Sirvo la taza de café y espero un momento antes de tomar un trago muy muy grande.
Es la quinta y confío en que esta si hará el trabajo. La oficina está casi vacía, solo quedan un par de empleados más, además de Rebeca y yo que estoy luchando con los planos solicitados por el Sr. Wells.
Me dirijo a mi mesa y coloco la taza lo más alejado posible de mi trabajo temiendo un accidente.
—¿Cuántas tazas ya? —Pregunta Rebeca con el ceño fruncido.
—Cinco.
—¿Y pretendes estar despierta hasta la otra semana o algo así?
—Quizá solo hasta que me tengas la suficiente lástima como para que acabes con mi miserable vida. —Digo mientras recuesto mi cabeza en la meza. El café si hizo su trabajo, pero necesito cerrar los ojos y dejarme llevar un momento. Hace tanto que no sé lo que es tener un sueño reparador.
—¿Otra vez te pidió que rehiciera los planos?
—Una taza de café por cada vez que me ha tocado empezar desde cero.
—Cielos —Rebeca se muerde el labio con una expresión de lástima en su rostro.
Hasta yo me tengo lástima en este momento, Damián Wells está acabando con lo poco de cordura que me queda.
Rebeca se aleja y yo vuelvo a retomar mi trabajo. No sé cuánto tiempo estoy concentrada, pero después de lo que me parece horas levanto la cabeza para ver que ya el estudio está vacío.
Llegaré tarde a mi turno en la cafetería de nuevo. A este paso perderé el empleo.
Tomo los planos y me encamino al pasillo que se dirige a la oficina de Damián. Camino con paso decidido pero nerviosa hasta la oficina y toco suavemente la puerta.
Escucho pasos dentro y luego una voz invitándome a pasar.
—Buenas tardes señor —digo entrando de forma tímida —he traído el trabajo final para que lo revisemos juntos.
—Bien, pasa. —Su voz firme y clara, siempre me impresiona escucharlo hablar, quizá es porque no lo hace a menudo, o por lo menos no frente a mí.
Después de haberme ayudado en el supermercado, parecía que me esquivaba más, y la única vez que intenté devolverle el dinero que usó para ayudarme, me dio a entender que tenía suficiente dinero para revolcarse en él y que eso no significaba nada.
Nunca más intenté pagarle.
Pensé que después de ese día estaríamos si no bien, por lo menos en mejores términos, pero estaba equivocada como siempre.
Coloco los planos en su escritorio y me quedo de pie frente a él nerviosa.
—Toma asiento por favor. —Bueno, es un hecho que sigue tuteándome.
Me siento en completo silencio y espero. Su oficina es exageradamente grande para una sola persona. Detrás de su escritorio, uno muy grande, hay una pared de cristal que va del suelo al techo. A su izquierda una mesa de trabajo también muy grande y muy linda de madera oscura. Y a su derecha unos sillones con una mesita en el centro de cuero negro.
Todo se ve tan masculino menos un detalle, hay una pared casi ocupada del todo por cuadros llenos de paisajes formando un hermoso mosaico que le da vida a la oficina.
No soy consciente de quedarme completamente entretenida observando la habitación hasta que lo escucho aclararse la garganta. Inmediatamente dirijo mi vista a él.
—¿Muy buenos no? —pregunta refiriéndose los cuadros.
—Son hermosos.
—Estoy totalmente de acuerdo. —Me contesta en voz baja y por alguna extraña razón me ruborizo.
—¿Y qué opina de mi trabajo?
—Estoy impresionado. Espero no haberte hecho trabajar demasiado.
Solo lo suficiente para tener tanta cafeína en mi cuerpo que no podré pegar ojo hoy, pero casi nada. Pienso.
—No. No fue mucho. —desvío la mirada para no verlo directamente. —¿Entonces cuando se empezaría con el proyecto?
Me siento tan incómoda aquí delante de Damián, mirándome como lo está haciendo.
—Primero es necesario una reunión con los inversionistas, presentarles nuestra propuesta, el presupuesto, analizar el terreno y después se iniciaría con las obras.
—¿Puedo estar en las reuniones que siguen? Sé que mi trabajo terminó con los planos, pero…—pregunto un poco más emocionada de lo debido.
—¿Te gustaría?
—Mucho —contesto con una sonrisa, que inmediatamente borro cuando veo su expresión tan seria ¿Nunca sonríe? ¿Por qué no?
—No veo ningún inconveniente para que estés presente, además la idea es que aprendas todo lo necesario de este mundo mientras estés aquí. —Creo ver una sonrisa después de esa afirmación, pero tan pronto como las comisuras de sus labios empiezan a elevarse, vuelven a su posición habitual. Falsa alarma.
—Gracias ingeniero. No le quedare mal se lo prometo.
—Sé que no.
Nerviosa, nerviosa.
—¿Estás bien? —Pregunta Damián de repente. Lo que hace que mi cabeza gire rápidamente para ver su rostro.
—Si. Lo estoy. Ya le dije que no fue mucho trabajo.
—No me refiero al trabajo. Me refiero a tu vida en general ¿Estás realmente bien?
—Lo siento, pero no entiendo a qué viene su pregunta.
—Solo quiero saber si tú estás bien.
No recuerdo cuando fue la última vez que alguien me preguntó por mí y no por mis hermanas, por mi padre o por mi situación y una parte de mí odia que sea justamente Damián quien lo haga. Alguien a quien no lo importo en lo más mínimo.
—Estoy bien. —digo en un tono un poco cortante y una expresión que no sé identificar toma lugar en el rostro de Damián.
Luego con la completa incomodidad que tengo desde que entré en la habitación, me levanto dando por terminada nuestra pequeña reunión. No sé si hago bien o mal, pero él me provoca una inmensa inquietud. Siento que no puedo respirar bien delante de este hombre.
Él también se levanta y me hace un gesto de asentimiento con la cabeza, eso es suficiente para darme la vuelta y salir lo más rápido posible muy lejos de Damián y las cosas extrañas que siento en su presencia.
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—Helado de yogur de piña con crema y trocitos de frutas de tu lugar favorito —Anuncia Megan colocando un vaso enorme frente a mí.