La vida después de mi Muerte

Angeles y Demonios.

Mi alma adora a Jehová. Toda mi gloria sea para Él, toda la honra para Jesús, y que la luz sea del Espíritu que me guía en este camino. Que mis triunfos y derrotas sean para Dios; que mi muerte sea un sacrificio para Aquel que, desde el cielo, se toma el tiempo de hacerme razonar.

Gracias, mi Dios, por enviar a los ángeles protectores y guías en este camino tan complejo. Agradezco por mantenerme cuerdo en los momentos de locura. Gracias a mi ángel de la guarda por protegerme de los demonios que azotan mis noches en las horas de descanso. Y gracias a Aquel de las alturas, que me da paz cuando los demonios no me dejan en paz.

En este infierno aún batallo por no dejar de creer en el que me dio la vida, por no perder la confianza en Aquel que me concedió el don de nacer. Caí como Lucifer del cielo, y pido perdón por los momentos en que el orgullo me dominó. Mis disculpas por haberme expulsado a mí mismo de donde lo tenía todo.

Como si fuera la guerra del cielo, luché contra el cemento. Sí, contra la dureza de esta vida de dolor y miseria. Pero esta batalla no ha terminado. Jesucristo me da fuerzas, y con su presencia quema a quienes no me dejan vivir como debo. Observo cómo me dejé llevar por la lujuria de este mundo de pecadores, y pecador soy yo, pero aun así, Él me protege. Porque así como yo creo en Él, Él cree en mí.

Mi alma adora a Jehová. Toda mi gloria sea para Él, toda la honra para Jesús, y que la luz sea del Espíritu que me guía. Que mis triunfos y derrotas sean para Dios; que mi muerte sea un sacrificio para Aquel que, desde el cielo, se toma el tiempo de hacerme razonar.

Que la luz divina me perdone si, en el nombre de Dios, peco. Que mi voz sea eco donde conviene y silenciada donde no debo. Hoy me desperté con poco de la vida, pero con el deseo de cumplir un sueño. Anoche hablé con Dios, y me dio una advertencia: "Hijo, en medio de la turbulencia, no pierdas tu esencia. A veces odias y lloras tanto que tu fe se debilita, pero yo siempre estaré contigo, aunque mi cuerpo esté en ausencia".

Hoy estoy suelto, y ¿qué vamos a hacer? Tengo libre albedrío, pero a veces siento que no debo entrar a tu templo porque sigo matando a los demonios que cargo en mi espalda. Tampoco dejo de odiar a quienes me han hecho mal. Claman justicia los hipócritas del templo, pero la justicia es para los justos, y los justos somos pocos.

Sin miedo a hablar la verdad, odiado por proclamarla, ofendido por cortar con la espada de la verdad. Odiado por creer en Tu nombre sin arrodillarme en un templo donde muchos buscan salvación, pero son más demonios que los que atormentan mi mente y mi alma. Aún no cedo y sigo confiando en Jehová. Si estos demonios enfrían mi espalda, te pido que los quemes con tu presencia.

Yo soy el principio y el fin de este mundo. Lo que el diablo me quitó, mi Dios lo multiplica. Sin más opciones, vine a poner mis dos mejillas. No me pueden matar, porque soy la muerte en la vida de quienes saben la verdad y se hacen los ciegos. No soy el mejor del mundo, pero sé cómo funciona.

Mi alma adora a Jehová. Que la gloria sea para Él. Que Dios ilumine mi vida en las noches de oscuridad y que mi fe no se pierda, aunque mi corazón esté hecho de piedra.

Mi alma adora a Jehová, y la gloria sea para Él. Que Dios sea el principio y el fin de mi vida. Que mi mente no se deje guiar por mis demonios; que seas Tú quien los queme con el poder de Tu santidad. Que la luz divina me perdone si, en el nombre de Dios, vuelvo a pecar.




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