Estoy sentada con los codos apoyados en mi mesa de trabajo tratando de controlar a mi errático corazón para lo que se avecina.
Damián me pidió que yo presentara el proyecto ante los inversores y no me siento capaz de hacerlo.
Necesito dormir.
Naomi se acerca a mi mesa y me lanza una brillante sonrisa.
—Es hora.
Después de una última respiración para intentar calmarme, me levanto para dirigirme al lugar en el que cuál están todos los inversionistas junto a un par de ingenieros, incluido Damián.
Observo a mi alrededor. Seis personas se encuentran sentadas en la sala de reunión, el lugar tiene una mesa alargada que llena casi todo el espacio. En este momento, todos ocupan los asientos cercanos a una enorme pantalla que cubre parte de una pared.
Entro tímidamente y me sitúo frente al visor sonriendo levemente a las personas presentes, o al menos espero que lo que esbozo parezca una sonrisa. Se respira un aire tan tenso en toda la habitación que por un momento quiero salir corriendo.
Equivocarse no es una opción, aquellas personas parecen muy importantes.
Malvada sea el día que le pedí a Damián poder estar en estas reuniones, pienso.
Claro, nunca imaginé que me pediría que sea yo quien presente el proyecto.
Observo su rostro tan inmutable como siempre.
Intento respirar con tranquilidad, confío en mí, estudié mucho para esta presentación, estoy preparada. Segundos más tarde, la pantalla parpadea y se produce un silencio inquietante en la sala. Me presento, saludo a todos los presentes y comienzo mi exposición.
Un millón de minutos después, o media hora después, lo que es lo mismo, estoy empezando a creer que lo hice bien, la mirada de asombro y la sonrisa alentadora de Naomi tienen que significar eso ¿no?
Algunos de los presentes murmuran entre sí, pero ninguno se dirige a mi directamente. Sinceramente no sé qué hacer ni que pensar, pero mi salvadora Naomi corre a mi auxilio.
—Estuviste estupenda. Por aquí se aclararán unos detalles y todo habrá terminado, pero estuviste realmente increíble. —Me da un apretón firme y se acerca un poco más. —Damián quiere hablar un momento contigo, espéralo en su oficina. —Luego se da la vuelta y regresa a su sitio.
Entonces mi trabajo aquí terminó. Tomo los papeles que traje conmigo y que me ayudaron en mi presentación y salgo en dirección a la oficina de Damián.
No puedo dejar de pensar en que, aunque nerviosa, me sentí realmente bien en la presentación, estar aquí, hacer lo que me gusta hacer, no tiene comparación. Una pequeña sonrisa se forma en mis labios e inconscientemente pienso en Eider preguntándome por mis metas y pasiones. Esta es mi meta, culminar mis estudios y vivir de esto. Y deseo tanto poder cumplirla.
La puerta de la oficina se cierra de golpe, sacándome de mis pensamientos y allí está Damián. Tiene los brazos cruzados sobre el pecho mientras permanece apoyado en la puerta y me siento totalmente incapaz de interpretar el significado de su expresión.
¿Será que no le gustó lo que hice? ¿Estuve mal?
Nuestros ojos se cruzan y los suyos parecen recelosos, veo la consternación que encierran. La pequeña sonrisa que aún tenía en mis labios se muere completamente.
No me gusta cómo me está viendo, da la impresión de que intenta descifrarme, como si yo fuera un puzle misterioso que el necesita desesperadamente resolver. Sigo sin poderme explicar la tensión que siento en su presencia y en este momento mi cerebro solo me grita que me aleje todo lo posible de él.
Decido que lo mejor es salir de la oficina y dejar solo a Damián con sus pensamientos y su mirada tan profunda e inquietante, cuando por fin relaja los brazos y dice algo:
—Felicidades.
Es seguro decir que estoy absolutamente sorprendida. Sus palabras y su expresión no van del todo de la mano.
—¿Hice algo mal? —Necesito saber el motivo por el cual me está viendo así.
—Al contrario, estoy gratamente sorprendido de como manejaste toda la situación.
Entonces por fin se despega de la puerta y camina hasta situarse en su escritorio.
—Cuando le dije que quería estar en las reuniones no imaginé que sería exponiendo el proyecto. —digo porque soy una tonta y necesito sacar eso de mí.
—Y cuando te dije que mientras estés aquí aprenderás todo lo que tiene que ver con este mundo, me refería a absolutamente todo.
—Touché. —respondo recordando la vez que él me respondió con la misma palabra.
Y entonces, por primera vez en mi vida veo una sonrisa formarse en sus labios y esta vez no es efectos de la luz o imaginación mía, es una sonrisa pequeña, pero real. Y su rostro se transforma completamente con esta.
—Bueno, quería informarte que el proyecto fue aceptado, así que si estás de acuerdo entonces pasaremos a el trabajo en el campo. O si lo prefieres solo puedes seguir haciendo planos.
¿Está de broma? Me levanto y sin pretenderlo ni planearlo corro y lo abrazo, un segundo demasiado tarde me doy cuenta de la estupidez que estoy haciendo y me alejo como tres metros de distancia absolutamente apenada.
Mi mirada completamente agachada y deseando que me trague la tierra y me escupa en Alaska.
—Lo siento.
—No sabía que te emocionarías tanto. De ser así, hace mucho habría logrado todo esto.
—¿Ah? —Levanto mi mirada confundida. Tuve que haber escuchado mal.
—¿Quieres tomar algo para celebrar?
—¿Ah?
Algo está definitivamente mal. Los extraterrestres llegaron y se llevaron al Damián que me odia y en su lugar dejaron a este ser desconocido y yo me perdí de ese momento.
Su ceja arqueada me demuestra que está esperando una respuesta, así que cierro la boca y organizo un poco mis pensamientos antes de contestar.
—Lo siento, no puedo. Debo trabajar.
Su ceño se frunce, como si no entendiera mis palabras.
—¿Tienes un trabajo además de las prácticas? Pensé que lo habías dejado.
Tomo asiento lentamente de nuevo, mientras trato de ver como lidiar con este nuevo Damián ¿Por qué le interesa si quiera saber de mi vida?
—No puedo dejarlo. Lo necesito.
—¿Pero no es mucho para ti hacer todo esto?
Empiezan a molestarme sus preguntas. Con los ojos entrecerrados, le lanzo una mirada indignada.
—¿Por qué le interesa?
Damián parece inmutable ante mi tono molesto.
—Solo quiero saber si hay algo en lo que yo te pueda ayudar.
Esto es el colmo. Me levanto totalmente molesta.
—No, no la necesito. Y si no tiene nada más que decirme ya debo irme. —Me giro dispuesta a irme lo más lejos posible de él y sus preguntas.
—¿Alexia?
Me detengo y de mala gana permito que mi mirada viaje de regreso a Damián, quien da un paso más cerca de mí. Su familiaridad vuelve a ser reemplazada por una fría educación.
—No pretendía ofenderte, solo intento llevar una mejor relación de trabajo contigo. No es necesario que te marches molesta.
—¿A qué se debe el cambio? —pregunto de forma un poco demasiado molesta.
—¿Cómo?
—¿Por qué antes me tratabas como si me odiaras y ahora intentas comportarte como si fueras mi mejor amigo?
Su rostro cambia completamente, otra vez no me permite ver ninguna emoción reflejada en él. Cansada y frustrada de sus cambios repentinos de actitud, niego con la cabeza consciente de que no me responderá.
—¿Puedo irme señor?
Damián me mira un momento demasiado largo, con una expresión indescifrable, por último, solo se limita a asentir.
Cansada de sus juegos me vuelvo a girar y salgo de allí.