La vida es un instante

Capítulo 26

Mi cabeza es un nido de preguntas durante todo mi turno en la cafetería, no logro explicar lo que pasa con Damián ni la tensión tan grande que siempre siento en su presencia. Afortunadamente tengo bastante trabajo lo que me distrae por momentos.

Al final de la noche siento que ya no puedo más, estoy realmente agotada.

Estoy terminando de recoger mis cosas cuando llega Eider. Sin poder evitarlo, siento un inmenso alivio, no me había dado cuenta de que justo a él es a quien necesito. 

Verlo siempre me deja sin respiración, es la misma sensación que cuando el viento impacta sobre tu cara y te quedas unos segundos sin respirar para instantes después poder tomar una profunda bocanada de aire. Me acerco a él, que está apoyado en su auto y le doy un inmenso abrazo.

—Hola Guapa. —Susurra cerca de mi oído.

—Hola extraño.

Cuando por fin me separo de él, me obligo a levantar la cabeza para poder mirarlo a los ojos. Él levanta las manos y empieza a acariciar mi rostro, en el suyo brilla una expresión de pesar de la cual no me había dado cuenta hasta este momento.

Es evidente que trata de evitar que me dé cuenta, pero se nota que está muy tenso. 

—¿Estas bien? —pregunto.

Los oscuros ojos de Eider están fijos en los míos y, durante un segundo eterno, creo que va a decirme algo, pero luego cambia de idea y esboza una pequeña sonrisa.

—Nada de lo que quiera hablar ahora. Ven, vámonos —No dice nada más mientras me ayuda a subir al auto, lo enciende y se dirige al norte de la ciudad, en dirección opuesta a mi casa.

No pregunto a dónde me lleva; no me importa mucho la verdad. Después de este largo día me da igual dónde vayamos, siempre que esté con él. Eider parece interpretar mi silencio como preocupación así que me toma de la mano y anuncia tranquilamente.

—No será mucho tiempo. Lo prometo.

Asiento con una pequeña sonrisa.

Me sorprendo un poco cuando después de un rato comienzo a ver edificios cada vez más altos, estamos en el centro de la Ciudad.

Baja la velocidad para acceder a un aparcamiento, en el que primero coloca una tarjeta ante un lector electrónico. Se abre el portón y estaciona en el primer lugar disponible.

Apaga el auto, me ayuda a salir y ni siquiera entonces dice una palabra sobre donde estamos.

Continúo sin hacer preguntas, aunque estoy expectante, siento mucha curiosidad sobre a donde me lleva. 

Caminamos hasta un edificio y nos detenemos frente a un ascensor donde pasa la tarjeta por otro lector electrónico que emite unas luces rojas, luego presiona el botón del número 17 y el ascensor empieza a subir.

—¿Vives aquí? —Pregunto sospechando a donde me llevaba.

—Si.

Cielos.

—¿Y vamos a tu casa entonces?

—No.

—¿Entonces?

—Ya verás.

—No estás muy hablador hoy. —Intento descubrir por qué tanta seriedad.

—Al contrario de ti.

—No creo que puedas culparme. Ni siquiera sé dónde estoy.

—Te aseguro que nunca te haría daño Alexia.

No respondo. ¿Qué puedo responder a eso?

Cuando las puertas del ascensor se abren, aparece ante nosotros una impresionante vista de Shepherdstown, toda la Ciudad iluminada. Jadeo, no lo puedo evitar. Jamás había visto una imagen tan hermosa, es igual a una postal, pero de verdad. 

Avanzo esquivando los elegantes y caros muebles de exterior que decoran la terraza. La cálida brisa empieza a juguetear con mi pelo acariciándome las sienes. No solo lo que hay más allá de la terraza es hermoso, todo lo que me rodea en sí es digno de admirar.

Estamos es un espacio completamente abierto, rodeado de paredes de cristal con más flores juntas de las que he visto en mi vida bordeando las paredes. En el centro hay una pequeña fuente con forma de un jarrón muy grande. A mi derecha unas cuantas sillas de jardín, con una mesa en el centro y más flores. Todo es hermoso. Completamente hermoso.

—Oh mi Dios. —exclamo.

