Un alboroto en los probadores.
Celeste
🍴
Poco pude dormir. Recibí una llamada urgente de Joshua Parker, el jefecito, teníamos que ponernos al día con algunos papeles importantes y de suma urgencia. Así que me levanté en volantilla, me arreglé y corrí al restaurante. Había llegado a casa a eso de las dos de la madrugada y él me había llamado como a las cinco y media. Por lo tanto, aquí estaba yo, con unas ojeras que no se tapaban ni con corrector y un tremendo sueño que me hacían caminar como zombi. Habíamos pasado horas acomodando unos documentos para dejarlos en regla y analizando pedidos atrasados, fue un alivio, cuando solucionamos todo.
Eran pasadas las doce cuando recibí un mensaje de Julie para encontrarnos a la una. Resoplé y me llevé las manos a la cabeza. Me comí un chocolate — sí, de esos que Elliot me había regalado en una caja decorada por los osos de escandalosos — para avisparme un poco antes de que Julie llegara.
No sirvió.
—¡DIOS SANTO! ¡¿Estás bien?! — sus hermosos ojos azules casi salieron de sus órbitas.
Aún cuando llevaba lo que se conoce como “ropa casual”, daba la impresión de haber salido de una pasarela trascendental.
—¿Qué te sucedió?
—Una fiesta hasta bien entrada la madrugada y un importantísimo trabajo a primera hora del día. Eso pasó — murmuré cabizbaja y con el ánimo por los suelos.
Soltó una risita y me miró con empatía, se acercó a mí tomándome de las manos. Con suficiencia comprobé que yo era un pelín más alta, por ese lado, ya mi orgullo no se sentía tan herido o afectado.
—No te preocupes, encontraremos un atuendo perfecto. Además, Elliot está loquito por ti así como eres, por lo tanto, no te desanimes.
Sonreí por sus intentos de animarme y sin mediar en mis palabras antes de soltarlas, escupí lo primero que se me había grabado en la mente:
—¿Está loquito por mi?
—¿Lo dudas? El chico no para de hablar de ti, pobre, ha caído fuertemente en el amor.
Su mensaje, lejos de alentarme, me acobardaba. ¿A qué se refería con que había caído fuertemente en el amor? Sé que debería alegrarme por tenerlo “comiendo de mi mano”, como muchas mujeres dicen. Pero siempre he temido al poder que una persona puede tener sobre ti, incluso, si se trata de mí misma hacia alguien. Mientras más grande sea el amor que profesas, más doloroso se volverá si te lastima. Recuerdos de un hombre de cabello negro vestido de chaqueta de cuero vienen a mi mente y soy sacudida por espasmos dolorosos.
—Vamos, tenemos muuuucho trabajo por hacer...
Y no erró. Ya había perdido la cuenta de todos los vestidos que me había probado y de distintos colores. Me estaba colocando el vestido trescientos sesenta y nueve cuando Julie se acercó y me habló a través de la puerta.
—¿Cómo vas allí dentro?
—Bien — farfullé con la voz comprimida.
Intentaba meterme dentro de un vestido de color salmón ceñido al cuerpo... sin éxito.
—Genial, acabo de llamar refuerzos...
Arrugué las cejas. Metí mis piernas y halé hacia arriba, el vestido llegó hasta mis nalgas. De allí no pasaba. Creo que no era de mi talla y cuando le iba a decir a Julie que me pasara un vestido de una talla más grande porque este era muy chico, me lanzó una bomba.
—Elliot ya viene.
Agrandé los ojos y en mis esfuerzos por subirme el vestido a la fuerza, perdí el equilibrio, me tambaleé y choqué con el espejo.
—Ay.
—¿Estás bien?
—¡¿POR QUÉ LE HAS DICHO QUE VENGA?!
—¿No te emociona?
Mi pulsó se disparó y comencé a transpirar.
No, no me emociona.
Casi no podía verlo a la cara después del casi beso en la sala de su cocina en el hotel y, a pesar de que habíamos quedado en santa paz, Dios, estar cerca de él me ponía a temblar. Es más, solo con pensar en que venía hacia acá, me desequilibraba mentalmente.
—Celeste, ¿todo bien?
—Hubiera preferido que no lo llamaras — dije comiéndome las uñas.
Me miré al espejo y me sorprendí. No me desagrada en lo absoluto, no, me gustaba lo que veía. Tenía los cabellos fuera de la crineja — como siempre — pero esta vez sentía que me lucían, las mejillas coloradas, los ojos brillantes y como estaba nerviosa, solté el labio que, sin saber, me había estado mordiendo. El resultado eran unos labios rojos y apetitosos. Sonreí.
Después, me fijé en el vestido atorado y que no pasaban de mis caderas, y el el brasier de encaje rosa pálido con la etiqueta guindando de un costado, hice un puchero.
—Lo lamento — habló Julie y escuché el acento de culpa que le acompañaba —, pensé que te emocionaría y yo...
—Olvídalo, a propósito, este vestido no me entra, ¿podrías pasarme otro?
—¿No te sirve? Rayos, creí que era de tu talla. Bien... eh... probemos con este otro — abrí la puerta lo justo para recibir un vestido de un precioso color vino.
Miré detenidamente el vestido, no tenía mangas y tenía el corte recto arriba. Se ceñía hasta la cintura y la caída era ancha y amplia. Sonreí al observarlo en alto frente a mí sujeto de una sola mano.
—Ya tengo el vestido — le informé.
—¡¿En serio?! ¡Genial! ¡Déjame verlo!
Ni siquiera me lo había probado pero ya lo había decidido. Me lo puse con facilidad y salí para que me viera reflejándome en el gran espejo de cuerpo entero.
—Oh Dios mío — se llevó las manos a la boca y un aplauso le siguió — ¡Estás impresionante! ¡Sí! ¡Definitivamente este es el vestido! ¡Lo dejarás babeante por ti!
Le dediqué una mala mirada y ella soltó una carcajada con la que terminé riendo. Tenía una actitud fresca y divertida. Estar con Julie era muy agradable. No era celosa... como yo.
—Da una vuelta — pidió.