La vida sucede (lih #1)

Capítulo 13: Preocupaciones.

Lexie no se pudo concentrar en nada al día siguiente, ese maldito sueño se repetía una y otra vez en su mente. Luego de despertar sobresaltada, se dirigió rápidamente a la habitación de Cielo y no salió de ahí hasta comprobar que la pequeña no tuviera algún indicio de estar enferma, por suerte ya no tenía fiebre ni nada, así que respiró tranquila pero el corazón le seguía palpitando de prisa y no podía controlar los latidos. No pudo volver a dormir ya que cada vez que sus ojos se cerraban, la imagen de la pequeña en un ataúd la atacaba. Decidió pasar por la habitación de su hijo para comprobar que él también estuviera bien. y después se quedó despierta leyendo un libro de Nicholas Sparks —su autor favorito— para olvidar un poco el mal rato ya que si no se distraía iba a seguir recordando. Al menos, la Lexie del libro sí era feliz con su periodista, Jeremy. 

Luego de una mañana en la que se sintió decepcionada de no poder separar las cosas personales para hacer bien su trabajo, se hallaba sentada en el comedor mientras le daba vueltas a su comida pero sin probar bocado. Ese día solo sentía náuseas.

—¿Te encuentras bien? —una voz masculina que no reconocía aún interrumpió sus pensamientos, recién ahí se dio cuenta de que algunas lágrimas caían por sus mejillas pero intentó fingir que no pasaba nada. 

—Sí, ¿por qué no habría de estarlo?

—No lo sé, pero si necesitas algo ya sabes dónde encontrarme.

—No necesito nada de usted, doctor Marcconi —contestó bruscamente. El pobre la había pillado en un pésimo momento. 

—Es Maccioni, no Marcconi —la corrigió Gianluca sin saber que ella lo había dicho mal a propósito.

—¡Me da igual como sea tu maldito apellido! No estoy de ánimo, por favor, sigue tú camino y déjame tranquila. 

Se levantó con su bandeja, la dejó en el deposito con la comida intacta y salió rápidamente del  lugar para poder ir a encerrarse en su consulta antes de que llegara el siguiente paciente. Sabía que había sido muy injusta con Gianluca pero el trato habría sido el mismo con cualquier persona que se le hubiese cruzado, en ese momento ya no tenía nada que ver el supuesto odio que sentía hacia él. 

Durante ese tiempo, llamó a su amiga Ellie, que también era la pediatra de Cielo para agendar una hora, ya no estaba tranquila con lo que le habían dicho, no creía que fuera un simple resfriado aunque deseaba en el fondo de su corazón estar equivocada. Para su mala suerte, el hospital en el que trabajaba Ellie estaba repleto y ella se había tomado unos días libres por temas personales, así que lo más cercano que encontró fue una cita dentro de dos semanas y aunque no era lo que esperaba tomó la hora, nada tan malo podía pasar en tan poco tiempo.

La tarde avanzó muy lenta pero ya al fin se encontraba con la última paciente, era una adolescente de dieciséis años, Jackie, quien sufría bullying en el colegio y tenía tendencias suicidas. Era una chica bastante complicada de llevar y luego de su tercer intento de suicidio, la derivaron con Lexie, quien no podía entender cómo sus padres pudieron esperar tanto antes de buscarle ayuda. 

—¿Cómo te encuentras hoy, Jackie?

—¿Cómo cree que me siento, doc? Como la mierda —respondió violentamente, Lexie comprendió que ese no era un buen día para ella tampoco así que dio un largo suspiro. 

—¿Qué dijimos de las malas palabras?

—Lo siento —sonrió falsamente—, me siento como un pedazo de popo. ¿Mejor así?

—¿Por qué te sientes de esa forma? Sabes que puedes confiar en mí, Jackie. Solo quiero lo mejor para ti. 

—¿Por qué intenta ayudarme? Odio a los psicólogos, se creen dioses siendo que nunca han vivido nada de lo que sus pacientes. ¿Qué saben ustedes del rechazo de mis compañeros hacia mí? ¿De los videos que hay de mí en internet? Sus vidas son tan perfectas que buscan los problemas de los demás para divertirse, ¿me equivoco?

Lexie respiró profundamente antes de contestar, habían vuelto a retroceder varios pasos pero ese era un día ya bastante malo como para que esa niña viniera a decir que su vida no era complicada por lo que no pudo callarse.  

—Primero que todo, Jackie, yo no creo ser un Dios ni mucho menos. Segundo, créeme que sé muy bien lo que significa que te rechacen en el colegio —sabía que no se saltaba un par de normas al hablar de algo personal pero no se le ocurría otra forma de hacer entrar a la chica en razón—. Yo solía ser una de las chicas más populares del colegio, como esas que dices que odias pero de un día a otro muy pocas personas se quedaron a mi lado. No digas que mi vida es perfecta porque no lo es, sé muy bien cómo funciona la mente adolescente, que creen que solo ellos tienen problemas pero la verdad es que todos los tenemos. Que nos intentemos dejar nuestros problemas de lado, para concentrarnos en nuestros pacientes es otra cosa, Jackie, es por eso que quiero ayudarte a enfrentarlos de una vez por todas. 

—¿Por qué dejó de ser popular? —al parecer a la chica le había interesado la historia, era la primera cosa que llamaba su atención desde que estaba en terapia. 

—La sesión es tuya, no mía. 

—Pero es lo primero interesante que escucho decir a un psicólogo, sin ofender. ¿Qué pasó?

—Bueno, quedé embarazada cuando tenía un año menos de los que tu tienes ahora y eso fue lo que necesité para perder a mi gran cantidad de «amigos», fueron muy pocos los que se quedaron a mi lado. 

—¿Y el padre se hizo cargo del bebé?

 

—Por supuesto. Fue el mejor padre del mundo para Adán y posteriormente para Cielo, estuvimos juntos once años y luego nos separamos. 

—¿Por qué se separaron?

—No es un tema del que me guste hablar, así como a ti no te gusta hablar de algunas cosas. 

—¡Guau! —exclamó la chica—. Creo que me está gustando venir acá.

—Bueno, yo espero que así como yo me abrí a ti hoy, tú lo hagas la próxima sesión. No puedo ayudarte si no quieres ser ayudada. Yo sé que de tu depresión se puede salir, lo he visto antes pero tienes que dejar que te ayuden.




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