Podrán llamarme infiel, pero ¿quién puede negar lo hermosas que son las mujeres?
Cada una es una obra de arte: cuando caminan con gracia, cuando el sol resalta su piel, cuando una minifalda deja entrever la elegancia de sus piernas, o cuando un maquillaje bien elegido realza la profundidad de su mirada.
No es que sea un picaflor, simplemente agradezco tener ojos para contemplar la belleza. Es inevitable que el corazón se acelere, que el aire se llene del perfume a rosas que dejan a su paso, que un suspiro escape sin permiso.
Me encanta la forma en que la luz juega con la brillantina sobre su piel, cómo resalta el encanto de su pecho perfumado. Es un regalo divino, una obra celestial.
Las morenas de piel canela, altas y de cabello rizado, me roban la razón con sus labios oscuros y brillantes.
Las de piel blanca como la nieve, con ojos verdes como los campos de mi tierra, me hechizan con su dulzura.
Las pelirrojas, con su esencia de naturaleza, me hipnotizan con cada movimiento delicado.
No importa el color de su piel, sino la magia que despiertan en mí.
No niego que me gusta admirarlas, que a veces el deseo me traiciona y me arriesgo con un piropo, aunque el mundo no siempre lo reciba bien.
Pero cuando llegue la indicada, esa que no solo me deslumbre con su cuerpo sino con su alma, me rendiré a sus pies. Seré suyo, su devoto, su leal compañero.
Hasta entonces, seguiré admirando la belleza en todas sus formas, porque ¿qué sería del mundo sin la maravilla de las mujeres?
Me puedes decir que soy un perro, pero amo cuando son coquetas y me hacen tener ganas de morder sus labios morenos. Son como el aroma de las flores del jardín por donde paso cada día, y ahí noto a la chica que riega las flores cada mañana. Es tan hermosa que levanta mi ánimo con su sonrisa, dulce como los caramelos que siempre llevo en mi bolsillo.
Y es que, como quieras, las puedes encontrar con pantalón, shorts o falda; se nota que son una hermosura. La cabeza se te tumba cuando ves su forma de andar, única y a la vez tan variada. Puedes encontrarlas bajitas y morenitas, o altas con piel blanca, con lentes de aire intelectual, con un flow más gótico o con ropa elegante… Y es justo cuando más loco me vuelven.
Puedes mirar sin tocar, así es como debe ser, a menos que te digan que sí. Puedes hacer lo que sea, con respeto o sin respeto a cómo ellas lo permitan, pero como sea, ellas tientan, y nosotros, que somos débiles, de una nos arrodillamos ante sus pies.