Acostumbrado a tener todo, hoy ya no tenía nada.
Teniendo todo lo que a muchos les falta, otros tienen algo que a él le hacía mucha falta.
Con éxito, con dinero, con todos los lujos que muy pocos obtienen, con todos sus objetivos cumplidos, con... ¿felicidad?
Alcanzó todo lo que quiso en su vida, pero ¿alcanzó la verdadera felicidad?
Era todo lo que algunos sueñan, pero no lo que todos quieren. Era la vida mejor aparentada, de esas que parecen un sueño hecho realidad, pero... ¿Era en verdad un sueño o una pesadilla?
Y todo no es como parece, todo no es color de rosas, no. Se dio cuenta que el dinero no lo es todo, tal vez, muchas cosas se pueden comprar, pero hay detalles que no; pequeños detalles, momentos que no se compran ni con un millón de dólares, ni con un centavo... se compran con valores, se compran con el alma, con las actitudes, aquellas que no reflejan el egoísmo por llegar a ser el mejor, sino esas actitudes que demuestran que se está luchando por dar lo mejor y no para uno mismo, sino para todos.
Se dio cuenta que el mejor propósito no era ser dueño de una gran empresa y tener la mayor cantidad de propiedades posibles, se dio cuenta que todo lo que era, en realidad, no era nada. Que todo lo que creía haber logrado no significaba nada más que la miseria de su vida.
Reconoció que de nada valía todo lo que tenía, si no había compañía. De nada servía una casa en la playa, si no tenía con quien ir de vacaciones. ¿De algo servía su vida si no podía ser compartida?
De repente recordó su infancia, la felicidad que sentía cuando estaba con su familia, cuando a veces la mesa quedaba grande para tan poca comida, pero igual podía compartir una cena con la gente que quería.
Se acordó los valores que tenía, que alguna vez, por alguna razón, los ocultó en un rincón de su corazón, ese que más tarde selló y encadenó para que nadie más logre entrar. Los valores que le inculcó la mamá, los que le inculcó el papá, esos valores que ya no estaban, que se habían ido junto con la despedida de sus padres, habían huido, igual que como quería él huir en ese instante.
Recordó toda su vida, los engaños, las estafas, las mentiras; cómo se iba la gente que quería, ah, y lo bien que él disimulaba cuando a alguien adoraba. Entendió por fin el por qué de su soledad, el por qué de su presente, o su pasado, o el limbo en el que se estaba encontrando. Entendió su vida, que aparentaba ser un gran triunfo, cuando en verdad era un enorme fracaso.
Comprendió entonces todos sus errores, pero ya no podía cambiarlos. Comprendió que lo que sentía hace años era la soledad que lo carcomía, y no se arrepintió de saber que por esas pastillas ahora estaba muriendo, porque en realidad, el ya había muerto por dentro. El quería dejarse, y tener una nueva vida, pero lo que estaba dejando sólo era su cuerpo, decidió entonces dejarse llevar a donde ese limbo lo conducía. Llegó al último momento de su día, digo, de su vida, llegó al último latido de su corazón, y tuvo un último pensamiento: "Perdón".