El camino trazado no siempre es el más fácil.
Elliot
🎸
Me di la vuelta y miré a la chica sobre mi cama, estaba dormida.
Bueno, ya era suficiente. Fue solo diversión de una noche, la levanté a rastras y la corrí. No sé si de buenos o malos modos. Después de todo, se le pagaba para eso. La mirada que me echó al marcharse no fue precisamente agradable, pero me dió igual.
Me tiré de nuevo a la cama con las sábanas revueltas y puse mis manos sobre mi nuca.
¿Desde cuándo todo se había vuelto tan... enigmático? ¿Tan monótono? Siempre era lo mismo. Después de grabar y obtener las ganancias, era fiesta, diversión, alcohol y chicas. Pero ya eso... no me llenaba. Me aburría. Mi abuela siempre decía que yo era muy listo para aprender las cosas, y justo por eso, terminaban aburriéndome.
Pero esas eran mis reglas, mi forma de vida.
Mi madre había dejado a mi padre. Mi padre siempre se esforzó por criarme bien, pero mi madre no solo quería un esposo bueno. Sino también, rico. Así que se fugó con uno que sí tenía dinero. Allí comprendí muchas cosas. Primero, que el dinero sería base fundamental para dominar la vida y la gente. Segundo, que no se podía confiar plenamente en las mujeres. Y aquí estaba, pensando en la rudeza de esa castaña y sus palabras. ¿Cómo podía ponerle tanta pasión a las cosas? ¡Solo era dinero, por el amor de Dios! ¡¿A quién no le gustaba el dinero?!
Suspiré pesadamente.
Pagar por la voluntad, ¿eh?
No se me había ocurrido eso. Es una buena frase. Sonreí. Una llamada entrante alumbró la pantalla de mi teléfono.
—Diga.
—¡El famoso Elliot Jones! ¿Acaso ya no tienes tiempo para tus amigos? — sonreí al saber quién era.
Mi amigo de la infancia y compañero de travesuras, Matt Logan. Seguramente, mi padre le había dado mi número de contacto personal. Quedamos en vernos en la cafetería y salí de ahí después de vestirme y lograr una apariencia casual.
Fue pisar el suelo de la cafetería y robar todas las miradas que allí había. Metí las manos en los bolsillos de mi sudadera y me dirigí a una mesa vacía. La mesera corrió – y casi tropezó – para venir a atenderme. Le dije lo que quería y pedí para dos. Estaba seguro de que Matt no tardaría en llegar. Así fue, apenas la mujer trajo el pedido cuando Matt entraba haciendo sonar la campanilla. Me levanté para envolverlo en un abrazo.
—¡Cuánto tiempo hermano!
—Asi es Matt, ¿cómo has estado?
—Anda, ¿por qué tanta formalidad? ¡Que no somos viejos, hombre!
Sonreí. Siempre había sido así de fiestero. Todavía recuerdo nuestras fiestas con mucho alcohol. Esos tiempos de juventud dónde lo único que importaba era lo que pensara la gente de nuestra apariencia. No es que la gente haya cambiado, no, todavía les importa mucho la apariencia. Los que han cambiado, hemos sido nosotros, nuestras prioridades, nuestras metas y logros...
Somos diferentes ahora.
—Se supone que somos adultos.
—Pero no viejos – miró el café que le había pedido antes –, vaya, pero si te has acordado de este pobre señor – murmuró con pesar fingido.
—¿Qué no decías que no éramos viejos?
—No te preocupes por pequeñeces – se sentó para luego darle un sorbo a su café –. Y cuéntame, ¿cómo es la vida de un Rockstar?
Ajetreada. Cansada. Lujuriosa. Divertida.
Hay muchos adjetivos que puedo usar con facilidad. En vez de decir algo como eso, me encojo de hombros.
—Es brutal.
Le pega más ese. Mi vida resumida en una palabra.
Mi amigo suelta una carcajada que inunda la estancia reclamando unos pares de ojos que se han posado en ambos. Me remuevo incómodo en el asiento y agito mi cabello con tranquilidad al notar unas cuantas miradas de mujeres que no dejan de observarme. Si no se han dado cuenta de quién soy, lo harán pronto.
—Es muy bueno, tal vez yo también debí hacerme cantante — murmura —. La vida como empresario es dura.
—Estoy seguro que todo depende del cristal con que lo mires. Porque todo tiene ventajas y desventajas.
Parpadeó mirándome para luego agrandar su enorme sonrisa.
—Wow, ¡pero si te has vuelto todo un sabio! ¿Seguro que eres mi amigo? Te has vuelto mayor Elliotsito, eh.
