Entrevistas imaginarias de ensayo antes de conocer al suegro.
Celeste
🍴
En una entrevista: ¿Cómo te sientes cuando vas a conocer a la familia del nov... cantante famoso y súper rico con el que sales?
Yo respondiendo a la pregunta que me hizo Celeste Vargas entrevistadora: Mis manos nos dejan de sudar... no recuerdo las veces que las he pasado por la suave tela de seda de mi vestido color vino. (¿Se me permite decir eso, no?)
¿Más detalles?
Sobria carretera que me enerva.
Eficacias que me consumen y me retuercen el estómago.
Y encima, una canción de mala muerte.
[Se corta la entrevista mental]
Ha empezado a sonar un reggaetón latino muy famoso y torcí el gesto instantáneamente. Elliot, al percatarse, la cambió. Gone, Gone, Gone de Phillip Phillips sonó en su lugar. La letra es muy conmovedora, pero el ritmo es pegajoso. Tanto, que logra calmar mis nervios momentáneamente. Mi pie sufre un tembleque y ya estoy moviendo la pierna y repiqueteando los dedos en mis rodillas.
—If you need help, if you need help...
Muevo mi cabeza y mis hombros al son de la música.
—Your hope danling by a string I'll share in your suffering to make you well, to make you well...
Miré a Elliot, sonreía por mi desenfreno, le devuelvo la sonrisa. Él sube el volumen.
—Give me reasons — palmeo mis rodillas — to — lo hago de nuevo — believe — lo vuelvo a hacer.
Le animo a que se una a cantar. No lo duda.
—That you would — aplaudo esta vez — do the same — vuelvo a aplaudir — for me — otro aplauso.
Ensanchamos nuestras sonrisas y tomamos todo el aire que podemos, cantaremos con todo y ambos lo sabemos. ¿Que cómo lo sé yo? Fácil. Telepáticamente.
—And I would do it for you, for you... Baby I'M not moving on... I love you long after you're gone... For you, for you... You would never sleep alone I love you long after you're gone...
Él está mirando el camino, pero yo lo veo a él. Su perfil, su cabello liso, su traje de etiqueta negro que le queda excelente, lo relajado que está.
—And long after you're gone, gone, gone...
Comienza la segunda estrofa y nos miramos. Mi corazón se acelera... ¿Cómo dicen por ahí? A veces, las miradas dicen más que las palabras.
«Cuando caigas como una estatua voy a estar allí para agarrarte, ponerte en pie, ponerte en pie»...
La música empieza a fluir por mis venas como si fuera otro componente más de mi sangre. Bailo. Así con música, soy tan osada como para mandar todo al carrizo, incluso al vestido que casi no me deja respirar y que tiene torturados a mis pobrecitos pechos.
«Me rindo sinceramente, tú has hecho siempre lo mismo por mí»
«Así que lo haría por ti, por ti»
Levanté mis manos y seguí con mi bailecito — medio raro — en el coche. Pero no me avergoncé. Me he dado cuenta de que Elliot me miraba de reojo y sonríe divertido, pero no en plan burlesco ni odioso. Es más como si disfrutara verme así. Y entonces, comprendo lo que él es...
«Por ti, por ti, nunca dormirás sola, te seguiré queriendo mucho después de que te hayas ido»
Lo libre que se siente...
La música es libertad.
«Eres mi columna vertebral, eres mi piedra angular, eres mi muleta cuando mis piernas dejan de moverse»
Ya lo olvidé.
Nuestras miradas se encuentran.
—You're the pulse that I've always needed... Like a drum baby don't stop beating...
Ya olvidé cómo se sentía no conocerlo.
«Como un tambor, cariño, no dejes de latir»...
Me miraba fijamente. Quería ponerme en alerta, avisarle que vea la carretera o podríamos chocar. Pero nada se mueve a mi alrededor, nos hemos detenido. ¿Hemos llegado o estamos en el medio de la vía?
No lo sé, no logro concentrarme más que en la música, en que estoy cantando o en sus ojos azules de cristal, de un zafiro oscuro. El coro se repite y yo imagino que soy la dueña de la batería.
«Mi corazón nunca deja de latir por ti»
Hemos cantado juntos esa frase y mi pulso ha ido en crescendo subiendo del Do menor hasta el Sol mayor.
«Y seguiré mucho después de que te hayas ido, ido, ido»
Pero allí estaba la diferencia, yo no quería irme. Sus ojos destellaron y su sonrisa de amplió. ¿Él tampoco quería irse, verdad?
«Te seguiré queriendo mucho después de que te hayas ido, ido, ido»
Elliot aplaudió y se escuchó el eco de sus palmas chocar en todo el coche. Mi cuerpo palpitó. Mi mente temblaba. Elliot bromeaba.
—Debo decir señorita que usted me ha sorprendido más de lo que debería. Es una cantante muy buena y divertida, está contratada. Me he enterado de que irá a una fiesta con Elliot Jones — rodé los ojos al escucharle hablar en tercera persona —, dígame, ¿no está nerviosa por conocer al suegro?
