Eran las siete de la tarde cuando Lexie salió de su casa con sus dos hijos hacia la de Gianluca. Se había puesto un vestido negro que había comprado unos meses atrás pero que aún no había estrenado, era ajustado y le llegaba unos pocos centímetros arriba de la rodilla; se veía increíble. Jo había estado asesorando su vestimenta y maquillaje por FaceTime, así que no tenía ninguna inseguridad, sabía que si se hubiese visto mal su amiga se lo habría dicho sin dudarlo; era su forma de ser.
Se estacionó frente a la casa del médico y respiró profundo antes de bajarse, lo de conocer a su madre aún la tenía muy nerviosa. Gianluca los salió a recibir y se quedó maravillado, como siempre que la veía.
—Estás preciosa —le susurró al oído cuando se saludaron de un casto beso en la mejilla.
—Feliz cumpleaños —Lexie aprovechó de abrazarlo—, otra vez.
—Cada vez se pone mejor.
—Hola —saludó la pequeña con energía.
—Hola, ¿cómo se ha sentido mi paciente favorita?
—Muy bien —levantó su dedo pulgar y luego apuntó a Adán—. Él es mi hermano.
—Adán, ¿no? —el médico estiró su mano hacia el chico, rogando para que no la rechazara.
—¿Gianluca? —se dieron un apretón de manos a modo de saludo.
Gianluca los invitó a pasar y se encontraron con Giovanna, Venecia y el bebé en la sala, no había rastro de su madre aún, lo que en cierto modo tranquilizó a Lexie.
—¡Lexie! Que alegría volver a verte —Giovanna la abrazó.
—Lo mismo digo —cuando se separaron Lexie les presentó a sus hijos—. Ellos son Adán y Cielo.
—Un placer conocerlos al fin. Son igualitos a ti.
La pequeña Venecia corrió a abrazar a Lexie y luego a Cielo, antes de que las dos comenzaran a jugar con unas muñecas.
—Lex —llamó Gianluca, quien estaba con una señora a su lado—, ella es Amaranta Maccioni, mi madre.
La señora perfectamente arreglada no aparentaba la edad que debía tener y de lejos podía notarse el gran parecido que tenía con sus dos hijos.
—Encantada de conocerla —las palmas de Lexie estaban sudorosas y tuvo que limpiarlas disimuladamente en su vestido.
—Luca nos ha hablado mucho de ti —dijo la señora en un tono neutral, no sonreía pero tampoco parecía molesta. Lo que según Gianluca era una buena señal, cuando alguien no le agradaba a su madre, no disimulaba—. ¿Ellos son tus hijos?
—Sí.
—Te ves bastante joven. ¿A qué ed…?
—Mamá, ya basta —interrumpió Gianluca—. ¿Por qué no pasamos a la mesa y terminamos con este interrogatorio?
La cena estuvo tranquila, Amaranta y Giovanna de vez en cuando contaban alguna anécdota que avergonzaba a Gianluca pero él lo dejaba pasar solo porque le gustaba ver a Lexie reír con las cosas que decían. Parecía ir yendo todo demasiado bien, la rubia parecía haberle agradado a su madre y eso era casi un milagro.
Fue cerca de las nueve, cuando toda la tranquilidad se acabó y frente a los ojos de todos, Cielo cayó desmayada. Lexie no tardó en saltar de su asiento y arrodillarse frente a su pequeña hija, seguida de Gianluca.
—¡¿Cielo?! —decía mientras tocaba su cara sin moverla mucho. Estaba desesperada—. ¡Cielo!
—Tranquila, no la muevas —el médico le tomó el pulso a la pequeña.
—No puedo estar tranquila, ¿qué le está pasando a mi hija? —las lágrimas no tardaron en llegar.
—La llevaremos a urgencias ahora.
—Se demorarán años en atenderla.
—No si la llevamos a la que está asociada a la clínica en la que trabajamos, algunos días hago turnos ahí.
Gianluca cargó en sus brazos a la pequeña y ya en el auto se la entregó a Lexie. Adán, en el asiento delantero iba llamando a Nick para avisarle a dónde se dirigían.
—¡Doctor! —dijo una enfermera cuando lo vio llegar con la niña en sus brazos. Pensó que era su hija y se alarmó—. ¿Qué ha pasado?
—¡Necesito que la ingresen, ahora ya!
—Está bien —la chica fue al mesón—. Llama a la doctora Becker.
—Puedo atenderla yo pero necesito los implementos —respondió Gianluca, estaba desesperado por saber qué pasaba y no quería que nadie interfiriera en su camino.
—No es su horario de turno, doctor.
—No me interesa, es mi paciente y la veo yo.
Le dio una mirada a Lexie dándole a entender que no la dejarían ingresar pero le aseguró que la mantendría informada cuando supiera lo que pasaba.
Lexie se dejó caer en uno de los asientos de la sala de espera mientras abrazaba a su hijo quien había comenzado a llorar. Ella se secó las lágrimas y decidió que no se dejaría ver débil, debía parecer firme. Por sus hijos, no podía derrumbarse.
—Papá dijo que venía en camino —le avisó el niño secándose los ojos.
—Todo va a estar bien, sabemos que tu hermana es fuerte.
—No quiero que le pase nada.
—Tranquilo, estará bien. Mira, ahí viene tu papá.
El chico se levantó y fue a abrazar a Nick, este le acarició el cabello mientras miraba a Lexie esperando alguna respuesta.
—Gianluca está dentro, nos avisará cualquier cosa que sepa.
—¿Por qué está él y no tú?
—Porque trabaja aquí, por favor, no hagas una escena.
—¿Qué le pasó?
—Se desmayó, estaba todo bien, me aseguré de que estuviera bien y no sé, soy tan idiota, ¿cómo no me di cuenta antes de que algo andaba mal?
—¡Hey! No eres idiota, últimamente parecía estar bien. Solo nos queda esperar. No podríamos haberlo adivinado.
***
Dentro, Gianluca consiguió que le pasaran una de las salas de urgencia y conectó a la pequeña a oxigeno ya que estaba desaturando levemente. Pidió su archivo clínico ya que antes había estado ahí y se sorprendió por lo que leyó.
—Aléjate de la paciente, Maccioni —dijo alguien a su espalda pero él no la escuchó y siguió revisando el archivo, buscando una explicación lógica porque hasta el momento no la encontraba.
Editado: 11.08.2020