y yo aquí dentro.
Piso diez...
- ¿cómo sabe que no es usted? – Pregunto ridículamente solo para ganar tiempo.
- Estoy seguro que no soy yo. – Enfatizó acercándose a ella.
- Quieto. – Se pegó a la pared del elevador y puso una mano enfrente como para detenerlo.
- No pienso atacarla, no tendría oportunidad después de todo...- Alzó las manos en gesto pacificador y tratando de esconder una ancha sonrisa que amenazaba con ser una carcajada.
- ¿De qué está hablando?
- Las caza vampiros son arduamente entrenadas en toda clase de defensa personal ¿no es así? – Dijo con toda la inocencia que un hombre que rezumaba pecado podría externar.
- Veo que me sigue tomando el pelo.
- ¿No acabo de decir que no podría ni siquiera intentar tocarla? Entonces ¿cómo podría...?
- Muy gracioso. – Siseó ella alejándose de la pared y mirando con desespero el piso en que iban.
Piso ocho.
¿Por qué iba tan lento?
¡Por que!
- No soy curioso por naturaleza pero...
- No. Solo entrometido. – Cortó ella.
- Es la primera vez que alguien me dice eso en la vida. – Le dijo con asombro real.
- No es por que no hayan querido hacerlo, créame. – Calló al verlo reír, lo hacía genuinamente, sin cortes y Dios Santo, se veía tan sexy. Tuvo que tragar saliva y mirar hacia otro lado. Cuando terminó de reír parecía que la veía con otros ojos y creyó por un momento... pero entonces.
Piso cinco.
Entró gente.
Ella quiso morir. Por dos razones:
1.- Estaba disfrutando de tan bizarra situación ¿Quién no lo haría con semejante hombre?
2.- Más gente la olería... y más se avergonzaría.
Y entonces hubo otro entonces...
¿Cuántos entonces llevamos?
No importa.
Una fuerte mano la tomó del antebrazo y la sacó sin miramientos del ascensor. Ella no pudo decir ni pío, se vio arrastrada sin más. Reaccionó cuando las puertas se cerraron frente a ella y miró la mano que la aferraba aun. Era él.
- ¿Me podría decir por que hizo eso? – Es decir, si la había agarrado del brazo y arrastrado de esa manera tan troglodita y cavernaria y... ¿a quien engañaba? La había emocionado, igual y podía culminar el show con un beso ¿No?
- Digamos que soy el inspector ambiental del edificio y no podía permitir que los empleados se ahogaran con el olor a ajo.
Más claro ni el agua. De un manotazo le apartó la mano y se dirigió a las escaleras enfadada con él, con el mundo, con Nat, con el ajo y hasta con su abuelita. Eran menos pisos y estaba segura de que los bajaría en un santiamén.