Arrugué la cara pero no pude evitar reírme con él.
—Ya no me molestes — debatí jocoso.
—Bien, bien, pero oye, para tener esos vastos conocimientos de adultos — rodé los ojos ante su comentario — debes tener una novia.
Oh, no. El tema.
—Pues no, soy un alma libre — tomé el resto de mi café.
—Sí, uh ju, cómo no. Entonces, ¿nadie que te llame la atención siquiera? ¿La manager tal vez?
—Esa mujer está loca — le hice saber. Y no hablaba en broma. Me hizo firmar millones de papeles tan solo por venir a presentarme aquí, en Nashville —. Y no hay nadie que me interese de la forma que insinúas, prefiero una vida libre, ¿sabes? Sí quiero sexo, solo eso y ya. No quiero aferrarme a algo que no es para mí.
Mi amigo me observó, y toda su actitud festiva se transformó en una mirada seria. Viejos tiempos. El deja vu me invade la memoria. Me remonta a aquella vez, hace catorce años, cuando estaba sentado en uno de los coches antiguos que mi padre reparaba mientras lagrimeaba la ida de mi madre. Esa noche había muchas estrellas y yo lloraba viéndolas. Preguntándome cómo ellas podían brillar tanto hasta en los días grises. Pensaba que, a pesar de que mi vida fuera una porquería y un enorme desastre, la vida seguía y para sobrevivir se debía dominar el mundo, controlar lo incontrolable, ¡Comprar la voluntad de las personas si era necesario! En ese momento, alguien saltó la verja que daba al garaje de mi casa y pasó toda la noche conmigo, viendo las estrellas mientras callaba. Sí, ese era Matt.
—Todos merecemos amar y ser amados.
No dije nada, pero eso me pareció debatible. No creo que todos lo merezcamos. Sobre todo yo, soy consciente de que he tratado a personas como si fueran basura, a mujeres, debo aclarar. Por años he acumulado todo el odio que me heredó mi madre reflejándolo hacia ellas. Sé que está mal. Pero tampoco sé cómo pararlo.
—Algún día encontrarás a la persona perfecta para ti — le di una mirada objetiva a lo que él sonrió —. No dijo una chica perfecta, eso no existe. Pero sí existe la chica perfecta para ti.
Rodé los ojos.
—Cuéntame tú, ¿ya conseguiste tu chica ideal?
—Pues sí — sonrió ampliamente —. Estamos casados desde hace un año.
¡Wow!
—Lo siento — no sé porqué pero sentí la necesidad de disculparme —. Por no estar allí para ti.
—Nah — le restó importancia con un gesto —, no importa, lo bueno es que ahora estás con nosotros. Además, pronto será nuestro aniversario. Te invitaré a nuestra celebración y te perdonaré si cantas — sonreí.
—Dalo por hecho.
Y de pronto, me acordé.
—¿No me digas que es con la rubia bajita de rudo carácter?
—Con ella misma, Sofía Trainor — aseguró y yo reí.
—No puedo creerlo... ella siempre me pareció un elfo rabioso — me gané una mirada de advertencia de Matt.
—Cuidado con tu lengua o dejaremos de ser amigos.
No lo resistí y me reí con ganas, me mofé de él por un buen rato.
—Un día caerás tú y yo me burlaré.
—Ajá, sí.
—Oye, por cierto, ¿no quieres ver a mi hermana?
—¿Julie?
—Sí, sígueme. Vamos a verla.
Se levantó del asiento y yo le seguí. Bajé la cabeza para no mirar a nadie a la cara, debía ser furtivo... si es que a esta altura todavía podía ocultarme. En cualquier momento aparecerán las cámaras y reporteros.
—Vaya, tu carro sí que llama la atención — dijo observando mi Lamborghini.
—El tuyo tampoco está nada mal — respondí chequeando su Camaro.
Sonreímos y caminamos a su empresa, poniéndonos al día y contando anécdotas de nuestras vidas. Pasábamos frente a un comercio cuando Matt se detuvo para atender una llamada.
—¡¿Qué?! Pero Sofi, para eso tienes personas que lo hacen por ti... no... — suspiró —. De acuerdo.
Él me miró y se encogió de hombros.
—Mujeres.
—Sí, voy a comprar algo.
—¿Toallas sanitarias?
Propuse, él rio.
—No, pero casi.
Lo seguí y me detuve en el mostrador. La chica de la caja era muy bonita, tenía el cabello negro y liso, y unos labios rosas muy provocativos. Mi mirada se dirigió más allá, cuando sentí la mirada penetrante de alguien... y al girarme, ¿Qué...?