—¿Te gusta?

Se acerca a mí desde atrás y siento sus brazos rodearme, su calor inunda el mío tentándome con su agradable calidez y por un segundo me olvido por completo del hermoso paisaje que me rodeaba. 
Me estremezco.

—¿Tienes frío? —Me pregunta al tiempo que me gira hacia él para pasarme los dedos de arriba abajo por la parte superior del brazo, como si estuviera midiendo la temperatura de mi piel —. Ten. —Me ofrece su chaqueta y me la coloca sobre los hombros. 

La chaqueta está caliente y huele a Eider, a ese olor que empiezo a amar.

—¿Mejor?

—Mucho mejor, gracias. ¿Es tuyo este lugar? —Pregunto mirando a mi alrededor nuevamente.

—No. Pero lo siento como si lo fuera. Lo siento como un refugio.

—Así que un refugio ¿eh?

—Si. Vengo mucho por aquí. Acércate. Ven a ver esto.

Me toma de la mano y empieza a bordear las flores para conducirme hasta una de las paredes de cristal y recrearnos con la más hermosa vista. Se ve incluso mejor que desde la puerta. Estoy maravillada. 

—Gracias por mostrarme esto Eider.

—Esperaba que te gustara tanto como a mí.

—¿Cómo no gustarme? Es hermoso.

Me doy la vuelta para quedar frente a él, entonces capto otra vez esa seriedad en su rostro, nunca lo había visto tan serio y es inevitable no preocuparme.

—¿De verdad estas bien?

—Sólo otro problema por ser la oveja negra.

—¿Quieres hablar sobre ello? 

—Ya no me importa tanto como solía —responde encogiéndose de hombros.

—Debe significar mucho para que estés así.

—Quizá. No lo sé. Ni siquiera sé por qué sigue importándome. —Clava la mirada en las centelleantes luces de la ciudad.

—No entiendo cómo puedes ser la oveja negra de la familia. Por Dios eres Doctor. No te veo tatuado y lleno de piercings o en una pandilla. Esas normalmente son las señales que delatan a una oveja negra, sin intención de parecer prejuiciosa —digo en broma.

En ese momento suelta la primera carcajada en toda la noche. Y Dios, extrañaba verlo sonreír así.

—Creo que mi padre y tú no opinan igual.

—¿Hay algo que pueda hacer por ti?

—La verdad es que sí, solo quédate conmigo un rato, ven.

Hace un gesto hacia uno de los sillones que hay en el jardín y nos tumbamos juntos. Observamos el cielo estrellado durante unos minutos. Eider se acerca más a mí, toma mi mano y le da un firme apretón. 

Es evidente que solo necesita compañía, así que me quedo en completo silencio, dejándome llevar por los sonidos de la noche, y los pequeños engranajes de mi cuerpo que durante todo el día han estado girando a una velocidad vertiginosa, empiezan a ralentizarse al ritmo de los tranquilos latidos de mi corazón. 

***** 
—¿Sabes que las estrellas son diferentes según en qué sitio del mundo estés? Si estuviéramos en Hawái, por ejemplo, veríamos un cielo completamente distinto a este.

Seguimos tumbados en un sillón de la hermosa terraza hablando de cosas sin sentidos, esto parece calmar a Eider.

—¿Qué tan distinto? —Eider me acerca a él y yo apoyo la cabeza en su pecho tomando una profunda bocanada de aire, aspirando el aroma que desprende su cálida piel.

—En todo sentido, el cielo es distinto dependiendo de la estación en la que nos encontremos o el lugar.

—¿En serio? —Deslizo el dedo lentamente por debajo de su camisa en un movimiento hipnótico—, ¿Y desde cuando eres tan bueno en astronomía?

—Solo se sobre cosas que me interesan y… mi papá ayudo sin quererlo —Tiene los ojos cerrados, parece hipnotizado por mis caricias.

—Cuéntame la historia.

Traga saliva y luego empieza a hablar.

