La vida en una canción [editando]

21


Caminaré contigo un paso a la vez.
Celeste
🍴

     No fue tan difícil salir de su hotel está vez. Había poca gente fuera y conseguir su coche fue pan comido. Lo que indicaba lo tarde que era y que se alojaba en una de las mejores suite. Además, me había tomado de la mano todo el trayecto. Como impulso, enredé mis dedos con los suyos, entrelazándolos. Enrojecí cuando sus dedos correspondieron y me apretaron con suavidad. Era una suerte que anduviera unos pasos detrás de él, así no vería mi cara de tomate.
—Hamilton, ¿tienes preparado mi coche?


—Sí, señor. Aquí tiene sus llaves.


Su vista alternó de mi cara a nuestras manos entrelazadas, Hamilton intercambió una mirada de extrañeza conmigo y yo le ofrecí una tímida sonrisa que él me devolvió ampliamente. El valet se sujetó el gorro e hizo un asentamiento de cabeza. Quedé boquiabierta por lo que me había dicho. En mi burda traducción significaba: me quito el sombrero.


—¿Vamos?


Reaccioné cuando Elliot habló y me miró. Asentí, me abrió la puerta del coche y esperó a que subiera. Alcé una ceja al mirarle, yo podía hacer eso más que bien por mi propia cuenta. Elliot esbozó una aviesa sonrisa y subió los hombros desinteresado. Cerré la puerta y divisé al valet, sonreía con sensibilidad. Asentí con la cabeza como despido y le hice una seña con la mano.


—¿Lista para ir a casa? — dijo Elliot con el motor de su Lamborghini encendido y la mano en la palanca.


—Lo haces sonar como si estuviera regresando de un largo viaje fuera de casa.


—Solo si es conmigo — me guiñó un ojo.
Enrojecí y él soltó una risa triunfante.
El trayecto fue tranquilo y relajado, ahora, Elliot sabía mis gustos musicales por lo que me complació con sus playlists y su profunda y aterciopelada voz.


—Ahora que lo recuerdo... me engañaste — acusó señalándome con el dedo cuando estacionó frente a mí edificio (el original) —. Vives es en este edificio.


—Oups.
Por alguna razón, yo no quería bajar aún del auto y él tampoco quería que yo bajara. Sus dedos empezaron a hacer ritmo sobre el volante mirando a través de su ventanilla.


—Gracias por el día de hoy — se giró para mirarme a la cara —, ¡me ha encantado!


—A mí igual me ha encantado — sonrió y se preparó para decir algo más —. También aprovecharé la oportunidad para decirte qué... dentro... dentro de unos días será el concierto aquí en Nashville, me preguntaba si tú... querías venir a verme.


Mis ojos casi se salen de órbita, ¡me lo estaba pidiendo! Y encima, parecía nervioso.
—Iré — aseguré y ambos nos sonreímos — porque quieres que vaya.


Se revolvió el pelo. Había notado que hacía mucho eso. Ya, hablando en serio, debía decirle que parara de hacer eso. Me entraban unas enormes ganas de ser yo misma quién le revolviera esa mata de pelo castaño.


—Uf, pues, qué bueno — soltó una risilla e hizo una pausa, extendiéndose un silencio sepulcral en el coche y sentí que, súbitamente, la temperatura subió de nivel — ¿Celeste?


—¿Sí?


—¿Irías conmigo a otro sitio? — preguntó vacilante.


Mi corazón se aceleró a doscientas sesenta pulsaciones por minuto y un pequeño temblor me recorrió la espina dorsal.
—¿A dónde? — pregunté con un hilillo de voz.


—Verás, mis padres quieren conocerte — frunció los labios, sumergido en sus pensamientos —, y mi mejor amigo me ha invitado a su aniversario... he pensado que allí puedan hacerlo, ¿Te gustaría ir conmigo?


Vaya, esto era bastante serio. Me asusté, en serio me asusté.
Mi yo en versión angelical se sonrojó y mi otra yo en versión endemoniada se burló de mí con malicia.


Creo que ya habíamos dejado claro que habría cero titubeos y cero temores.


—¿Y tú amigo no se molestará porque lleves a una desconocida a su reunión privada? — me atreví a preguntar.


—Mi amigo es Matt, a quien ya conoces, y estará encantado de que vayas.


Ya ves, tonta. En mi conciencia, la diablilla me reprendió.


—Pero... no tengo una ropa adecuada — dije nerviosa, era un argumento infalible.


O eso creí.


—Julie te ayudará, hablaré con ella. Se emocionará mucho.


No dijimos nada durante un lapso de tiempo, cada uno sumergido en sus cavilaciones.
—En estos días estaré algo ocupado por los ensayos y no podré venir a verte, pero Julie estará cerca y yo vendré a recogerte el día del concierto.


—Está bien — por alguna extraña razón, me entristeció saber que no nos veríamos durante un tiempo.


Sin embargo, me esforcé porque no se me notara la desilusión en el rostro.
Abrí la puerta pero me detuvo antes de poder salir.
—Celeste...


—¿Sí?


—Te escribiré...
Mi corazón se sintió tibio, en su cara tenía pegado un gesto afectado y comprendí, que estos días serían un poco difíciles para ambos. No sabía cómo conseguiría mi número, pero supuse que no se le haría cuesta arriba.
Sonreí más tranquila y asentí a sus palabras saliendo del coche. Cerré la puerta a mis espaldas y caminé hacia mí residencia sin mirar atrás.


Al entrar, saludé a Feoso que dormía plácidamente en su camita, el felino, al mirarme, se levantó y me saludó estrujando su cola en mis vaqueros. Le mostré el peluche blanco y negro de Panda y se encaramó sobre este emocionado. Con sus enormes ojos me miró y traduje que le había encantado su regalo.


—Te lo compró Elliot, así que tendrás que agradecerle...


El gato maulló y cuando presumí que había entendido, caminé hacia mi habitación y me tiré en la cama con un suspiro. ¿Qué había sido todo el día de hoy? ¿Cómo una persona podía entretejerse en tu vida en tan poco tiempo?
Decidí hacer una llamada a mis padres.




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