Alexia abrió su auto y se subió rápidamente, no podía conducir en el estado en que estaba así que tomó un tiempo para reponerse pero le fue imposible hacerlo, no podía dejar de imaginarse la cantidad de cosas que hacían esos dos antes de que ella llegara y de cómo él había seguido con su vida fácilmente y ella aún no podía hacerlo. Estaba furiosa con él pero también con ella misma por no poder superarlo. Apoyó la cabeza en sus manos para intentar calmarse pero las lágrimas no querían detenerse, al parecer todo lo que se guardó por años estaba saliendo a la luz y de la peor manera.
Nicolás no podía dejar de pensar en una forma de arreglar la situación mientras corría por las escaleras a toda velocidad; de todas las mujeres que podrían llegar a tocar su puerta, jamás pensó que se encontraría con Lexie y mucho menos el día en que se le ocurrió llamar a Sierra. Cuando llegó al primer piso, rogaba para que el auto de su ex siguiera ahí y así fue. Avanzó hacía ella y una vez que estuvo lo suficientemente cerca se percató de que estaba llorando desconsoladamente. Enseguida se le encogió el corazón y sintió muchas ganas de llorar, él le había prometido mil veces que nunca la haría sufrir y eso era precisamente lo que llevaba haciendo durante todo ese tiempo. ¿Cómo había llegado a eso?
Se acercó a la ventana del auto y le dio unos pequeños golpes que sorprendieron a Alexia, quien se limpio rápidamente los ojos antes de salir del auto nuevamente.
—¿Qué quieres? —preguntó fríamente, por más triste que estuviera no iba a mostrar debilidad, aun si sus ojos llenos de lágrimas la delataban, no iba a darle la satisfacción de verla sufrir una vez más. Así que, como siempre, levantó nuevamente una muralla para encerrar sus sentimientos en el fondo de su corazón.
—No es lo que parece.
—¿Qué cosa no es lo que parece? Que seguiste tu vida con… ¿Cómo se llamaba? ¿Merluza, Sardina Trucha…? —comenzó a enumerar una gran lista de nombres de peces hasta que se cansó—. Ah sí, Sierra.
—Estás siendo muy inmadura —Nicolás no pudo reprimir una sonrisa al ver lo ingeniosa que resultaba a veces Lexie, incluso estando destrozada.
—No me vengas tú a hablar de madurez.
—¿Por qué viniste? —cambió rápidamente de tema, aunque hubiese deseado no hacerlo de haber sabido lo que se le venía.
Lexie se quedó en silencio unos segundos, luego recordó el motivo por el que había ido a ese lugar y antes de que pudiera darse cuenta su mano se estrelló contra la cara de Nicolás. Él retrocedió unos pasos con las manos en el rostro, mientras su mejilla comenzaba a tornarse de un color rojizo. Lexie jamás lo había golpeado, en los catorce años que la conocía así que debía de estar muy molesta con él.
—Está bien, tal vez me lo merecía —dijo cuando se recuperó del golpe, Lexie a simple vista parecía una persona pequeña y sin fuerza pero en realidad sabía muy bien cómo defenderse— pero, ¿a qué ha venido eso? No estamos juntos, tengo derecho a rehacer mi vida, ¿no?
A Lexie, quien no esperaba una respuesta como esa, se le cayó el mundo cuando esas palabras salieron de la boca de Nick. Una cosa era pensarlas pera otra cosa muy distinta era que él mismo le confirmara que había seguido su vida con otra. De todos modos, no iba a mostrar debilidad.
—El golpe no fue por verte rehacer tu vida. Fue porque no tenías ningún derecho de hacer sufrir a Adán de esa manera, si yo no le había contado nada del porqué de nuestra separación era precisamente por eso, para no verlo sufrir como lo está haciendo ahora.
—Él tenía que saber la verdad, no te podía seguir culpando a ti de que nuestro matrimonio fracasara, cuando yo fui el único responsable.
—Hace tres años que me culpaba, ¿no podrías haberle hablado antes en ese caso? Ahora lo único que hace es sentirse culpable por todo el odio que sintió hacía mí durante ese año. Eso es lo que más le causa dolor, aparte del hecho de que tú eras su héroe y lo decepcionaste por completo.
—Solo hice lo que creí que estaba bien, Adán ya está grande y merece que le digan la verdad.
—Los problemas de pareja son de nosotros, no hay porque involucrar a los niños —Alexia abrió nuevamente la puerta del auto para subirse.
—No te vayas —pidió él aunque sabía que era inútil.
—No tengo nada más que hacer aquí. Deberías subir, te están esperando.
—¿Ya no me amas?
La última pregunta que se esperaba Alexia era esa y no quería responderla. Claro que lo amaba, claro que aún seguía sufriendo por la infidelidad pero eso no lo iba admitir jamás en voz alta y mucho menos en frente de él.
—La cosa es más simple que eso, Nick.
—¿A qué te refieres con que es más simple?
—A que ya no te necesito.
Sin decir nada más, se subió al auto, abrochó su cinturón y lo puso en marcha. Sabía que lo que acababa de decir no era verdad; lo necesitaba más que nunca. Él siempre fue su cable a tierra, su pilar fundamental y por mucho tiempo se sintió perdida sin él pero no podía darle la satisfacción de saberlo. Miró por el espejo retrovisor y vio a un hombre con los ojos tristes aún mirando en su dirección y cada vez haciéndose más pequeño.
Nicolás entró nuevamente a su departamento, botando y pateando todo lo que había a su paso, por suerte Sierra ya se había ido o habría descargado su rabia con ella. No fisicamente, ya que él podía ser capaz de muchas cosas pero jamás de golpear a una mujer, pero sí a veces podía decir cosas hirientes sin pensar. Lo que en algunas ocasiones era peor que un golpe.
Editado: 11.08.2020