—Era bastante extraño que papá tuviera el tiempo suficiente para compartir con sus hijos —Explica aun con los ojos cerrados —En mi cumpleaños número once, papá estaba en un viaje de negocios, pero me envió de regalo un telescopio y una tarjeta de cumpleaños en la que afirmaba que cuando regresara veríamos las estrellas juntos. Era muy extraño que papá hiciera eso, que nos dedicara aunque fuera un poco de tiempo, así que me emocioné mucho y empecé a estudiar todo con lo referente al espacio, estudie tanto que parecía que me preparaba para un examen —Sonríe pero su sonrisa no es sincera —Cuando papá regresó de su viaje de negocio ya tenía otro al que ir así que ni siquiera lo vi y nunca vimos las estrellas. un par de meses después, en navidad recibí de regalo otro telescopio y la misma nota. En ese momento me di cuenta de que mi papá ni siquiera se tomaba la molestia de comprar los regalos para sus hijos. Lo hacia su secretaria.

Mi corazón duele por él, en este momento mi familia no está pasando por su mejor momento, pero hubo un tiempo en el que fuimos una familia modelo y sé que tuve suerte de disfrutar de eso, aunque haya sido por poco tiempo. Por eso me siento mal cuando pienso en un pequeño Eider creciendo sin un padre y una madre a su lado. Rodeado de lujos, pero no del amor de ellos.

No quiero verlo triste así que intento distraerlo de ese feo recuerdo.

—dime, ¿qué estrella es esa? ¿Y esa? —Eider abre los ojos para seguir mi dedo que señalaba el cielo, antes de seguir acariciándolo.

—Por allí tenemos a Capella, Pollux, Proción, Sirio, y más allá Rigel y Betelgeuse —Iba siguiendo la constelación de estrellas a medida que las mencionaba.

—Me encanta que hagas eso.

—¿Que? ¿Demostrar que soy un nerd?

—No un nerd. —Sonrío —¿qué más no se de ti?

—Bueno se supone sé tocar la guitarra, mamá quería que aprendiéramos a tocar un instrumento y yo elegí la guitarra. Pensé que me haría parecer cool y que atraería a muchas chicas —Hace una mueca como si hubiera sido lo contrario a eso.

—¿Por qué dices, se supone? Debes tocar para mí.

—No, no lo haré. Soy realmente malo en eso y siempre trato de no pasar vergüenza si no es necesario.

—Eso es decepcionante. —Me arrodillo en el sillón a su lado y empiezo a levantar poco a poco su camisa —¿Qué más? Quiero aprender absolutamente todo sobre ti.

—Nena, a estas alturas ya lo sabes todo de mi —Extiende una mano y me acaricia el rostro, es una caricia sutil, pero la siento en todo mi cuerpo.

—No. Estoy segura que todavía quedan muchas cosas por aprender ¿Tienes pecas? ¿Marcas de nacimiento? ¿Alguna cicatriz? —Me atrevo a darle un pequeño beso cerca del ombligo que lo hace soltar un suspiro.

—Alex, ni siquiera me acuerdo de mi nombre cuando me haces eso.

Esto es lo más íntimo que hemos llegado a hacer desde que empezamos a salir y no tengo idea de dónde sale esta seguridad en mí misma, pero ¿a quién le importa? Ver el efecto que tiene sobre él superaba cualquier vacilación o vergüenza.

—Entonces no debería seguir tocándote —Trato de alejarme de él, pero me toma del brazo.

—Eso no significa que quiera que pares.

Sin embargo, es lo que hago, nunca he estado con nadie y todas las referencias del sexo que tengo se encuentran en los libros que he leído.

Pero lo mismo que causó la seguridad hace un momento, es lo que ahora provoca que mi valentía merme, aun no estoy preparada para esto. Me estiro de nuevo a su lado y señalo el cielo una vez más.

—¿Qué estrella es esa?

—¿Es en serio? —Eider parece frustrado, así que me acerco y le doy un pequeño beso antes de volver a mirar el cielo.

—¡Oh! Mira una estrella fugaz, pide un deseo.

—Nena eso es un avión, ¿ves la luz roja?

—Igual puedes pedir un deseo a un avión ¿no?

—Con un avión no es tan emocionante —replica, acercándome más él —. Además, ¿qué más podría desear?



#29981 en Novela romántica
#6763 en Joven Adulto

En el texto hay: drama, amor, amistad

Editado: 19.01.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.