Los siento detrás de mí como sombras en noches oscuras, y acelero el paso para encontrar la luz, pero este callejón no tiene salida.
Anoche me paré frente al espejo y noté una sombra. Sentí que era el diablo ofreciéndome su luz y protección. A veces, siento que no hay vuelta atrás, más que ser conflictivo con todos los que buscan dañarme en mis momentos de vulnerabilidad. Me culpan hasta por su tristeza, aunque yo no tenga nada que ver con lo que pasa en sus vidas, mucho menos con lo que sucede fuera y dentro de sus casas. Estoy más muerto que vivo, y a veces la muerte viene, me da un abrazo y me susurra: “Hijo, ¿por qué sigues luchando?”
Si no tienen corazón, no se metan con un muerto en vida. No me presuman que fuman blones, yo no me junto con niñitos que piensan que eso me tiene asustado. En serio, nunca han visto quién soy, por eso no pueden conmigo.
En la tierra soy el novato que nunca hace nada. En el cielo, soy Zeus, a punto de lanzar un rayo contra todos estos puñetas. En el Caribe, soy Poseidón, creando un tsunami para joder a tantas basofias. Los ahogo en vida para que sientan mi agonía y entiendan que no es mentira lo que dije aquel día en el círculo donde realizamos tantas sesiones.
Ligamentos, barriga, pulmones, tendones, rodillas, brazos, la cara, los ojos, el cuello, riñones, el páncreas… hasta los huesos. Todo eso de mí se fue en el momento en que el hombre que era murió. Todo desapareció. Y así como recupero mi fe, también la sé perder. Me safé de la muerte, y por suerte recuperé mi fe, aunque no estoy tan seguro de que todo lo que pasé implique ser fuerte.
Vivo esperando el momento, quizás el final de mi cuento. Quizás no me encuentre feliz todo el tiempo, pero moriré como un hombre. Quizás las noches sean malas y me toque llorar una vez más, pero moriré como un hombre. Quizás nunca fui violento y quizás jamás pelearé, porque sé cómo soy, cómo fui y cómo seré. Por eso me detengo, pero moriré como un hombre. Quizás me toque llorar por amor otra vez, pero moriré como un hombre. Ya no me da miedo vivir, aunque esta agonía se sienta en el alma. Eso no me hace un cobarde. Ser un hombre es encontrar lo bueno de vivir, y por eso moriré como un hombre, nunca como un cobarde.
Este año mis ganas llegaron temprano y no tarde. Ya no estamos en Navidad, ya no es la época de amor ni felicidad, pero aún estamos a tiempo de tomar lo bueno y atar los momentos malos. Hoy, el frío ya no reina donde el calor sofoca a quienes no soportan la claridad del cielo despejado.
Soy la bendición y la desilusión, sin una guía para la acción, pero con más demonios que todos los niveles del infierno. Este es mi tiempo. Me pego, no la cago, no balbuceo. Cuento lo que vivo, lo que siento y veo a diario. Te burlas de dónde vengo porque todo lo tuyo ha sido regalado. Se nota que tengo apoyo, pero eso no quita que deba jugármela para dejar de ser una carga.
Soy real y leal. La oscuridad de mi mente y mis ojos no me quita el saber que hay que darle la mano a quienes te la dieron, y faltarle el respeto a quienes te lo faltaron. Sin respeto por los que no lo merecen, pero con mucho respeto por quienes saben hacerse respetar.
Y que el mundo esté claro: yo no hablo por hablar. Hablo porque lo vivo, aunque tú digas que es mentira. La mentira es tu vida. Me juzgas, pero solo Dios con su balanza tiene derecho. Mi alma no descansa, pero no olvida. Y eso es lo que me mantiene despierto e inspira a escribir.