—Papi, ¿puedo ir a jugar con esos niños de ahí? —la pequeña Venecia apuntó con su dedo unos juegos de madera que estaban a unos metros de donde ellos se encontraban—. Por favor, ¿sí?
—Está bien, pero no te alejes demasiado y ve con cuidado.
La pequeña dio un pequeño chillido de felicidad antes de salir corriendo hacia los demás niños de su edad. Eran las tres de la tarde, y luego de ir a almorzar a un McDonalds habían decidido ir a un parque al que suelen ir las familias los días domingo. Lexie ya había vuelto a sonreír en compañía de Gianluca y se podría decir que casi ni recordaba el incidente de la mañana.
—¿Estás mejor? —le preguntó él, atreviéndose a poner su mano encima de la de ella, para su alivio ella no se alejó.
—Sí, tenías razón en lo de que tu pequeña le sube el ánimo a cualquiera. Es encantadora.
—Supongo que lo heredó de mí —el médico le guiñó el ojo y Lexie se largó a reír.
—Te quieres mucho, ¿no? —de alguna forma eso le gustaba mucho.
—Claro, si no me quiero yo, ¿quién lo hará? —dijo él estrechándole aun más la mano—. Y no me vengas con que Venecia porque no me refiero a ese tipo de cariño.
—Gracias —ella le sonrió sinceramente y dio vuelta su mano para entrelazar sus dedos con los de él. Ya no le importaba nada más y la sensación de cosquilleo en su estómago era agradable. Hacia mucho que nadie le tomaba la mano y se sentía bien—, eres tan bueno y yo… debo aburrirte con tanto drama en mi vida.
—¿De qué hablas? Te prometo que eres la persona más interesante que he conocido. Sabes que puedes desahogarte conmigo, soy bueno escuchando.
—Cuando descubrí que Nick me estaba engañando, tiré todas sus cosas por el balcón como si fuera la protagonista de esas novelas que dan a las tres de la tarde. Debes pensar que estoy loca, pero no podía dormir en ese colchón nunca más así que también se fue por la ventana, podría haber matado a alguien si le caía alguna de esas cosas en la cabeza, por suerte no pasó nada. Tal vez sí estoy un poco loca.
Gianluca no pudo evitar soltar una carcajada al escucharla decir eso y ella lo quedó mirando con los ojos entrecerrados.
—No me estoy riendo de ti —aclaró él en medio de risas—, lo que pasa es que si alguien te viera desde fuera pensaría que eres indefensa, algo muy parecido a una princesa pero al conocerte se daría cuenta de que eres todo lo contrario, una verdadera guerrera.
—Doy pena, la única razón por la que sigo de pie es porque no quiero que mis hijos sufran más de lo que sufrieron con la separación.
—No das pena —Gianluca posó su mano libre en la mejilla de Lexie y luego en su barbilla para obligarla a mirarlo a los ojos. Le encantaba tocar a esa mujer y aprovechaba cada oportunidad que tenía para proporcionarle algún tipo de caricia—. La próxima vez que quieras tirar alguna cosa de él por el balcón puedes llamarme. Te ayudaré encantado.
Ahora fue ella quien soltó una carcajada pero no se apartó ni un centímetro, sin darse cuenta habían quedado cerca; demasiado cerca, justo como la noche anterior y ninguno se veía con ganas de alejarse.
—¿Lexie? Si intentara hacer lo que ayer no fue...—ella enarcó una ceja y el soltó un largo suspiro sin saber si continuar o no. Luego de tanto tiempo había olvidado un poco lo que era coquetear, después de todo, a su difunta esposa la había conquistado a los dieciocho años y de eso había pasado mucho tiempo—. Tengo muy claro que nos conocemos hace muy poco tiempo, pero si intentara besarte… ¿Me dejarías o te alejarías?
—Eso deberías averiguarlo tú mismo y no preguntarlo, ¿no crees?
Gianluca no supo qué pensar ante esa respuesta, lo único que hizo fue acercar lentamente sus labios a los de Lexie ansioso por probar esa rosada boca que lo tenía loco desde que lo acusó de haber robado el puesto a su amiga. Tal vez fue mala suerte o simplemente aún no era el momento pero a lo lejos escucharon el llanto de Venecia que los sacó enseguida de su burbuja, al mirar vieron a la pequeña sentada en el suelo con las rodillas sangrando y salieron corriendo al rescate.
***
Horas más tarde, Gianluca se estacionó frente al edificio de Lexie mientras la pequeña Venecia dormía cómodamente en su silla y sus rodillas las adornaban unas venditas de Hello Kitty.
—Bueno, otra vez te salvó la campana. Pero como dicen por ahí, la tercera es la vencida —Gianluca le guiñó un ojo mientras Lexie se comenzaba a sonrojar, ese hombre sí que sabía cómo ponerla nerviosa.
—¿A qué hora llevó a Cielo a tu consulta? —intentó cambiar el tema, haciendo que el médico sonriera al ver su reacción.
—Después del colegio, ¿te acomoda?
—Claro, pero te tiene que acomodar a ti no a mí. Tú eres el que me está haciendo un favor y no quiero abusar de tu buena disposición.
—Aún no tengo tanto trabajo, llévala pasadito las cuatro.
Lexie asintió con la cabeza y luego de darle un beso rápido en la mejilla se bajó del auto, dejando a Gianluca sorprendido y embobado mirando como ella se perdía en la distancia.
Con una sonrisa en el rostro, Lexie abrió la puerta de su casa encontrándose para su sorpresa con Nick y sus dos hijos sentados en el sillón, al parecer esperándola.
—¿Dónde estabas, mamá? —preguntó Adán—. Creía que no ibas a salir.
Lexie se preguntó si debía decir la verdad o inventar algo, pero dado que ella y el médico eran solo amigos no vio motivos para ocultar lo que había hecho durante la tarde. Además, si fueran algo más, ¿qué importaba? Llevaba tres años separada. No le debía explicaciones a nada.
—Hubo un cambio de planes —comenzó a decir mientras dejaba su bolso encima de un mueble y se acomodaba en el otro sillón cruzando ambas piernas—, Gianluca me invitó a almorzar.
—¿Solos? —Adán y Nick preguntaron al mismo tiempo, ella no pudo evitar poner los ojos en blanco.
Editado: 11.08.2020