La vida después de mi Muerte

Momentos Propicios

Los momentos más propicios son cuando estás sobre mi cuerpo, moviéndote como una serpiente. Tus besos calientes me devuelven el alma al cuerpo; mi corazón se acelera cuando tu mano recorre mi piel hasta llegar a la entrepierna. Mientras me tomas, yo hago lo mismo y pruebo el tacto en tus piernas, hasta llegar al centro de tu ser.

Los momentos más propicios son cuando me das tus besos mojados y tu lengua choca con la mía, mientras mis manos exploran tus pechos, sintiendo cómo la pasión recorre nuestros cuerpos, hasta que ya no podemos más.

Los momentos más propicios son cuando está oscuro y nadie nos ve, cuando tus piernas me rodean y beso tu cuello, bajando poco a poco hasta llegar al lugar donde me pierdo, como un navegante en el mar de tu cuerpo.

Los momentos más propicios son cuando mi mano se desliza bajo tu ropa interior y tú me besas como si no hubiera un mañana. Esos momentos en los que siento tu respiración en mi cuello, cuando tomas mi cabello y me susurras al oído. Ese es el instante en el que siento que ya no puedo más, porque tu respiración desesperada me da ganas de seguir viviendo esta vida que a veces parece tan bastarda.

En la cama, a plena luz del día, con un clima fresco como la frescura de tu cuerpo, espero pacientemente, observándote entrar envuelta en una toalla después de bañarte. Entonces, nuestras miradas se conectan y comenzamos a besarnos. Es en ese momento cuando siento esa frescura de la que hablo. Tu cuerpo mojado es mi perdición, mis manos calientes sobre tus piernas frías, mi perdición besar hasta tu abdomen, y mi maldición no poder ir más allá.

Como si fuera un yogurt de fresa, disfruto los momentos en los que mi lengua recorre todo tu cuerpo. Mi absoluta perdición es cuando tus piernas están sobre mi espalda y tus manos tocan mi cabeza al llegar al lugar.

Absoluta indignación siento por el tonto que no disfruta del cuerpo de una mujer como yo lo hago contigo, porque no es solo por complacerme, es porque amo estar dentro de ti, porque nunca tuvimos conflicto al estar juntos. Jamás me arrepiento de hacerte el amor en cualquier ocasión.

Tú eras mi angelito, la que me hacía volar, porque eras ese algo especial y sabías que tenía amor para darte. Así fue como nos unimos, dejándonos llevar por la tentación.

Y cómo olvidar cómo me provocas con ropa ajustada y escotes que me dejan ver tu cintura perfecta, esa que en cada beso apasionado comienzo a apretar. Todos sabían que me tenías bajo tu control cuando estabas en la ciudad.

Esa falda corta me hace pensar que soy bendecido, porque nadie más podría estar tan cerca de ti como yo lo estoy. Porque tú eres mía, y solo mía. Como amo cuando combinamos nuestras ropas para luego quitarlas en tu cuarto.

Sobre el sillón, en ropa interior, subes a mis piernas y me adueño de ese momento en el que comienzas a besarme, mientras mis manos aprietan tus glúteos. Es allí, en tu cuello, cuando hago una pausa antes de seguir bajando y llegar a ese lugar donde dejo de ser yo y me convierto en lo que más deseas.

Te confieso que a veces me siento perdido, pero luego llegas, me abrazas y me das un beso en la mejilla y en la frente. Me dices que me amas. Después, en la cama, somos más explícitos, pero eso jamás cambiará los momentos románticos que compartimos.

Te extrañaré cuando ya no estés, porque fuiste y serás lo que nunca más se vuelve a encontrar. Porque nadie será tan explícita como lo fuimos tú y yo. Solo queda decir que adoré cada momento a tu lado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.