Una noticia súper mega increíble.
Celeste
🍴
El sudor corría por mi cuello. Una gota me cayó en el ojo y me nubló la vista. Sentía un poco de de ardor en el pecho, pero no pararía hasta lograr mi objetivo. Hacía tiempo que no me dedicaba a hacer ejercicio. Me gustaba hacer ejercicio porque me daba la fortaleza mental para sobrevivir al día. Y la necesitaría. Llevaba unos cuantos días evadiendo cualquier hipotética situación donde pudiera encontrarme con Elliot, pero mirarlo de lejos fue inevitable cuando lo observé con una pelirroja que llevaba del brazo y sonreía con tranquilidad.
¿Está loco o qué le pasa? ¿Un día viene a molestarme y al día siguiente está con otra? Supongo que es la mujer que no le dijo que no.
Frené cuando no sentía las piernas y la respiración era un desastre. Tenía náuseas como consecuencia de mi descuido y al abandono del deporte. Volví a casa y me di una ducha, una muy larga. Estaba por colocarle la comida a Feoso — que me veía con los ojos más grandes y tiernos que ponía cada vez que quería su alimento —, cuando llamaron a mi departamento.
Abrí y miré a un chico delgado y de cabellos oscuros. Se le veía agotado y sin aliento.
—¡Dígame que usted sí es Celeste Vargas!
Arrugué el entrecejo confundida y hablé suspicaz.
—Sí, soy yo.
El chico tendió una caja envuelta en papel de colores y un estampado de... ¿Los osos de escandalosos?
Abrí la caja delante de él y nos asomamos al mismo tiempo para mirar el contenido. Me indigné.
—¡¿Se cree que yo soy un pollo de engorde?!
Le tendí la caja para que la regresara y me dedicó una mirada de pánico.
—Por favor, acéptelo.
—No, no lo quiero.
—Es que si usted no lo acepta, él no me va a pagar.
—¡¿Qué?!
—Él me está esperando abajo, en la esquina del otro edificio y me dijo que si no hacía que usted aceptara, no me pagará.
La ansiedad en su tono de voz me puso alerta, no me imaginaba por qué este chico necesitaba con tanta urgencia el dinero. Me sujeté el puente de la nariz en un intento por apaciguar la frustración y le pregunté sin mirarlo:
—¿Te va a pagar bien?
—Así es.
Sonreí.
—Muy bien. Dile que te pague el doble. Si no quiere aceptar, menciónale que he sido yo quien lo ha propuesto. Si no lo hace, echaré todos los chocolates a la basura.
El chico arrugó los labios reprimiendo una risa y asintió verídicamente.
Cerré la puerta cuando el chico salió corriendo a cumplir gustosamente con su mandado.
—¡¡Feoso!! ¡Te tengo una sorpresa que te va a encantar!
Dejé la caja repleta de chocolates variados sobre la nevera y abrí la puerta para sacar una lata de atún, el teléfono sonó y me apresuré a tomarlo de la mesa. Coloqué la lata de atún para Feoso.
—Hoy tienes doble ración — dije y el felino maulló.
Revisé el teléfono, era un mensaje de Zara. Decía:
Zara: Urgente. Ven al restaurante. Harán el tan esperado curso de gerencia que esperas, solicitaron los documentos, yo ya entregué los tuyos. Se requiere tu presencia aquí pronto.
Mi corazón pegó un brinco y me atraganté con mi propia saliva. Comencé a toser mientras resbalaba al suelo apoyándome de la nevera. Feoso dejó de comer para echarse sobre mí al tanto que yo hacía un esfuerzo por recuperar mi aliento, ¿sería posible? Unas lágrimas se me escaparon. No sé si de la felicidad o por el ahogo. Cuando hube recuperado la vida, me levanté y fui a ponerme ropa presentable para una entrevista.
Sin importarme lo mucho que gastaría, pedí un taxi, solo así llegaría pronto. Pagué al bajar, con el corazón en la boca abrí las puertas y entré. Fui a la recepción y me recibió el cartel: “solo personal autorizado”. Toqué y rápidamente escuché el ¡Entre!
Estaban todos sentados en un círculo alrededor de la mesa. Zara por mi lado izquierdo. El jefe justo de frente y la jefa a su derecha. El jefesito estaba frente a Zara. Joshua y Lily Parker eran los dueños del restaurante, de este y de unos cuantos más. Justo al lado izquierdo de Joshua estaba el supervisor. Y todos me miraban.
Aclaré mi garganta.
—Buenas tardes.
—Buenas tardes — respondieron casi a coro.
El jefe extendió su mano hacia uno de los asientos vacíos.
—Tome asiento, por favor. ¿Tú nombre de pila es Celeste Vargas, cierto? — preguntó y yo me limité a asentir, sonrió —. Pues te tengo buenas noticias. Analicé tus documentos, un historial muy limpio, y quiero que seas nuestra nueva gerente.
Abrí la boca estupefacta, ¿no era mentira? ¡¿Sí me habían escogido a mí?!
—¿Y? ¿Qué dirá? ¿Quiere el ascenso?
—¡Sí, señor!
Un ambiente de calma se sintió entonces por la sala. Probablemente se debía a que me sentía serena. La emoción chispeaba en la cara de Zara y yo debía estar igual, o peor. En mi mente daba brinquitos y bailaba la Macarena.
—El trabajo requerirá unos días de entrenamiento especial y que firmes estos documentos — suspendió hacia mí una hoja —, son los acuerdos de confidencialidad y compromiso.
—Claro.
Él me entregó un bolígrafo a lo que yo firmé.
—Edgar te preparará — el supervisor me miró y asintió —, así estarás lista y capacitada para tu nuevo puesto — comentó el jefe.
—Sí, yo me encargaré del otro restaurante. Tendremos que estar al pendiente con los inventarios — respondió Sean, el jefesito.
—Celeste — miré hacia Lily — ¡Felicitaciones por tu nuevo puesto!
Sonreí, un nuevo sentimiento — más nostálgico — me invadió el pecho.
—Gracias.
—De acuerdo, comenzarás mañana. Yo también voy a ayudarte — dijo ella.
Asentí, tenías unas inmensas e irrefrenables ganas de llorar de alegría.