Mis ojos amenazan con salir de sus órbitas. Elliot formó un puño con su mano simulando un micrófono imaginario acercándolo a mí, lo empujé y me reí. Nos miramos sin apartar la vista y la vena de mi cuello empezó a saltar como loca cuando Elliot levantó su mano en mi dirección y acarició mi labio gordo. Él sonrió y rozó mi mejilla en una tierna caricia, me he quedado quieta. Su mano tomó mi cuello con delicadeza, me costaba respirar, hacía círculos en mi mejilla con su pulgar. Entreabrí los labios a la expectativa.
Un claxon suena detrás de nosotros haciéndonos pegar un brinco y me percato de que la razón por la que no nos movimos, era el tráfico, que ahora avanza plácidamente. Elliot se enfoca en la vía y yo me esfuerzo por no demostrar mi decepción. Suspiré en silencio y miré por la ventana.
El beso tendrá que esperar... otra vez.
Durante los tres minutos y cuarenta y dos que duró la canción, había olvidado los nervios. Pero estos son invocados nuevamente al acercarnos a nuestro destino.
—Celeste...
—¿Sí?
—Yo... solo quería decirte que — Elliot presiona los labios y aprieta el volante sin mirarme —, conmigo no tendrás paz, no puedo ofrecerte eso. Te tomarán fotos a donde quiera que vayas, la prensa te perseguirá, tu vida privada ya no será tan privada... ahora que estás conmigo, debes dejar que yo te proteja de los medios, ¿de acuerdo?
Asentí seria, su mirada preocupada y nostálgica es... difícil de romper.
—No será sencillo para ti, los periodistas son muy intensos, pero... no te preocupes por eso, ¿vale? Yo me encargo.
Mi corazón se estrujó cuando noté que el núcleo de su preocupación es que me aleje de él por los medios.
—Entiendo — respondí —, uhm, eso quiere decir ¿que ahora seré famosa?
Hice un bailecito con las cejas y veo que sonríe, pero esa alegría no se refleja en sus ojos. Suspiró y mesó su cabello con la mano libre.
—Los medios pueden ser muy crueles algunas veces, les gusta las noticias que hagan un gran Boom. Sin importarles si eso nos lastima como personas...
—Lo sé — se giró para mirarme, lo tranquilizo con una sonrisa —. Confío en ti.
Al llegar, me impresiona que sea en el Noelle. ¡Rayos! ¡Demonios! ¡Recórcholis! ¡Santos pepinillos! No sé qué más decir... Elliot soltó una risita entre dientes, entrecerré los ojos, le fascina dejarme pasmada. Bajó del coche y al rodearlo, abrió mi puerta. Extendió su mano y me ayudó a bajar.
Y tenía razón, nada más bajar cuando empiezan a asediarnos con fotos. Soy cegada por los flashes. Me pierdo. No sé qué hacer y siento que voy a entrar en pánico. Tenía razón al decir que eran intensos, nos hacen muchas preguntas a la vez. No he terminado de pensar en la respuesta de una cuando ya han hecho tres más. Siento que me asfixio.
Su mano me sujetó de la cintura. Me estabilizó, me acercó a su pecho que es como un muro.
—Sonríe y confía en mí. Te sujetaré siempre — susurró cerca de mi pelo enviando un escalofrío por todo mi cuerpo.
Seguí sus instrucciones, y sin embargo, he de admitir que me asusté mucho. No es algo que podría hacer sola, no lo haría sino fuera por él. Comenzó a caminar y su respiración toca mi oreja, su cálido y tibio aliento recorre todas mis terminaciones nerviosas y su mano en mi cintura es un firme agarre en llamas. OK, hay mucha tensión aquí.
Alguien se nos acerca y nos interroga, sobre mi vestido, si soy su novia, cuando me va a presentar formalmente. Dios, estoy de los nervios. No obstante, Elliot permanece impasible como un perito en esto. Sonríe y yo lo imito. Mi pie resbala pero ni se nota, me ha sujetado con ambas manos. Y entonces, ya no me preocupo por nada. Es mi muro.
—Estás muy tensa — murmuró cerca de mi oreja (¿No le preocupa lo que digan los medios estando muy cerquita de mi?) —. Cómo sigas así, me veré en la obligación de hacer algo al respecto.
—¿Y qué se supone que harás?
—Te haré cosquillas.
Abrí los ojos como platos, ¡no creo que sea capaz! Miré hacia él, estamos tan cerca que hasta me podría besar... ¿Yo pensé eso?
Su enorme sonrisa es seguida por una risa amortiguada. Toda mi piel se eriza cuando su pecho choca mis omoplatos. Me uno a sus risas disimuladas, y aunque los flashes van y vienen, es como si estuviéramos en nuestra burbuja a salvo.
Al entrar, me obligué a cerrar la boca. El salón es enorme y luminoso, la decoración es ostentosa y hay personas con trajes elegantes caminando de un lugar a otro. Las mesas están cubiertas por finos manteles y repletos de platillos peculiares acompañados de vinos de la mejor calidad. Me sentí un poco fuera de lugar, pero no pasaba nada, venía con Elliot.
—Conocerás a mi padre y a mi madrastra — me dice.
Me tensé al instante.
Dos personas de acercan a nosotros.
Un hombre que es una copia más antigua de Elliot — son igualitos —, y una mujer de cabello rojo. Sonríen al vernos y me hacen recordar a Zara y a Roger. Parecen sencillos y amistosos. Pero eso no me impide tragar grueso cuando están al frente de nosotros.