Capítulo 2

A eso de las seis de la tarde, la tele de los vecinos se escuchaba a todo volumen desde la casa de Graciela, cosa que molestaba bastante si tratas de hacer tus quehaceres. 
La chica saca su celular y audífonos, intentando mejorar su humor con música para poder terminar de una vez la limpieza del piso de la cocina. 
—Graciela —llama su madre desde el patio trasero; un lugar pequeño y con muchas malas hierbas, pero al menos es privado al tener un paredón de 2 metros cubriéndolo. —¡Graciela! —volvió a llamar al no recibir respuesta. 
«—¡Los zombis te comieron, Graciela! —Esta vez el tono de voz sí llegó a su destinatario. 
—¿Qué pasa? —cuestionaba asomando su cabeza por la ventana de la cocina que daba al patio. 
—Tráeme el resto de la ropa así la cuelgo —. 
—Voy. —Así es como acabas con el buen humor de alguien, cortando su música. 
Una vez la muchacha llevó lo que su madre le pidió, fue encargada a comprar unos productos de limpieza. Quedando a sólo cuatro manzanas de su casa. 
Y aunque se quejara, sabía que era ella quien debía ir, ya que su madre está ocupada y su hermana no está en la vivienda.

...

—Chicos, estamos yendo a comprar… 
—¡A comprar comida! —grito, Rodrigo ante el móvil de su amigo. 
—… a comprar comida, ya que nos estamos muriendo de hambre. —Reía Max. —A propósito, tenéis que ver esto. —El chico pone a grabar el vídeo con la cámara trasera, enfocando a un pájaro muerto. —Eso es asqueroso—. 
—Voy a vomitar —se escuchaba la voz de Rodrigo en off. 
Mientras los jóvenes reían, un tipo con capucha aparece de la nada y arrebata el teléfono de la mano del niño. 
—¡Hey, mi móvil! —gritó angustiado, Maximiliano. 
Ambos comenzaron a correr para alcanzar al ladrón.

...

Graciela estaba afuera de la tienda, pidiendo el químico para blanquear inodoros, cuando alguien pasa corriendo detrás de ella y tira un teléfono con funda de grabado militar celeste. 
—¡Señor! —intentó avisar la chica. 
—Joder, ostia —maldecía un joven extranjero detrás de ella. —¿Qué hago ahora, llamo a la policía? 
—Cálmate, es sólo un móvil, puedes comprar otro. —Intentaba calmarlo, Rodrigo. 
—Ya sé, el problema es que ahí estaba todo el contenido para el canal. 
—Disculpa. —Interrumpió Graciela. —¿Este es tu teléfono? 
—¡Bebé! —Max le quitó de las manos el celular, aliviado. —Gracias —miró a la chica apenas, ya que no era de su tipo. 
—De nada —la muchacha frunció sus labios nerviosa, para después terminar de pagar e irse a su casa. 
—Hey —susurra su amigo al oído. —¿Esa no es tu novia? 
—¿Quién? 
Rodrigo hace un ademán con la cabeza, apuntando a Graciela. 
—No, no puede ser. —Max verifica una foto de ella en su móvil. —Joder, sí es. ¿Qué hago? 
—Háblale. —Sonríe su amigo. 
—Es fea. —Hace una mueca de sufrido. 
—Hazlo por el dinero. 
Max suspira. —Graba esto. —El chico se acerca muy seguro de sí mismo. —Oye, quería agradecerte por recuperar mi móvil; es muy valioso para mí. ¿Cómo te llamas? 
La muchacha lo mira, confundida. —Graciela. —Sigue caminando. 
—Vaya, que precioso nombre. Sabías que de donde vengo tu nombre significa “encantadora”, y tiene mucha razón ya que acabas de encantarme. —Él le guiña el ojo, ella está impactada; pero continúa caminando. 
A pocos metros Rodrigo los sigue con su teléfono discretamente. 
—Okey…adiós. —Intenta apresurar el paso la chica, pero el joven insiste. 
—¿Y si te sigo en Instagram? Lo tienes, verdad. Una preciosura como tú no puede privarle a las redes sociales de su hermoso rostro. 
Sin palabras, Graciela sólo caminó lo más rápido posible para alejarse de ese extraño. Le pidió reiteradas veces que dejara de hablarle, hasta que Max se dio por vencido. 
Tenía miedo de que fuera alguien de una trata de personas. 
—Uy, se te ha ido la novia —se burló, Rodrigo acercándose a su amigo. 
—No entiendo, ¿No me veo encantador? 
—No voy a responder eso sólo para contribuir a tu narcisismo. Pero no creo que sea por ti; ella estaba nerviosa. 
—Que importa. ¿Ha salido bien la toma? 
—Vamos a ver.