No puedo moverme, no puedo respirar, creo que estoy a punto de desmayarme y lo único que puedo hacer es fijar la vista en la puerta frente a mí con completa incredulidad.
La bilis sube por mi garganta.
¿Cómo es posible?
Trago con fuerza para obligarla a bajar, pero arde.
¿A qué clase de monstruo le di mi corazón?
Mis manos están temblando. Soy incapaz de moverme. Entonces la puerta se abre. Escucho mi nombre, pero la voz está lejos, muy lejos.
¿Escuché bien? ¿Eider es el conductor borracho que mató a mamá? ¿Eider es el culpable de la condición de Abril?
—Alexia. —La voz que me llama se escucha cada vez más angustiada.
Recuerdo ese día, toda la sangre, demasiada sangre.
Papá gritando, toda la gente alrededor del auto. Un cuerpo cubierto con una sábana y otro que intentan revivir.
—Alex —Es Amy abrazándome, pidiéndome que reaccione.
—Alex por favor.
Sangre, mucha sangre corriendo a través de mi cabeza, siento que incluso mis oídos comienzan a doler por la presión, y el miedo invade mi cuerpo como llevándome a un lugar oscuro del que no creo que pueda salir.
Invade cada parte de mí.
Me siento consumida por el miedo. Tengo los ojos abiertos, pero no logro ver nada. No sé lo que pasa, sólo sé que Eider es el culpable. Es lo único que ronda en mi mente.
Él lo hizo, él lo hizo, él lo hizo….
La oscuridad está ganando.
Él lo hizo.
No puedo respirar.
Él lo hizo.
No puedo ver.
La oscuridad me consume.
La oscuridad gana.
*****
Cuando abro los ojos estoy tendida en algo suave y una mano acaricia mi frente, me incorporo con cuidado y lo veo. Al asesino, al culpable de todo lo que me está pasando. Está frente a mi viéndome con preocupación, como si le importara lo que me pasa en verdad.
Es tan cruel.
Y por primera vez, no lo veo como el chico del que me enamoré.
Ahora mismo, sólo lo veo como un extraño.
Alguien de quién no sé absolutamente nada.
—¿Te divertiste? —digo con la voz rota.
—¿Qué? —pregunta aparentemente confundido.
Me gustaría reírme porque es todo un actor, es realmente un maestro del engaño, pero no lo hago porque su voz me llena de miedo.
No tengo idea de quién es, no tengo idea de cuál fue su motivación para acercarse a mi después de lo que nos hizo, no tengo idea de qué es capaz.
—No te hagas el que no sabe. —digo llena de odio. —dime, ¿te divirtió jugar conmigo? ¿Hacerte el preocupado? ¿Te reíste mucho con tu hermano cada vez que le contabas por la estúpida hija de la mujer que mataste? ¿De la que supuestamente estabas enamorando? —A estas alturas ya estoy gritando.
Me levanto y me alejo todo lo que puedo de él.
El dolor inunda su rostro cuando ve mi reacción, pero sé que es ensayado, todo en él es un engaño.
—Alexia no es lo que parece. —sus ojos están abiertos con aparente miedo, pero nada es verdad —déjame explicarte.
Parece preocupado, podría engañarme si no supiera ya como es.
—¿Es verdad?
Mira hacia su hermano, que está del otro lado de la oficina y quién también tiene una aparente expresión de preocupación, luego su mirada regresa a mí, como si no pudiera soportar ver a Damián.
Niega con tu cabeza, Eider. Niégalo. Por favor. Pero no hace nada.
—Déjame explicar. Por favor. Sólo… —Comienza a moverse hacia mí y yo me muevo instintivamente alejándome más.
—¿Cómo me vas a explicar que mataste a mi madre? ¿Cómo explicarás que no te importo estar tan borracho que no podías manejar y aun así lo hiciste, no solo poniéndote en peligro a ti mismo sino también a otras personas? —pregunto con mucho dolor. —¿Sabes lo que nos hiciste pasar? Mi hermana, una niña que solo tenía 6 añitos iba en ese auto y casi la pierdo también, hoy día no puede caminar sin muletas y apenas está empezando a hablar. —cierro los ojos un momento pensando en Abril. —Mi padre es un alcohólico y todo es tu culpa. Por tu maldita irresponsabilidad. —digo todo en medio de un mar de lágrimas y mis palabras sacan la única expresión que esperaba no ver.
Arrepentimiento.
Siento la bilis de nuevo.
Aprieto mi estómago.
—Oh, Dios.
Quiero salir. Necesito salir de aquí antes de que este muy enferma y débil para irme.
—Alexia. —Vuelve a hablar.
—¿Cuánto te costó cubrir tu crimen señor perfecto? Nunca pude enterarme ni siquiera de tu nombre, tuviste que pagar mucho para eso ¿no? Claro, pero para alguien que se baña en dinero eso que importa. Eres un pobre intento de ser humano y no sabes cuánto me arrepiento de haberte conocido. Te odio Eider, te odio como nunca creí posible odiar.
—Por favor, por favor no digas eso. —Habla como si mis palabras le duelen, pero sé que eso no es así. Ya me engaño una vez, no volveré a caer en eso.
Doy la vuelta lista para irme, pero su pecho choca con mi espalda presionándome contra la puerta.
—Perdóname, perdóname, perdóname. —Sus palabras son tan tristes, desesperadas y está temblando cuando me da la vuelta para que lo mire. Intenta limpiar mis lágrimas, pero no se lo permito, y las suyas comienzas a formarse en sus ojos —. Por favor no te vayas, déjame explicarte.
No quiero ni verlo y mucho menos que me toque. Empujo contra él, pero agarra mis muñecas, sosteniéndolas en su pecho y presiona su frente contra la mía.
—Alexia te quiero, te amo. Por favor no te vayas. Por favor.
—Eres un maldito mentiroso. No me amas y nunca me amaste. Tu no amas a nadie, así que no vuelvas a decir esas palabras tan sagradas nunca más, no las ensucies en tu boca.
Sus ojos se abren en sorpresa y aparente dolor, aprovecho su desconcierto y empujo mis manos contra su pecho.
Sin darle tiempo a que se reponga continúo.
—Sólo espero que sigas tan desaparecido como lo has estado las últimas semanas. No vuelvas a buscarme Eider porque te juro que no se de lo que sería capaz. No termino con tu vida en este momento porque yo no tengo dinero para librarme de la cárcel como tú y eso dejaría a dos pequeñas, dos niñas a las que les quistaste su madre, solas.
Antes de irme veo a Damián. Tiene una expresión sorprendida, como si no me conociera.
—Alexia —Empieza a hablar cuando ve que me vuelvo a él, pero lo corto.
—Sólo por si no ha quedado claro, renuncio a las prácticas y todo lo que tenga que ver con ustedes. —le digo.
Antes de salir, escucho una vez más la voz sin aliento de Eider.
—Por favor no me odies.
Pero me temo que ya es demasiado tarde.
Sin otro lugar al que ir, me dirijo a casa de la única persona que siempre ha estado para mí.