Cuando entro a casa me encuentro a Megan leyendo uno de mis libros con gesto aburrido tirada en el sofá. Amy está acostada en una posición un poco incómoda a su lado.
—¿Y bien? —me examina de la cabeza a los pies desde detrás del libro—. Rayos, estás muy sonrojada.
—Es un chico increíble.
—Sí, justo eso me pareció después de ver como intentaba succionar tus muelas—cierra el libro de golpe.
—¿Y Amy? —le pregunto—. ¿Todo bien?
—Ah, sí. Bailamos, nos pusimos al día con las tareas, comimos helado, vimos otro caso de CSI —Megan bosteza—. Esa niña tiene vena de detective. Volvió a ganarme al adivinar al asesino. —Me da un abrazo rápido, apretando mis hombros—. Ah y la señora Jhonson pasó por aquí, trajo galletas y quería hablar con tu padre.
Mi corazón golpea contra mis costillas.
—¿Y qué le has dicho?
—Que está de vacaciones.
—Ah.
Megan ya está en la puerta.
—Me debes los detalles de esta cita. Eso lo sabes ¿No? —Abre la puerta, pero antes de salir se vuelve como si hubiera olvidado algo. —No has olvidado la cena en casa de mi madre mañana ¿verdad?
—No. No me perdería esa cena por nada del mundo.
Megan me lanza un guiño y luego se marcha.
***************
Aunque me habría gustado quedarme a rememorar una y otra vez la maravillosa cita que tuve con Eider, lo cierto es que tengo otro millón de cosas primordiales de las que ocuparme. Como ir a visitar a mi pequeña Abril tal como se lo prometí a Amy.
Amy corretea feliz de aquí para allá emocionada por ver a Abril, mientras yo trato de ordenar un poco la casa antes de salir.
Preparo el desayuno, alimento a Amy, limpio un poco el salón y aprovecho que mi hermana no se decide por que atuendo usar, para justamente lavar algo del montón de ropa que tenemos sucia antes de salir.
Voy al garaje en busca de más jabón, mamá acostumbraba a guardarlo allí, en realidad guardaba muchas cosas allí así que yo también hago mismo. Entonces me percato de que el auto no está.
Me paralizo asustada de lo que pienso. Es más, que no sea lo que estoy pensando.
Que no sea lo que estoy pensando por favor.
Tengo más de medio año invirtiendo dinero en ese auto. La verdad no sabía si llegaría a usarlo, si alguna vez me atrevería a manejarlo, pero sentía esta extraña necesidad de arreglarlo, de que estuviera bien, de mantener todas sus cosas tal como a mamá le gustaba tenerlo.
Estoy empezando a volverme loca, es eso.
Agotada por el cúmulo de emociones de los últimos meses, camino hasta la sala y me dejo caer en el sofá con los ojos cerrados.
Tengo que ducharme y cambiarme para ir a ver a Abril, pero para ir al baño debo pasar frente a la habitación de mi padre y la verdad tengo miedo de acercarme a su cuarto. Temo que mi yo pasivo pierda los estribos.
¿Pero a quien engaño? no puedo evitarlo.
Me incorporo con los músculos cada vez más tensos y me dirijo a su cuarto, lo encuentro sentado en la cama con una botella de vodka en las manos y muchas otras regadas por el suelo.
La sangre se me acumula en los oídos al tiempo que mi cuerpo se mueve aún sin haber recibido órdenes mías al respecto. Es como si estuviera metida dentro de mi cabeza, pero ya no ejerzo ningún control sobre mis miembros.
Con el corazón aporreándome las costillas mientras lo miro, en lo único que soy capaz de pensar es en la absoluta humillación a la que nos ha estado sometiendo y la desdicha que estamos viviendo por su culpa, por culpa de él nuestra familia yo no es una familia.
Me acerco más a él temblando a causa de su traición.
Traición, sí.
Nos ha traicionado para conseguir alcohol.
—¿Dónde está el auto?
—Déjame en paz —gruñe.
—¿Dónde está el auto? —Vuelvo a preguntar tratando de mantener mi voz serena.
—Eso no es asunto tuyo —Dice dignándose a mirarme por fin.
—Claro que lo es. He estado gastando dinero en él, tratando de arreglarlo para nosotras ¿Dónde está Aaron?
—Lo vendí. ¿Contenta? Ahora largo de aquí.
Las piernas me fallan y no tengo de donde sostenerme.
—¿Cómo pudiste? —Digo en apenas un susurro.
—Lárgate Alex.
Me inclino hacia él y estiro la mano para agarrarlo sin apretar mucho, pero amenazante, él me mira a la cara con ojos consternados, redondos como platos.
—¿Qué sucede contigo? Sabes que he estado gastando dinero en él, dinero que mucha falta nos hacía ¿esperaste a que estuviera bien para venderlo? ¿Para seguir pagando tú vicio? ¿Si tanto quieres morir porque no terminas de matarte y nos dejas en paz de una vez?
Mis últimas palabras salen en un grito. Entonces noto algo, una pequeña mano en mi brazo.
—¿Alex?
Lento pero seguro, empiezo a ser consciente de lo que estoy haciendo y con un escalofrío veo a Amy de pie a mi lado, sin rastro de color en su cara y mirándome como si fuera la primera vez que me ve.
Luego da la vuelta y corre.
Dios mío.
Bajo la cabeza y veo a mi padre encogido y en completo shock. Lo suelto como si quemara y corro en busca de Amy.
La puerta de su habitación está cerrada. Tomo una profunda respiración para terminar de calmarme y luego llamo suavemente.
—Amy, ¿Puedo pasar?
Tarda un par de minutos antes de responder:
—Sí. —Escucho su vocecita a través de la puerta.
La encuentro en la cama abrazando un peluche que en otro tiempo siempre peleaba con Abril.
No es capaz de levantar la mirada y verme, así que solo me siento a su lado mirando a la nada.
—Lamento que presenciaras eso. —trago saliva fuerte, intentando no llorar. —No quise perder los estribos, es sólo que papá hizo algo muy malo.
Ella no responde. No dice nada. Sólo se queda allí acariciando al oso de peluche.
—Amy —La giro y la miro suplicante —¿Sabes que te amo verdad? Tú y Abril son lo más importante en mi vida.
—¿Y a papá ya no lo amas?
Cierro los ojos obligándome a mantenerme fuerte.