La alarma del teléfono pareció sonar aun más fuerte a la mañana siguiente y el brazo de Lexie se estiró con tanta fuerza que el aparato salió volando a algún lugar de la habitación.
—Josette, no sabes cuánto te odio —dijo cuando sintió el fuerte dolor de cabeza y las náuseas. Había olvidado lo que era tener resaca.
—Mentira —respondió ella, apenas levantando la cabeza—, me amas. Además, sabes que mis ideas siempre son malas, no sé por qué me sigues haciendo caso en algunas cosas.
Lexie le lanzó una almohada en la cabeza y se dio vuelta para dormir cinco minutos más pero no lo logró ya que unas pequeñas manos la comenzaron a mover.
—Mami —decía Cielo—, levántate. Llegaremos tarde.
—Cinco minutos más, princesa.
—No, quiero mi leche con chocolate y a Adán no le queda bien —sacó el labio inferior y puso los ojitos de gato con botas que siempre funcionaban—, por favor, mami.
Abrazada a la manta, Lexie se levantó y tomó en sus brazos a la pequeña para llevarla a desayunar, puso a calentar la leche y le fue a hablar a Adán para que saliera de su habitación a tomar desayuno.
—¿Estás bien? —le preguntó el chico al ver su cara de resaca.
—Sí, es solo que con Jo nos olvidamos que era día de semana.
—Puedo llamar a papá si quieres, para que nos lleve y puedas descansar un poco más.
—No, estoy bien. Termina de arreglarte y ven a tomar desayuno.
El chico asintió y Lexie volvió a la cocina, todavía con Cielo en brazos.
—Hola, familia —saludó Jo saliendo de la habitación y con una cara peor que Lexie, al menos la rubia se había quedado dormida sin maquillaje y no parecía un mapache.
—¡Tía! —exclamó Cielo e hizo que Lexie la bajara para ir a abrazar a Jo—. ¿Viniste sola?
—Sí, pero un día de estos te vendré a buscar para que juegues con tus primos.
—¡Sí! —la pequeña estaba feliz y se sentó para tomar su leche con tranquilidad.
Tomaron desayunos los cuatro y luego Lexie se dio una ducha rápida para ir a dejar a los niños al colegio. Salieron y Jo se quedó de dueña de casa. Era tanta la confianza que tenían, que cuando Lexie volvió al departamento, la encontró nuevamente dormida en su cama. No quiso despertarla, por lo que se comenzó a arreglar en silencio y solo antes de irse le habló.
—Me voy a trabajar, ya sabes que esta es tu casa. Así que te puedes quedar hasta que se te quite la resaca pero por favor, primero llama a mi hermano y dile que estás viva o me llenará de llamadas a mí.
—¿Tan temprano te vas? —aun con resaca, no pasaba por alto que Lexie nunca salía temprano, creía que dormiría unos minutos más.
—Hay que ser puntual en la vida.
—Sí y yo soy rubia, ¿tiene algo que ver el médico?
—¿Qué? No, además, no quiero verlo. No puedo creer que dejarás que lo llamara. ¡Que vergüenza!
—Tú lo llamaste solita, no me culpes. Buenas noches, te quiero.
—Yo también te quiero. Disfruta de un buen sueño por mí. Y recuerda que Maddie tiene una sesión conmigo en la tarde.
—Claro que lo haré y Maddie lo sabe, tiene todo escrito en una agenda. No la reconozco. De verdad creo que está mejorando.
Lexie salió del departamento y condujo a la clínica. Estaba dividida, por un lado, moría por volver a ver a Gianluca y por el otro, no quería por haberlo llamado la noche anterior. Sabía que él lo tomaría para la risa pero ella se sentía muy avergonzada, además, el dolor de cabeza no ayudaba en nada y sentía que en cualquier momento vomitaría. Solo esperaba que no fuera en frente del médico.
Estacionó el auto y cuando se bajó, se dio cuenta que no quedó muy bien pero lo dejó así, su cabeza no daba para acomodarlo bien. Marcó su hora de llegada en la maquina de la entrada y comenzó a caminar hacia su oficina.
Antes de llegar, se encontró con él, quien tenía una rosa en la mano y una sonrisa que no se le borraría con nada.
—Buenos días —dijo él y le tendió la rosa—. ¿Amaneciste bien?
—Siento mucho lo de anoche, no puedo creer que te llamara, yo…
—Está bien, no fue nada. Pero recuerdo que me debes un beso, ¿o era parte del sueño?
—No me tortures así —Lexie se tapó los ojos, él le apartó las manos e hizo que lo mirara fijamente.
—Debes tener una resaca del demonio, ven aquí —le tomó la mano y la condujo hacía su consulta, ella se sentó en el sillón y a los pocos minutos llegó Gianluca con una pastilla y agua—. No preguntes qué es, pero vas a ver que te sentirás mejor.
—No me drogarás, ¿verdad? —bromeó ella.
—Ya quisieras.
Ella tomó la pastilla y bebió el agua antes de volver a ponerse de pie, estirar una mano hacia la camisa del médico y atraerlo hacia ella para besarlo.
—Ya cobraste tu beso, ahora a trabajar —se comenzó a alejar pero esperando que la detuviera y eso hizo.
—En dos semanas cumplo años, te aviso con tiempo para que vayas a cenar a mi casa. Va a ser algo pequeño, puedes llevar a tus hijos si quieres. ¿Te gustaría venir?
—Claro, iré con Cielo, dudo que Adán me quiera acompañar pero muchas gracias por la invitación.
—¿Aún no le agrado?
—Nop —ella lo abrazó—, pero ya le caerás bien, nadie te puede odiar por un tiempo demasiado largo. Es imposible.
—¿Yo creo que a tu ex nunca le agradaré?
—¡Ah! Pero él es la excepción a la regla, no cuenta.
Lo besó una vez más antes de ir a su despacho, intentó hacer el beso lo más largo posible pero al final tuvieron que apartarse. Ese día Gianluca solo trabajaba medio día, así que ese fue el único momento en el que se vieron.
La mañana y tarde transcurrieron normales y llegó la última hora del día, con la sesión de Maddie. Cada vez, la chica iba haciendo más progresos. Al igual que Jo, Lexie se sentía orgullosa de ella.
—¿Elegiste alguna cosa que quieras hacer para matar el tiempo? —le preguntó Lexie cuando llevaban un buen rato hablando.
Editado: 11.08.2020