Estoy tomando mi quinta taza de café, o quizás es la sexta no lo sé, cuando atravieso las puertas de la universidad el viernes después de las clases y en vez de calmarme solo he logrado avivar aún más mis nervios.
Megan no está por ningún lado, no la he visto desde nuestra pelea la semana pasada, pero aún si estuviera aquí no sabría que decirle, tengo la mente totalmente en blanco.
Es que las cosas no hacen más que enredarse y complicarse a cada minuto. Lastimé a la única amiga que tengo y que siempre ha estado para mí, Eider sigue sin aparecer, papá… Bueno es papá y simplemente sigue siendo él. Debo reunirme con el medico de Abril porque ya por fin puedo llevarla a casa, pero sigo sin saber que haré para que no vea a papá en las condiciones en las que está.
Por más que lo intento no encuentro una solución a nada, ni siquiera a los estúpidos planos que debería entregar hoy y que sigo sin poder terminar.
Agotada de todo y después de tanto café en mi sistema, decido ir ya para el hospital. Aún faltan varias horas para la reunión que tengo con el doctor, pero prefiero pasar ese tiempo con mi hermana que atormentándome por todo lo que está mal en mi vida.
Camino todo el trayecto hasta allá con los puños apretados en un intento de olvidar así sea a través del dolor todos los pensamientos que inundan mi mente.
Cuando llego al hospital, saludo como siempre a todas las enfermeras que se cruzan en mi camino, Kate no está por ningún lado, pero una enfermera en especial llama mi atención, y la razón es la persona con la que está hablando.
Él tiene un maletín en su mano, el cabello más corto de lo que lo había visto nunca y ella le muestra una carpeta. Caminan lento a medida que van hablando y al parecer se dirigen a la oficina del doctor de Abril que está al final del pasillo.
Él me ve en el momento exacto que la enfermera me saluda y su rostro muestra una expresión de sorpresa, como si se estuviera preguntado qué hago yo aquí.
—Eider —Escucho que sale de mi boca, pero lo siento como algo automático, como si no fuera yo quien estuviera hablando.
La enfermera nos mira a uno y otro confundida, intentando llamar la atención de Eider nuevamente, pero este la ignora.
Necesito decirle algo ahora que está frente a mí, cualquier cosa, lo que sea que le haga explicarme por qué se fue de mi vida tan pronto le conté aquello que tanto temía y me preocupaba, pero Eider no me da tiempo a hablar, me toma de la mano, despide a la enfermera con una mirada extraña y me saca fuera del hospital.
¿Qué fue eso? ¿Acaso ahora está con ella? ¿Por eso me dejó sin ninguna explicación?
Me arrastra todo el camino fuera, presiona la mano en el cristal de la puerta para mantenerla abierta para mí, mientras bloquea el sol con la otra para que no le pegue directamente en los ojos.
Salgo y me detengo justo fuera de la puerta levantando una ceja.
—¿Me dirás que está pasando? —pregunto inmediatamente.
—No está pasando nada.
Pero mientras dice esto se dirige a una de las bancas que están a los costados del edificio, ni siquiera es capaz de verme a los ojos.
—Eider, hace semanas no se de ti. Simplemente desapareciste. Eider mírame. —Lo agarro de la muñeca. Él se detiene, se da la vuelta y me mira a los ojos. —Dime que está pasando —suplico —¿Acaso ya estás con alguien más?
Me sostiene la mirada un momento, pero no es capaz de contestarme. Tiene un gesto de dolor y confusión, está ocultando algo y le da miedo decírmelo.
Deja escapar un breve suspiro y mira a todos lados menos a mí, casi como si estuviera esforzándose por no explotar, respira muy hondo y me mira una vez más.
El aire que me rodea es cada vez más denso, tan denso que no puedo respirar.
Me quedo quieta, justo delante de él, incapaz de moverme. Todo está en silencio, excepto mi mente.
Tengo tantos pensamientos rondando mi cabeza, pero no quiero hacer caso a ninguno, quiero que él me diga lo que pasa, sin embargo, a veces las preguntas más simples son las más difíciles de hacer.
Aprieto su mano y lo miro a los ojos.
—¿Eider que está mal? —pregunto una vez más.
Estoy emocionalmente agotada y he pasado por tanto últimamente que solo deseo irme a casa y meterme en la cama. Necesito dormir y que al despertar todo por lo que he pasado hasta ahora haya sido solo un sueño.
—No pasa nada. Solo no podemos seguir juntos. Y lo siento, pero tengo cosas que hacer.
Se suelta de mi mano y me pasa por el lado sin ni siquiera darme la oportunidad de decir nada.
Después de todo lo que ha pasado entre nosotros aquí estoy, escuchando de esa boca que tanto amor me ha profesado unas palabras que me duelen en lo más hondo.
Sabía que algo así pasaría. Lo sabía. Eso es lo único que pasa por mi mente.
Lo sabía, lo sabía, lo sabía.
Necesito reponerme antes de ver a Abril, pero en estos momentos estoy centrada en él, en mi corazón y en cómo se me está hinchando y rompiendo al mismo tiempo.
Lo sabía.
Me duele saber que lo que siento por él no importa. Me duele saber que lo que él decía sentir por mí no era cierto. Todo me duele, la cabeza, las entrañas, el pecho, el corazón y el alma. Siento que me estoy deshaciendo, pero no estoy llorando y no lloraré.
Pensaba que él ya se había marchado y por eso sus siguientes palabras me sorprenden.
—Lo siento alexia. Lo siento muchísimo.
Pero ya no importa Eider. Ya nada importa.
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Después de lo que me parecen horas logro reponerme lo suficiente para volver a entrar al hospital y hablar con el doctor. Sus palabras son claras, ya Abril está lista para regresar a casa. Mañana le dan el alta.
Y por alguna razón esa noticia no me alegra del todo. No quiero que la niña vea a mi padre.