La vida sucede (lih #1)

Capítulo 11: Cena familiar.

—¿Eras amiga de ella? —preguntó Gianluca intentando romper la tensión pero logró todo lo contrario al recordarle a Lexie que lo odiaba. 

 

—Sigo siendo amiga de ella, no se ha muerto —respondió secamente—. Solo fue despedida sin razón.

—¿Eso significa que me odias? —él sonrió, le gustaba la mujer que tenía en frente. 

—Así es —Lexie seguía sería, aunque sabía que todo eso era ridículo.

—Entonces, ¿es casi imposible que seamos amigos?

—Casi no, es totalmente imposible —ella era consciente de que estaba siendo inmadura, parecía tener la edad de su hijo pero no podía llevarse bien con él, si era amigo de Leo nada le afirmaba que no fuera igual de estúpido que él. En eso, su vista se fue hacía otro lado y sonrió sorprendida—. ¿Adán?

—¿Qué? —Gianluca no había visto al chico así que la miró confundido. ¿Es que tenía problemas de memoria? 

Ella se apartó de él si decirle nada, ignorándolo completamente y fue  donde su hijo.

—Papá no pudo ir a buscarme y me pidió si podía venir aquí ya que queda más cerca que irme solo a la casa.

—¿Le pasó algo?

—No lo sé, no se escuchaba muy bien —a Lexie se le encogió el corazón al escuchar eso pero fingió desinterés. 

Gianluca estaba en silencio escuchando la conversación, la verdad nunca se imaginó que fuera su hijo ya que al verla tan joven nadie se lo creía, sin mencionar que Lexie aparentaba bastante menos edad de la que tenía. 

—Bueno, ya se le pasará. Qué bueno que viniste, ahora vamos a ir a buscar a tu hermana donde la abuela y comeremos algo delicioso. 

—¿Quién es él?

—Ah, es el nuevo médico. ¿Gianluca me dijiste?

—¿El que le robó el puesto a la tía Ellie?

—El mismo —Lexie sonrió triunfal, su hijo era maravilloso. 

—No eres la única que me odia al parecer —el médico estaba realmente divertido, con la actitud del que creí era el hermano de Lexie.

—¿Vamos? Cielo nos debe estar esperando —Lexie lo ignoró nuevamente. No le gustaba ese hombre y quería alejarse lo antes posible de él. 

—Emm… Mamá, se te olvida tu bolso —Adán apuntó hacia el escritorio de Savannah y ahí estaba su bolso—, otra vez. 

—¿Mamá? —preguntó Gianluca ahora de verdad sorprendido.

—Sí, él mi hijo Adán. Ahora debemos irnos, nos vemos.

Tomó el bolso y salió con su hijo ante la mirada perpleja del médico; definitivamente eso no se lo esperaba. Subieron al auto y se dirigieron a la casa de Mary, por el camino Lexie encendió la radio y comenzó a cantar al ritmo de Ed Sheeran.

«Dame amor como nunca antes,

porque últimamente he estado anhelando más

y ha pasado un tiempo pero sigo sintiendo lo mismo

quizás debería dejarte ir.»

My my, my my oh, give me love.

—¿Mamá? —el chico interrumpió su inspiración, estaba preocupado. 

—¿Qué pasa?

—¿Qué ocurre con Cielo? Nunca había estado tan enferma.

—No pasa nada, dijeron que era solo un resfrío. Te prometo que si pasara algo serías el primero en saberlo, ya estás grande para saber la verdad.

No dijeron nada más y siguieron el camino en silencio mientras Lexie seguía tarareando o cantando cualquier canción que apareciera. Tenía una memoria excelente y se sabía la mayoría de las canciones. 

Al estacionar el auto en la entrada, a Lexie le vinieron muchos recuerdos a la cabeza. Había pasado toda su adolescencia en esa casa y hasta había vivido ahí por un tiempo cuando su familia materna le dio la espalda al saber que estaba embarazada y su padre tuvo que aceptar un trabajo en otra ciudad. 

—¡Alexia, querida! —exclamó Mary al verla—. Tanto tiempo sin verte, estás más delgada.

—Mary, para ti siempre estaré más delgada —se rió y la abrazó con fuerza, a esa mujer le debía todo. Era como una madre para ella. 

—¿Y este hombrecito tan bello? No me digan que es mi nieto —Mary se acercó a Adán y lo abrazó un largo rato—. ¿Se quedan a cenar?

—No lo creo, Mary. Debemos volver a casa.

–Quedémonos un rato, mamá —pidió Adán, le encantaba la casa de la abuela. 

—Por favor, hace mucho tiempo que no vienen por aquí. Los extrañamos, además, hoy se queda Amanda e Ivan también está aquí. Recuerda que siempre seremos tu familia, a pesar de que ya no estés casada con Nicolás.

—Gracias. Está bien, pero no nos podemos quedar hasta muy tarde, mañana los niños tienen clases.

—¿Lexie? —Iván se sorprendió mucho al verla ya que hacía años que no sabía nada de ella, sin decir otra cosa corrió a abrazarla. La consideraba mucho más que una ex cuñada, Lexie se había convertido en una hermana para él.

—¡Por Dios! Estás hecho todo un hombre —dijo Lexie respondiéndole el abrazo con tanto cariño. Ya se sentía repuesta de ese día tan agotador. 

—Me lo dicen todo el tiempo —le respondió el chico con una sonrisa, le encantaba bromear de esa manera.

—Veo que no has superado aún la etapa del egocentrismo.

—No me analices por favor, Lex —la volvió a abrazar mientras ella reía con ganas—. Ya fue suficiente todos esos años en los que practicaste con mi pequeño cerebro.

—Tú te ofrecías, exagerado. 

—Cómo te extrañé, sabelotodo.

Lo siguiente que hicieron fue sentarse en la mesa mientras la señora Berta servía la comida, la casa estaba repleta como siempre pero si no lo estuviera, significaría que se habían equivocado de lugar y no estaban con los Johnson. El padre de Nicolás había muerto un par de años antes, lo que a Lexie la aliviaba en cierto modo. No podía imaginar en volver a compartir la mesa con ese hombre, ni siquiera fue capaz de ir a su funeral. Odiaba a ese hombre con la vida. 

Lexie no dudó en saludar a la señora que trabajaba ahí y preguntarle por su hija.

—¿Como ha estado? Años sin verla —dijo amablemente—. ¿Cómo está Franccesca y Anastassia?




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