Esa noche luego de ir a dejar a Maddie a su casa, Lexie volvió con los niños a su departamento, lo único que quería ese día era dormirse temprano. Estaba exhausta.
Las siguientes semanas siguieron iguales, las cosas entre Lexie y Gianluca iban cada vez mejor, pasaban mucho tiempo juntos; a veces con las pequeñas que se llevaban de maravilla también y otra veces solos.
—El viernes con tu hermana iremos al cumpleaños de Gianluca —informó Lexie ese día mientras cenaban, Cielo estaba durmiendo, así que solo estaban Adán y ella—. ¿Crees que le puedas preguntar a tu papá si te quedas con él?
—¿No me invitó? —preguntó el niño mientras comía, no era algo que le preocupara realmente.
—Sí, lo hizo. Pero asumí que no querrías, no es que te agrade mucho. ¿Me equivoco?
—¿Son novios o algo?
—No somos novios —aclaró Lexie y su hijo entrecerró los ojos, no le creía ni una palabra—. Una vez me dijiste que eras lo suficientemente grande para que te dijera todo lo que pasa, ¿no?
—Sí.
—Bueno, con Gianluca no somos novios pero tampoco es que no seamos nada. Estamos conociéndonos, viendo si algo puede resultar —Lexie se comenzó a enredar con las palabras y el chico solo la observaba—. Mira, sé que no te agrada para nada, pero debes saber que en algún momento podríamos llegar a tener algo serio y prefiero que estés enterado.
—¿Te hace feliz? —fue lo único que necesitaba saber.
—Supongo que sí.
—Claro que te hace feliz, si hasta te levantas temprano con una sonrisa como nunca antes. Eso es suficiente para mí, sé que no es mal tipo y tú mereces ser feliz.
—¿Quién eres y que le hiciste a mi hijo? —bromeó Lexie.
—Debe ser el amor. Tengo claro que no necesitas mi «bendición», pero también te conozco lo suficiente para saber que no harás nada que no nos guste a Cielo o a mí. Y solo te puedo decir que pienses más en ti, nosotros estaremos bien con cualquier decisión que tomes. Es tu vida.
—Sabes que esto no te salva de lavar los platos, ¿no?
—Lo digo en serio, mamá.
—Gracias —se levantó y lo abrazó con fuerza—. No sé en qué momento creciste tanto.
—Quiero conocerlo, solo si tu quieres llevarme el viernes, claro.
—Por supuesto que sí, nada me haría más feliz.
—Te quiero, mamá. Perdóname por lo idiota que fui antes.
—¿Vas a seguir con eso? Ya pasó, ahora todo está bien. Y yo te quiero más.
Le dio un beso en la frente y se fue a la cama tranquila, mientras el niño recogía la mesa.
***
El día siguiente, con ayuda de Jo fue a elegir un regalo para Gianluca, no tenía idea de qué comprarle y su amiga no ayudaba mucho. Finalmente, se decidió por un adorno para su escritorio en la clínica, para que la recordara cuando no se vieran, ya que él siempre decía que la echaba de menos.
—¿Y si no le gusta? —preguntó Lexie a su amiga, preocupada—. Mejor busco otra cosa.
—¿Crees que estará preocupado por el regalo? Lo único que quiere es que lo acompañes, cualquier cosa que le regales lo pondrá feliz.
—¿Tú crees?
—Claro. El tipo está loco por ti, apuesto a que con que le dieras un beso de cumpleaños le bastaría para todo el mes —Jo miró hacia una tienda de ropa interior y enarcó una ceja mirando a su amiga—. Y si no funciona, siempre puedes comprarte una lencería bonita y darle un regalo más…
—¡Josette!
—Era solo una idea.
Lexie volvió a la clínica luego de comprar, no había visto al médico en todo el día y lo único que quería era verlo. Fue a su oficina y encontró una nueva rosa encima de su escritorio, junto con una pequeña nota:
«No te he visto en todo el día pero puedo apostar a que luces más linda que esa rosa. —G.M»
La sonrisa no se la borró nadie en todo lo que quedaba de jornada, ese día no tenía muchos pacientes por lo que estuvo haciendo papeleo, ordenando un poco la oficina y leyendo el último libro de psicología que había conseguido. Interrumpió su lectura solo cuando alguien llamó a la puerta y le gritó que pasara. Era él.
—Permiso —dijo mientras se acercaba—, ¿se encontrará la doctora Brooks?
—Depende para qué la busqué —ella le siguió el juego.
—Olvidó algo en mi oficina, ayer.
—¿Qué olvidó?
Él se acercó y le dio un pequeño beso en los labios.
—Un beso.
—Gracias por la rosa.
—Tenía razón al pensar que lucías más linda que ella.
—Siempre sabes qué decir para hacerme sentir bien —lo tomó de la camisa para volver a besarlo, esa vez de verdad.
—Es la idea. Tengo que decirte algo respecto a mañana.
—Yo también.
—Tú primero.
—Adán quiere ir, fue una total sorpresa. ¿Sigue en pie la invitación?
—Claro que sí, pero, ¿no que no le agradaba?
—Dijo que haría un esfuerzo porque me hacías bien. ¿Ves? Te dije que no te odiaría por mucho tiempo. ¿Qué me querías decir tú?
—Promete que no te asustarás ni escaparás.
—Me estás asustando ahora.
—Mi madre llegó hoy de sorpresa. La conocerás mañana.
—¡Oh! Por Dios. ¿Y si no le agrado? ¿Y si me odia con tan solo verme? —Quince años después, a Lexie seguía sin gustarle conocer a las madres de los hombres con los que salía. La aterraba.
—Nunca te podría odiar.
Se quedaron bastante rato conversando, Gianluca le contaba un poco cómo era su madre pero eso, en lugar de relajarla, la ponía aún más nerviosa. Lo que sí, al médico se le olvidó mencionar un pequeño detalle a propósito, a su madre nunca le simpatizaban muchos las novias o amigas de él y por lo general, no se mostraba muy simpáticas con ellas; Irina nunca llegó a gustarle y estuvo nueve años con Gianluca. Él estaba tan asustado como Lexie pero tampoco iba a dejar que su madre interviniera en la decisión de con quién quería estar, no lo había hecho en el pasado y no lo haría en ese momento.
Editado: 11.08.2020