La vida nunca es fácil.

Corre

— No — gritó y salió de ahí.

— Adriana...

Corrió lo más qué pudo, casi la atropellan al cruzar una avenida.

Alguien en las sombras veía, esperaba, era un cazador mirando a su presa.

Cuando tuvo la oportunidad salió, salió como las ratas de su escondite.

— Me darán una buena paga por tu cabeza. — la tenía acorralado contra la pared.

— Corta mi cabeza, sí es lo qué quieres — lo miró a los ojos, sabía que no había duda en sus palabras, la mataría.

Un disparo se escuchó en la calle, algunas personas corrieron otras se quedaron ahí, viendo la escena.

Respiró hondo y se dió cuenta que seguía viva, un cuerpo estaba recostado en ella, el olor a sangre y pólvora inundó su olfato.

— Deberías saber qué nuestra cabeza tiene un precio y debes siempre de cargar con tu arma — habló el que le había salvado la vida.

— Ya no tengo balas... Traer un arma sin balas es como estar listo para recibir la muerte.

— Dejá de ser tan testaruda y regresa. — volvió a disparar contra el hombre. Tres disparos mas, perforaron su pecho y cabeza.

— Soy igual que tú papá.

— Pero no hagas las mismas idioteces qué yo de joven. — le dió un nuevo cartucho.

— Gracias... Pero creó qué seguiré así por otros dos siglos, no quiero volver, no aún. — guardó el cartucho en su abrigo 

— Sabes dónde encontrarme sí un día decides volver, romperé las reglas por ti. Adriana ten un buen viaje. — se dió la vuelta y se perdió en la oscuridad de la calle.

— Es hora de correr. — se dió la vuelta y corrió en sentido contrario.

El hombre paro al cabo de unos metros, se giró y no vió a su hija. Una lágrima resbaló por su mejilla, su pequeña había decidido irse por otro camino, un recuerdo le llegó.

- Flashback -

— Adriana... Ya es tarde, debemos regresar.

— ¿Mañana podemos jugar? 

— Mañana tienes clase... Vendremos la siguiente semana.

— Papi... — se sentó en el césped.

— Bien, entonces ahí te quedas — le dió la espalda a su hija y camino para la salida del parque.

— ¡Papá! Espérame — gritó mientras corría para alcanzarlo. Lo abrazó de una pierna — Pensé que me dejarías... — sus ojos se veían tristes.

— Nunca dejare a mi hija. — la cargó en su regazo y salieron de ahí.

- Fin del Flashback -




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