La vida después de mi Muerte

El susurro de la fatiga.

Con ganas de reventar los tímpanos para dejar de escuchar tanta crítica y los gritos de una niña malcriada que, por ser mimada, nadie puede controlar. Mis emociones, desordenadas nuevamente, y justo ese escándalo es el que me hace arrugar las cejas de rabia al escuchar sus berrinches en medio de este sol tan infernal.

Reclinado sobre el sillón, ya gastado por el uso, que ha perdido la comodidad de antes. Odiando el momento en que decidí estudiar, odiando el momento en que nací.

Mi felicidad fue robada por palabras que salen de bocas que solo hablan vanidad, palabras sin sentido alguno. Robada por personas frustradas que, al no cumplir sus propios sueños, intentan apagar los míos.

Repito casi lo mismo en cada escrito, incluso he repetido esta frase más de una vez. Pero dime, ¿sobre qué más quieres que escriba? Si todo lo que plasmo trata sobre lo bueno o lo malo de este infierno al que llamo vida.

Hijo del infierno, pero no preparado para este infierno terrenal. Creado en un lugar donde los abismos son un paisaje que puedes apreciar en los breves momentos en que la tortura deja de funcionar. Pero yo no estaba preparado para esto.
Maldito infierno, donde los sentimientos te hacen menos o más. Infierno donde cada cosa tiene su consecuencia, como un efecto mariposa.

Con ganas de no tener audición para dejar de escuchar los gritos de una niña que, por puro capricho, se pone a llorar. El dolor de mi cabeza es tan inmenso que ya no lo soporto. El insomnio y la mala alimentación comienzan a afectarme. Siento como si mi cabeza fuera a explotar, y créeme, ahora es lo que más deseo. No quiero seguir soportando esta tortura terrenal.

El calor que tanto amaba ahora me sofoca. No sé si es la falta de energía por no descansar o porque todo lo que me gustaba empieza a perder sentido: jugar, salir a caminar, viajar, disfrutar la soledad... Nada de lo que antes me llenaba logra hacerlo ahora.

Hay algo en el vacío que me da descanso, pero el estrés por este cambio de rutina es más fuerte. Una rutina a la que no estoy acostumbrado, que en vez de beneficiarme me arrastra de vuelta a ese lugar del que tanto me costó salir.

Con los párpados caídos, a punto de desmayarme por el agotamiento de estas últimas semanas, busco un sitio tranquilo. Pero incluso en los lugares donde parece que podría descansar, el ruido me despierta. Ya no puedo dormir. Ya no sé si puedo seguir.

Con ganas de desgarrarle el cuello para que deje de gritar. El estrés me está matando. La de la hoz me está esperando. Esperando a que caiga en uno de estos días en los que siento que nada vale. Y nada vale para mí. Ya no sé si sea posible encontrar paz interna. Ya no sé si pueda vivir más.




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