La Vida Que Yo EsperÉ

UNA MEJOR PERSONA

En el banco, Salomé mira desde lejos a Jorge. Cuando un trabajador le dice:

— Disculpe señorita.

— ¿En qué puedo ayudarlo?

— Es que la señora que esta allá sentada la está esperando.

— Gracias.

Salomé vuelve a mirar hacia la cafetería, pero ya no ve a Jorge...

Minutos después, Jorge camina por el centro de la ciudad. Y muy aturdido. Pensando en cada momento en Salomé y ese hombre, se sienta cerca de un vendedor de tintos, el cual le dice:

— ¿Le sucede algo?

— ¡Ah! Disculpe que lo incomode en su trabajo.

— Descuide, no lo hace, llevo unas horas aquí y solo he vendido un café.

— Entonces véndame uno. ¿A como los tiene?

— Son a mil quinientos, pero usted me caído muy bien. Y se lo voy a vender a mil pesos.

— Gracias.

En ese instante, el veterano le sirve el café a Jorge. Y se lo da, diciéndole:

— Como usted no me dijo cuanto de azúcar le echaba al vaso, me tome la iniciativa de echarle tres cucharaditas de azúcar.

— Así está bien...

Jorge prueba el café, y luego le expresa al señor:

— ¡Está muy bueno!...

— Gracias.

— ¡Aquí le pago!

El veterano coge el billete de mil, y le expresa a Jorge:

— Mi segunda venta.

— Segunda de muchas, este café esta genial.

El veterano le vuelve a haber la cara de tristeza a Jorge, y le pregunta:

— ¿Le sucede algo?

Jorge agacha la cabeza, y le responde al señor:

— Las cosas malas que haces en esta vida se te devuelven.

— ¿Y que fue eso tan grave que hizo? Si se puede saber...

— Traicione a mi esposa con otra mujer.

— ¡Uy! ¿Y ella lo sabe?

— Sí, ella lo sabe... ahora que la vi con otro hombre. Y sentí algo muy feo en mi corazón... eso mismo debió sentir ella cuando me vio ese día.

— ¿Estas arrepentido de lo que hiciste?

— Si.

— ¿De corazón?

— Si.

— Sabes que al hombre le puedes mentir, pero a Dios no.

— Estoy siendo sincero.

— Bueno, ¿tú sigues queriendo a tu esposa?

— Como el primer día.

— Entonces ve por ella.

— No es tan fácil, ella ya está con alguien ahora.

El veterano arruga la cara, y luego le dice a Jorge:

— Si aún amas a tu esposa, entonces lucha por ella. Y demuéstrale todo el amor que sientes por esa mujer, ¡ve! No importa que esté con otra persona, ella sigue siendo tu esposa.

De inmediato, Jorge recupera sus ánimos. Y le da la mano al veterano diciéndole:

— Muchas gracias. No sabe cuánto me ha ayudado.

— Aquí estoy para seguirte aconsejando muchacho.

— De nuevo gracias.

De inmediato, Jorge sale corriendo hacia el banco y pasa por el medio de los vehículos sin temor a ser atropellado.

Jorge llega al banco. Y no ve la camioneta en que venía Salomé y entra a la entidad. Cuando el vigilante lo detiene, diciéndole:

— ¡Eh! ¿Por qué entras así?

— Vengo a buscar a mi esposa.

El vigilante coge a Jorge a la fuerza. Y tuerce su mano derecha y luego sostiene su mano izquierda. Tratándolo de sacar a empujones del banco.

Todos los trabajadores del banco se levantan a ver el conflicto. Cuando Jorge le dice vigilante:

— Solo quiero hablar con la gerente.

— Di la verdad, ¿quieres robar?

— ¿Cómo? No, no, no, yo vengo a buscar a la gerente.

— No te creo.

En ese instante, Salomé sale de su oficina, y le dice al vigilante:

— ¡Suéltelo! Yo lo conozco.

El vigilante ve a Salomé, y luego suelta Jorge y se aparta de él. Cuando Salomé le dice a Jorge:

— ¡Ven conmigo!

En ese momento, Jorge sigue a Salomé hasta la oficina, y le expresa:

— Gracias por dejarme entrar.

— ¿Qué haces aquí en Colombia?

— Vine a quedarme. Y viene por ti y mi hijo.

Salomé se indigna bastante, y le expresa:

— Que descarado eres Jorge, no te quiero en mi vida, vete a molestar a esa mujer con la que te estaba besando ese día.

— Perdóname Salomé, yo dejé a esa mujer.

— ¿Y que con eso?

— Yo me dejé llevar por los problemas que teníamos aquí, y caí en la seducción de esa mujer, pero yo te amo y te seguiré amando por siempre.

— Muy tarde para salir con esas cosas. Desde el momento que hiciste eso, mataste todo el amor que yo sentía por ti, mejor vete antes de que te diga cosas que no quiero decirte.

— ¿Estás enamorada de ese hombre que entró contigo a ese banco?

Salomé se queda pensando por tres segundos, y le responde:

— Sí, sí, estoy muy enamorada y no quiero que dañes mi relación por nada de este mundo. Tú ya elegiste, ahora soy una mujer libre para hacer lo que quiera. Y qué bueno que nos encontramos. Necesito que firmes el papel del divorcio.

Jorge no le hace caso a Salomé e intenta acercarse a ella. Cuando está se aleja un poco.

En seguida, Jorge no pierde la esperanza, y le dice a Salomé:

— Eliza es pasado. Yo estoy arrepentido de lo que hice, perdóname.

— Vete de mi vida.

— Al menos déjame ver el niño.

En ese instante, Lorena llama al teléfono de Salomé. Cuando Jorge le dice:

— ¿Puedo ver a Miguel?

— Sí, pero no dónde yo vivo.

— ¿Entonces dónde?

— No sé, en un parque o en casa de tus papás.

— Está bien, que sea donde tú veas conveniente. Yo no veo problema por eso.

— Bueno, entonces mañana muy temprano te llamo. Para que puedas ver al niño.

— Nuestro hijo, aquel que hicimos con mucho amor.

— Amor que sepultaste traicionándome de esa manera.

De inmediato, Salomé coge del brazo derecho a Jorge, y lo saca de la oficina, diciéndole:

— Espera mi llamada mañana, ahora vete.

Salomé cierra la puerta con fuerza y pone sus dos manos en su rostro. Y luego le devuelve la llamada a su prima, diciéndole:




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