Alexia trabajaba en una clínica privada, donde habían varias consultas de médicos u otros especialistas. Allí también tenían sus consultas nutricionistas, kinesiólogos, enfermeras, doctores —de casi todas las especialidades—, obstetras y psicólogos, como ella. Hacía un par de meses, una pediatra y gran amiga de ella fue despedida de la clínica por una injusticia y por más infantil que sonara, Lexie juró no mantener ningún contacto con quien la reemplazaría. Fue por eso que cuando vio a todas las mujeres del establecimiento y a algunos hombres también revolucionados por el nuevo doctor, que según decían era guapísimo, ella solo sintió repulsión hacia él sin siquiera llegar a verlo una vez y sabía que nada ni nadie la haría cambiar de opinión.
—¿Ya viste al nuevo médico? Es increíblemente guapo —dijo su secretaria, Savannah. La mujer era unos tres años mayor que Lexie, morena y muy guapa. Llevaban trabajando juntas en ese lugar hacía dos años y habían formado una especie de amistad.
—No me interesa, Sav. Si está aquí es solo porque es amigo del director y necesitaba una excusa para despedir a Ellie sin ninguna razón de peso. Es totalmente injusto y él no hará el trabajo ni la mitad de bien que lo hacía ella.
—Lex, no parece una mala persona. Además, ambas sabemos que Ellie jugó con fuego y se terminó quemando. Tú y yo se lo advertimos muchas veces pero no quiso escucharnos.
—Leo debería aprender a separar lo personal de lo laboral. No puede despedir a buenos profesionales solo porque decidió meterlas en su cama y luego arrepentirse.
Leonardo era el director de la clínica, un hombre de cuarenta años bastante guapo del que se podría decir que los años le habían sido de ayuda. Con su cabello castaño y lacio, sus ojos color caramelo y una sonrisa casi perfecta era capaz de enamorar a cualquiera y eso pasó con Ellen. Como había dicho Savannah, Ellen jugó con fuego al aceptar ser la amante de Leo pero claramente él no buscaba a alguien a quien amar, solo quería pasar el rato. A Lexie le costó comprender por qué su amiga se prestaba para eso y cuando se enteró de lo que sucedía, se alejó de ella por un tiempo,ya que sabía perfectamente lo que se sentía cuando te engañaban. Sin embargo, el tiempo se encargó de que retomaran su amistad y en una charla de completa sinceridad pudo comprender la razón por la que su amiga se humillaba de esa forma; estaba completamente enamorada de él.
Como era inevitable que esto sucediera en ese tipo de casos, la esposa de Leo se enteró de todo pero él no estaba dispuesto a confesar nada, por lo que culpó de todo a Ellie y para demostrar que no sentía nada por ella la despidió sin ninguna razón.
—Eso también es verdad —concluyó Savannah, arreglándose los lentes—. Volviendo al trabajo, tu primera cita empieza en cinco minutos con la señora Parker.
—Es un gran día para arreglar la vida de alguien ¿No? —Lexie utilizó la frase que siempre decía antes de empezar un nuevo día. Era su adaptación a la frase del famoso doctor Shepherd. Amaba su trabajo y de alguna forma sentía que era su escape de la realidad, por nueve horas solo debía preocuparse de los problemas de los demás y no de los de ella. Lo que era de gran ayuda en esos momentos.
Entró a su oficina y lo primero que hizo fue abrir las ventanas para ventilar un poco ya que habían pasado cinco días desde la última vez que estuvo ahí. Encendió una vela como hacía siempre y un incienso antes de llenar su cafetera, ya que como era usual, no había alcanzado a tomar desayuno ya que al irse Nick y Cielo, volvió a dormir y despertó tarde.
Cuando tocaron la puerta de su consulta sabía que era la señora Parker, porque Savannah le había avisado que ya estaba ahí, así que se dirigió a abrir la puerta.
—¡Amelia! —exclamó con una sonrisa al abrir la puerta—. ¿Cómo ha estado?
—Con algunos problemas, pero nada que mi psicóloga favorita no pueda solucionar. Me alegró de que hayas podido atenderme hoy, casi pierdo la cabeza el fin de semana.
—Siento mucho haber tenido que cancelar nuestra cita de ayer, Cielo estaba un poco enferma y no pude venir.
—¿Está bien Cielito?
—Por suerte sí. Era solo un resfrío pero ahora, lo que necesito es que me explique cómo fue eso de que perdió la cabeza.
Cielo era todo un personaje dentro de la clínica, todos la conocían. Durante los veranos, Lexie la llevaba a trabajar con ella ya que nunca causaba problemas. Solía quedarse dibujando en silencio al lado de Savannah mientras Lexie atendía a sus pacientes en privado. Todo el mundo dentro de ahí, tanto pacientes como trabajadores le tenían mucho cariño y la adoraban, gracias a su simpatía y ternura. Era casi imposible no quererla.
La siguiente hora, se dedicó a escuchar atentamente a la señora Parker, quien recién estaba saliendo de una depresión de años debido a la muerte de uno de sus hijos luego de un accidente. A pesar de que muchos psicólogos antes de Alexia se rindieron con ella, Lexie se prometió a sí misma ayudarla a superar eso ya que a pesar de que no le hubiese pasado, no sabría cómo podría vivir si le pasara algo a Adán o a Cielo. Suponía que de la muerte de un hijo es casi imposible reponerse y tenía toda la razón.
***
Unas horas antes, Cielo había llegado con Nicolás a la casa de su abuela. Mary estaba en la puerta con los brazos abiertos y la pequeña corrió a abrazarla apenas el auto se detuvo.
Editado: 11.08.2020