Eider tenía razón cuando dijo que está muy oscuro, pero ya empiezo a acostumbrarme a hacer el mismo trayecto hasta casa cada noche.
Empiezo a caminar a paso ligero, bajo un frío infernal, sorteando a algunos borrachos que creen que por ser mujer y estar sola pueden divertirse un poco a costa mía.
Mi mente sigue reproduciendo imágenes del chico tan guapo como irritante que termino de conocer. Y por alguna extraña razón a pesar de todo, se sintió bien estar con él.
Cuando por fin veo mi casa, subo tranquilamente la escalera del porchey el alivio y agotamiento de todo un día de trabajo casi me hacen fundirme con la puerta.
Hogar no tan dulce hogar.
Como cada noche, solo necesito un vaso de agua y luego ver que Amy está bien antes de irme a dormir, voy a la cocina por el agua y me detengo en seco en el umbral.
Allí está mi padre, borracho, sin conocimiento en el suelo, verlo me llena de un rencor inmenso. No se deja ver mucho últimamente.
Trato de imaginar cuanto tiempo lleva allí y a pesar de todo me preocupa que se resfríe por el contacto con las baldosas heladas o que esté lastimado por alguna caída.
Meneando la cabeza y reprimiendo lágrimas de cansancio y frustración, me quito la chaqueta y espero un minuto mientras resuelvo cómo voy a llevarlo a su habitación sin despertar a Amy ni lastimarnos a ambos en el proceso. Intento moverlo con suavidad para llevarlo a rastras con todo el cuidado posible.
Lo levanto agarrándolo de los brazos y empiezo a deslizar su cuerpo fuera de la cocina, pero a pesar de mi intentó por no hacer ruido, golpea con el pie el extremo de la puerta y esta da en la pared haciendo un gran ruido, me estremezco y luego me quedo paralizada un momento rogando no haber despertado a Amy. Por desgracia, cuando decido reiniciar la labor de arrastre, escucho que se abre la puerta del cuarto de mi hermanita.
Me doy la vuelta y la veo de pie en el pasillo, mirándome medio adormilada.
—Lo siento, pequeña. No quise despertarte. Vuelve a la cama —susurro.
Su rosto está inmutable, desvía la mirada y observa a nuestro padre por un largo rato sin mostrar ninguna emoción.
Le sonrío, pero la boca me tiembla de cansancio, de tristeza, de desilusión. Ella se da cuenta y su propia tristeza le parpadea en el semblante antes de darse la vuelta y dirigirse a su habitación otra vez.
Golpea la puerta cuando llega a esta.
Evidentemente Amy ya está tan agotada como yo de esta situación, mi padre no solo se está matando a sí mismo, también se está llevando a sus hijas en el proceso.
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Miro mi reflejo en el espejo y frunzo el ceño frustrada, por lo visto esto es lo mejor que puedo lograr.
Observo mi pelo rubio atado en un moño flojo, mis ojos marrones cansados y mi ropa desgastada de tantas lavadas, no importa cuánto me esfuerce al parecer mi aspecto siempre es igual.
Después de la escena de anoche, decido ver cómo amaneció papá así que me dirijo a su habitación. Abro la puerta y lo primero que percibo es el olor a algo rancio, luego veo la gran cantidad de botellas que hay desperdigadas por todas partes.
Mi padre está en su cama, con las sábanas revueltas en los pies y en una posición aparentemente un tanto incómoda. Ni siquiera voltea a verme a pesar de que sé que está despierto.
—Buenos días, papá. —digo, pero no obtengo respuesta.
Me dirijo al otro lado de la habitación con la intención de abrir las ventanas para que el lugar se airee un poco, algo que realmente hace falta, pero papá grita, lo que me hace dar un respingo al no esperar tal grito.
—Sal de aquí. No quiero verte. —dice.
—Papá quizá deberías… —empiezo a hablar, sin embargo, él no me deja terminar, continúa gritando y gritando hasta que yo salgo del cuarto.
Cierro la puerta tras de mí y apoyo la espalda en ella tratando de serenarme tomando una respiración profunda, no entiendo por qué continúa afectándome tanto si siempre es lo mismo.
Por más que trato de ayudar él no me lo permite y ya debería estar acostumbrada ¿no? Sin embargo no lo estoy.
Finjo una sonrisa y me dirijo a la cocina donde se encuentra Amy desayunando.
— ¿Otra vez de mal humor? —pregunta Amy cuando me ve acercarme.
—Solo un poco ¿Estás preparada para tu examen hoy? —Estoy tratando de distraerla en realidad, ya que realmente no estoy preocupada.
Aparentemente y a pesar de todo por lo que hemos pasado, Amy continúa siendo una excelente estudiante.
—Bien —dice con una mueca extraña
—¿Qué? ¿Qué pasa? —Pregunto preocupada por su expresión.
—Es solo que… —empieza a morderse el labio y a estrujar los dedos en el borde de su camiseta otra vez. Lo que sea que vaya a decirme es algo que le preocupa —necesito un bolso nuevo, el que tengo ya está muy roto, traté de arreglarlo pero quedó peor. —Su mirada está fija en el suelo.
Me siento inmediatamente mal, sé que Amy prefiere no decirme estas cosas porque ella es consciente de que no abundamos en dinero y eso duele. En serio duele que mi hermana de diez años se esté preocupando por el dinero, ella no tiene por qué preocuparse por cosas así, ese es mi trabajo. Bueno, en realidad es trabajo del hombre que tenemos como padre, pero dado que él no está para la labor entonces me toca trabajar a mí para mantener en pie lo que queda de esta familia.
Trago el enorme nudo que se instala en mi garganta y trato de sonar lo más normal posible.
—Oye tranquila. Pronto tendrás un bolso nuevo ¿de acuerdo? Sabes que hoy empiezo mis prácticas y me pagarán, así que no quiero que te preocupes más por dinero. —eso me toca a mí, pienso internamente.
Amy compone una sonrisa y se levanta para darme un gran abrazo.
—Te quiero Alex.
Esas simples palabras provocan que mis ojos se llenen de lágrimas.
—Y yo te quiero a ti pequeña.
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El profesor Brown se toma su tiempo para concluir su conferencia, o quizá soy solo yo que tengo serios problemas para concentrarme, porque por más que lo intento no tengo ni idea de lo que está hablando.