La vida en una canción [editando]

22


La canción que nos pertenece a los dos.
Elliot
🎸

     Creo que me había equivocado, no solo se veía preciosa, sino también despampanante. Las ondas castañas de su pelo acompañado de ese vestido floreado me habían dejado imperceptiblemente sin aliento.


No, tenía que ser sincero, ella no era para nada perfecta. Muchas veces, esta misma mujer podía ser terriblemente terca e irritantemente testaruda, pero, quizás esa era lo mejor y lo que más me encantaba de ella. La palabra terca era un sinónimo de la palabra perseverancia, y la testarudez estaba relacionada a mantener firmes tus conversaciones. Todo va dependiendo del cristal con que lo mires. 


Por otro lado, podía ser una mezcla entre risueña y pícara, atenta y cortés, buena y amable, y sobre todo, intrigante. Nadie me había resultado tan intrigante en toda mi infausta vida como resultaba ser ella. Era como asegurar que una persona con un timbre de voz contralto o bajo lograra alcanzar una voz de falsete soprano. Inaudito. También quería admitir que me sentía alegre, habíamos ensayado y preparado las canciones para hoy, incluyendo la que había escrito para ella. You're my Life estaba más que lista y no había mejor ocasión para mostrársela, que el día de hoy. 


—Vaya, ¡hay mucha gente! — murmuró asombrada mientras de pegaba a la ventana como una niña pequeña.


—Y vendrán más — agregué con una micro sonrisa.


En ese momento, cientos de flashes y periodistas empezaron a asediar el coche. Con ayuda de Henry y los guardaespaldas pudimos pasar a través de una brecha que hicieron. Henry abrió la puerta de Celeste y cubriéndola con su cuerpo, la llevó dentro; pasaron por mi lado cuando bajaba del auto y le entregaba las llaves a Hamilton. Una reportera logró evadir la seguridad hasta posarse frente a mí con el micrófono en mano.


—Disculpe, Elliot, nos gustaría saber, ¿quién es la señorita que lo acompaña esta noche? — preguntó atropelladamente.


Otros tres reporteros del Space News me rodearon con sus cámaras y teléfonos. Metí las manos en mis bolsillos para aparentar un aire informal y relajado. Tenía que demostrar que era el dueño de la situación, y sabiendo que Celeste estaba protegida por Henry adentro, no tenía nada de qué preocuparme hasta que seguridad pusiera orden.


—Sí, sabemos que ha salido con ella en otras ocasiones, ¿es su novia? — preguntó un chico de cabellos negros y ondulados. 


—¿Ha decidido asentar cabeza? ¿Quién es la joven afortunada? Díganos — inquirió una mujer de pelo rubio y gafas.


Eran muchas preguntas a la vez, y no se detenían.


La desventaja: estaba un poco cegado por el flash de las cámaras y las preguntas — una tras otra — eran atosigantes, sumando las miradas expectantes.


Cualquiera en su sano juicio podía sentirse abrumado. Pero yo no solo estaba mal de la cabeza, también lo disfrutaba, y no es porque estuviera loco precisamente...


Mi punto fuerte: las evasivas. Pude captar el destello de una sombra a mi lado derecho y noté a Henry caminando hacia mí con dos seguratas. Sonreí ante las cámaras y presentes.


—Disfruten del espectáculo.


En un parpadeo, Henry estaba a mi lado tomándome del hombro y sacándome de la situación. Cuando los periodistas acechaban, yo solía asemejarlo con estar en una línea de fuego: para sobrevivir, debías tener mucho cuidado.


Entramos y lo primero que ví, fue a Celeste quien tenía una expresión preocupada. Sonreí ante semejante imagen.
—¿Estás bien?


—Eso no es nada para el gran Elliot Jones — dije con superioridad.


Rodó los ojos y me golpeó un brazo con suavidad, pero para mí, no pasó desapercibido el suspiro de alivio que exhaló y la sonrisa calmada que brotó de sus labios al mirar que todo andaba bien. La tomé de la mano y la conduje hacia los camerinos conmigo. Toqué la puerta para cerciorarme de que todo estuviera en perfecto estado adentro, y cuando escuché el pase, entramos. Todos, al mirarnos juntos y de las manos (porque fue muy evidente), sonrieron de par en par.


—¡Elliot! — gritó Brian al verme —. Novia de Elliot, es todo un placer — se acercó a nosotros y tomó la mano de Celeste para besarla.


Antes de que lo hiciera, le tomé la mano y la retiré, atrayéndola hacia mí. Celeste me miró aturdida y Brian sonrió sin importarle nada mi manera de actuar, se estaba burlando de mí.
—Qué tacaño.


—Yo no comparto — siseé entre dientes.


—¿Así que usted es la famosa doncella que se ha robado el corazón de nuestro amigo? — inquirió Austin.


—Cállate — murmuré.


—Como ya ves, tu novio nos trata muy mal — masculló Leroy negando con la cabeza.
Iba a protestar cuando recibí un golpecito en el hombro por parte de la mujer de ojos verdes y fieros.


—Eso está muy mal, no puedes tratar así a tus compañeros.
Fruncí el ceño, pero cuando noté su sonrisa divertida y ver que solo les seguía el juego, le sonreí.


—Se lo merecen — gruñí hacia ellos —. Celeste, te presento a mi banda: Brian, Austin y Leroy... ¿dónde está Regan? — pregunté a nadie en particular, y a nadie le pareció importante en este momento.
—Es un plac...


—Y cuéntanos — Leroy interrumpió a Celeste — ¿Fue amor a primera vista?


—Para nada — respondimos al mismo tiempo.


Nos miramos y sonreímos por nuestra afinidad. Giré a encarar a mis amigos y formé una mueca, los tres nos miraban con unas sonrisas guasonas a la vez que asentían con aprobación. Rodé los ojos con fastidio.


—¿Y ahora qué les sucede?


Brian tomó el rol de hablar por todos, con rostro afligido, se llevó una mano al pecho y colocó una mano sobre el hombro de Celeste. Arqueé una ceja.


—Te agradecemos de corazón... por ayudar a nuestro compañero — dramatizó y yo resoplé.
—Sí... si supieras que no para de hablar de ti — le dirigí una mirada de advertencia a Austin, se opina que es el más maduro por estar casado.




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