La vida en una canción [editando]

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La vida en una canción.
Celeste
🍴

     No sabía qué había sucedido, desde mi posición, observé que Elliot se comportó extraño hace un rato, pero ya todo parecía estar bien. Hizo su aparición en el escenario después del descanso portando una sonrisa, mi corazón comenzó a desbocarse cuando me sonrió y dijo que cantaría una nueva canción. Sus ojos se enfocaron exclusivamente en mí y coloqué las manos en las mejillas, sentía que estaba ardiendo.
En mi desenfreno, hice una bulla y comencé a animarlos.


—¡Vamos chicos! — levanté las manos y las moví para llamar su atención — ¡Lo harán bien! ¡Ustedes pueden!


Brian, que era el baterista, me miró y alzando las baquetas, sonrió. Leroy no me miró, y sin embargo, una gran sonrisa se grabó en su rostro ante mis porras mientras tomaba su lugar en el teclado. Austin sostuvo su pecho con una mano y con la otra sujetaba el bajo para hacer una reverencia. Y Regan, alzó las cejas y le dijo a Elliot cierto chiste que le hizo soltar una carcajada que escasamente y para mí desgracia, no se escuchó a través del micrófono. Después de acomodarse, empezaron a tocar. Una melodía que ya conocía, pero trabajada de un modo olímpico. Pude notar las variaciones que les habían hecho.
Elliot cantó la primera línea de la estrofa mirándome a los ojos, me sentí embelesada y transportada a otra galaxia. Si bien, yo me sentía igual que él, a su lado dejaba de sentirme indefensa, me sentía libre, me sentía bien.
Sus letras me hicieron recordar mi pasado... La soledad y el sentimiento de insuficiencia mientras limpiaba baños para sobrevivir y tener un techo sobre mi cabeza, las ganas de luchar rendidas al estar en un lugar desconocido y sin nadie a quien le importara un comino mi situación. Recordé lo perdida que me sentía. 
Pero solo eran eso: recuerdos. Ahora, tenía a Zara y a Roger, y entrañablemente, me había hecho amiga de Julie (que estaba a unos pocos metros de donde yo me encontraba, junto con una pareja mayor). Ella me había contado mucho sobre Elliot, pero nada más lo básico, me explicó que las demás cosas debía explicármelas él.
Pero me aliviaba saber que ya no estaba sola. 
Cantaban el coro cuando no pude soportarlo más, comprimiendo el rostro, dejé que las lágrimas corrieran. Reí entre el llanto al escuchar el inicio de la segunda estrofa, mencionaba nuestros comienzos, cuando nos conocimos: con una pelea. Y llevé una mano al corazón al escuchar la comparación del color de nuestros ojos con dos gemas.


Brian, Leroy, Austin y Regan hacían los coros cuando Elliot cantaba los puentes... Mi piel se erizó al razonar en la letra.
Desde que nos conocimos nuestras vidas han dado un vuelco de trescientos ochenta grados. Hemos dejado de hacer cosas a la que estábamos acostumbrados, hemos avanzado a nuestro modo. Pude entender, por el sentimiento al cantar, que Elliot tampoco había tenido un pasado fácil. Los dos hemos encontrado en el otro una especie de luz que es capaz de unirnos. Estar juntos se ha vuelto un hábito, y aunque me sigue dando miedo, sencillamente, ya no me importa el peligro.


Si caer en el amor nos hace débiles, ¿lo somos?


Rompimos las trincheras que nos separaban y caímos juntos, ¿y qué?


Él se volvió para mí, con una rapidez impresionante, alguien importante en mi vida, ¿dudaría?


Nos sostuvimos la mirada y no la apartamos ni siquiera cuando dejaron de tocar y la multitud gritaba con ímpetu y vitoreaba sus esfuerzos. Le sonreí y susurré un “te quiero”. No supe de dónde salió. Ni pude detenerme para no decirlo, no recuerdo ni cuando lo pensé. Elliot sonrió grandemente, y no era por burla, es como si lo hubiera esperado, como si por fin correspondía a sus sentimientos.


El concierto había terminado, pero estaba tan sumergida en nuestras conversaciones no habladas a través de nuestros ojos, que no me había dado cuenta de que el lugar se había vaciado de un momento a otro. Rompimos contacto visual cuando Brian, a modo de broma, se situó frente a Elliot con los brazos abiertos para que ninguno de los dos pudiéramos vernos, me causó gracia. Austin se mofaba de Elliot sin algún tipo de discreción, Leroy lo tomó del cuello y lo arrastró fuera del escenario... y Regan, no hacía más que caminar a su lado. Al mismo tiempo, Henry se situaba a mi lado junto a otro guardia. Ladeé la cabeza cuando su rostro me mostraba una peculiaridad familiar y enrojecí cuando me sonrió, comprendí quién era. Era uno de los hombres de negros. Especialmente, al que había atendido y mi precario estómago le había soltado un vozarrón hambriento. 


—Hola — dije con timidez.


El hombre asintió como saludo con una sonrisa de labios sellados. Era extraña, como si quisiera reír pero se debatía entre hacerlo o no. 


—Señorita Celeste, Elliot la espera tras bambalinas, sígame.


—¿Podría decirme solo Celeste? — pregunté caminando, miré su traje, esta vez, no portaba ningún ridículo moño —. Ese traje está mucho mejor que el anterior, cuando nos vimos la primera vez. 


Intenté bromear, tal vez no debí hacerlo a su costa... asintió sin hacer algún amago de cambiar de expresión inescrutable. Era muy serio. 


—Celeste será. O tal vez Carmín.


¡Sí! El sentido del humor lo tenía enterrado, muy en el fondo, ¡pero lo tenía! Reí.


Elliot hablaba con alguien cuando lo alcancé a ver, pero no distinguí quiénes eran porque rápidamente se giraron y se marcharon. Me acerqué a él y al verme, sonrió, mostrando los dientes. Esa sonrisa podía acabar con las guerras en el mundo, o tal vez podía ser tan peligrosa que acabaría a su vez, con la paz. En mi caso, me ponía a temblar, puesto que no era una sonrisa de superioridad o de guasa, era sincera. La que mostraba la otra cara de Elliot Jones cuando estaba fuera de los reflectores, la parte de él que se liberaba con la música.




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