Cuerpos tan espectaculares, con un tono que me hizo temblar. Una lástima no poder ser lo suficientemente bueno para que creyeras en mis palabras. Y esta maldita manía de no saber qué es lo que quiero... No pude tocar tu alma, pero al menos toqué tu cintura. Pude buscarte lejos, en cualquier lugar, y fui un estúpido por dejarte de hablar. Pero qué bello momento aquel en el que volvimos a charlar... Disfruté bailar contigo, fue un instante de liberación, de dejar la tensión de lado, un segundo más de tentación por tu cuerpo.
¿Mala mujer? No lo creo. ¿La mujer perfecta? Sí, de eso estoy seguro. La mujer que todo hombre desearía tener: con ese toque romántico y a la vez tan perverso, tan tentador. Sí, repito, la mujer perfecta... Con ganas de hacer las cosas bien. Fluí cuando mis manos recorrieron tus piernas y agonizé cuando no pude tener más de ti.
Bella, hermosa, preciosa... tan perfecta. La única mujer que entiende cómo funciona esta vida, y cómo funciona mi vida. La mujer por la que yo me comportaría, la que recupera mi cordura. Hubiera deseado que estuvieras puesta para mí, así como yo estuve para ti. Y aquí estoy, esperando que él te falle para llegar a tu vida y mostrarte la forma maníaca en la que yo amo.
Y sé que no eres mala, lo sé. Sé que entiendes la vida y sabes cómo disfrutarla, cómo aprovechar cada segundo para que se convierta en una experiencia más. Te daría mi felicidad si es lo que quisieras, porque mujer... eres un vicio, de esos que se vuelven adicción, como tus besos. Besos que me elevaron al cielo y me arrastraron al infierno, así como los movimientos de tu cuerpo, esos que me hicieron enamorarme en un segundo. O quizás fue solo obsesión de obtener más de ti... y juro que maldigo aquel día en que no pude hacerte mía.
Piernas tan perfectas, tan suaves como algodón de azúcar, pero más dulce tu boca. Y lo peor es haberme enamorado de tus ojos llenos de perversión, junto con esa sonrisa malvada... La misma risa que pude apreciar esa noche cuando subiste sobre mi cuerpo. Eres la primera a la que le escribo por un momento tan divino para mí... y tan absurdo para ti.
Buscaba una excusa para probar tus labios una vez más, para tocar tu piel una última vez... Una lástima que ahora ya no se pueda más. Y ¿sabes? Me hace feliz saber que nunca me equivoqué cuando confié en quién eres. Sé que el tiempo dirá que ese momento nunca lo voy a olvidar. Y quisiera verte una vez más, tocarte, para saber que aquella ocasión no fue solo una simple noche. No puedo olvidarte... y ahora casi ni podemos hablar.
Te deseo lo mejor del mundo, que seas feliz, que todo lo que anhelas se cumpla. Ahora solo me queda ser tu amigo y encontrar mi verdadero destino. Pero si tú me dices que estás para mí... en corto, yo me activo. Me gustaría vivírmela contigo.