Un mundo sin ella ya no me vale la pena vivirlo.
Elliot
🎸
—¿En serio? — Julie me miraba impactada con una “o” remarcada en sus labios.
—¡Y qué carácter tiene! — exclamó Matt derramando pizcas de cerveza sobre la mesa.
(Ya iba medio borracho).
Para ellos era alarmante y excepcional todo lo que les contaba de Celeste. Así era ella... ¡No podía dejar de pensar en ella! Una banda de country sonaba en el bar. La pista estaba repleta de personas bailando, las risas y la música fuerte se convertían en ecos. Las suelas de las botas impactaban contra el suelo en unísono. Los colores y los sombreros danzarines al compás que se reflejaban en el recinto. Por algo se le conocía a Nashville como “Ciudad de la música”... y su rostro fiero no dejaba de perseguirme. Tal vez ya se me estaban pasando de la mano las cervezas.
Honestamente, me gustaba pensar en ella. Sin embargo, mi corazón se hallaba inquieto. ¿La quería? ¿Realmente la quería? Sin duda alguna, me gustaba... y mucho. Pero... estaba reacio a amar incondicionalmente. Yo prefería subir la apuesta. Estar seguro y tener todo bajo control. Porque sino, reviviría ese momento una y otra y otra vez.
Mi papá me veía con los ojos rojos pero aparentando fortaleza. Dejé la mochila en el sofá, confundido. ¿Qué pasa aquí? Todo era extraño, papá y mamá... ¿se habían peleado de nuevo?
No sabía exactamente el porqué de sus peleas, pero papá siempre me decía que mamá era infeliz. Decía que estaba triste y, me explicaba lo mejor que podía, sobre el cambio de las personas y cómo no era culpa mía. Y eso me cabreaba, me enfurecía mucho más.
Ese día, mi madre no me miró, no me dirigió ni una sola palabra. Tomó sus llaves, se enganchó su abrigo en el antebrazo y afirmó el agarre en su pequeña valija, y después... solo se fue. Así no más. Salió por la puerta sin mirarnos a papá o a mí. Ni siquiera se despidió de mi. Jamás me dijo de su propia boca porqué se iba, porqué me abandonaba. Ese día, la vida que conocía... Mi mundo, se volvió borroso a mis propios ojos y nada tenía sentido a excepción del dinero. Quería volverme rico para que nunca me dejara una mujer como había hecho mi madre con mi padre. Porque ellas solo querían el dinero.
Me controlé al darme cuenta de que mis recuerdos me habían transportado al pasado y estaba apretando la botella de cerveza más de la cuenta. Levanté la mirada empapándome de la realidad. Matt y Julie seguían celebrando.
—Esta noche la vamos a disfrutar — dije esbozando una sonrisita, tenía un plan.
—Bien dicho, hermano — respondió Matt con las mejillas coloradas.
Julie, con todo, no se lo tragó. Me echó una miradita de esas que decían: “Ya te pillé”. Subí los hombros restándole importancia y continuamos tomando. El Tennessee Brew Works siempre era así de animado. Además, esta noche había pagado para que no nos molestasen. La prensa ya sabía que estaba aquí y llevaban noches atosigándome. Por lo que, hablé con el dueño del local para que nos reservara el lugar, y aunque me dijo que no podría reservarlo todo, me prometió que su guardia de seguridad haría excepciones solo con personas discretas. Podía sentir de vez en cuando una mirada tras mi espalda, pero al menos, nadie había venido a pedir fotos o autógrafos.
Agradecía por eso.
Para obtener una noche de tranquilidad debía pagar. Qué irónico. Porque la gente siempre pagaba para ir a lugares concurridos, llevar vidas desenfrenadas, gastar mucho en bares hasta quedar tan ebrio que no reconocen su nombre y encima, gozar de mucha diversión.
Supongo que nadie quiere lo que tiene, y la teoría está más que comprobada que el ser humano es inconformista.
Matt hizo un chiste lugareño haciéndonos reír a carcajadas y se levantó del asiento para pedir más cerveza. Allí pude entender el dicho: “Atrapado como un ratón sin salida”. Julie tenía una mirada examinadora, de esas capaces de chuparte hasta el alma. Sonreí cautivadoramente, este era mi arma mortal, después de todo, solo la usaba como método final, en situaciones de emergencia. Todas caían a la primera: con mi sonrisa de medio lado.
—¿Qué? — ladeé la cabeza.
Innegablemente, ella no cayó.
—¿Qué estás ocultando? — preguntó con su voz de princesa alzando una ceja en un gesto tierno.
—¿Yo? Nada... ¿a qué te refieres?
Venga, hasta a mí me sonaba que ocultaba algo.
—No sé, podrías empezar explicando... ¿qué fue ese efecto Nexus de hace un momento donde viajaste a otra dimensión?
—Dios. No se te quita lo niña — reí divertido.
—¡Cállate! — me dió un empujón en la frente.
—¿Va a venir Jack?
—Sí, va a venir porque lo prometió. Y, aunque muy inteligente, no me cambies de tema.
Oh, rayos.
—A ver, ¿qué quieres que te diga? — para hablar claro, había que poner las cartas sobre la mesa.
—¿Estás dispuesto a vencer tus miedos por ella? — preguntó con seriedad.
La pregunta del millón. Había que reconocer que era una tremenda pregunta. Ni siquiera yo la había expuesto así en mi cabeza, ¡y se supone que es a mí a quien afecta! Restregué mi cara con una mano. ¿Cuál demonios era la respuesta? ¿Sí? ¿No? ¿Tal vez?
—No lo sé Julie, no lo sé — dije frustrado.
Ella lo entendió al momento, porque sonrió con cariño. Un vaso de cerveza erosionó cerca de mi cara derramándose una mínima cantidad sobre la mesa. Miré a Matt que sonreía como el hombre más feliz. Mi mirada recayó de nuevo en Julie.
—Solo sé tú, pero sé sincero y todo saldrá bien — expresó Julie como última oportunidad de hablar con tranquilidad por esta noche.
—¡Conseguí a un polizón solitario y me lo traje! — exclamó mi loco amigo señalando hacia una mujer de cabello oscuro y alta.